Las Personalidades Psicopáticas
En Psicopatía de Joel Zac
Anotaciones José Luis González Fernánez
Anotaciones José Luis González Fernánez
Quiero agradecer a la profesora Giberti por su interesante y profunda contribución a la apertura de este ciclo, por las palabras que a mí se refieren y a la Comisión organizadora por el espíritu amplio y creativo que permite aglutinar en una conferencia de apertura un grupo humano tan interesante cuya preocupación común es la salud mental del ser humano
La personalidad psicopática es una denominación de un cuadro nosográfico que ha tenido muchas situaciones evolutivas a lo largo de la psiquiatría moderna y del psicoanálisis. En realidad hay pocos trabajos psicoanalíticos al respecto. Freud, en "Los personajes psicopáticos en el teatro" desarrolla aspectos del mismo. Muchos escritos con enfoques distintos aparecieron desde que Schneider intentara catalogar las enfermedades agrupadas en el cuadro de las personalidades psicopáticas.
Vamos a encarar este cuadro desde otro punto de vista. Los autores americanos modernos, desde Cleckley, veinticinco años atrás, a esta altura de nuestro desarrollo del conocimiento, han intentado ubicar a las personalidades psicopáticas en lo que ellos denominan -a mi juicio, con gran acierto-, sociopatías. Es decir que es un cuadro que tiene una preponderancia especial en aquellas situaciones de la sociedad donde se producen cambios de estructuras socioeconómicas. Los psicópatas alcanzan su apogeo y encuentran el caldo de cultivo del desarrollo de su estructura nosográfica principal y de algunas variantes, que antes sólo se encontraban en movimientos particulares, como por ejemplo, la legión extranjera, etc.. Agrupaciones de distintos modelos de personalidad psicopática pueden ser definidos por su sintomatología, o bien por su psicopatología o, también, categorizadas por la inserción social del psicópata.
En la sociedad en que vivimos la pauta de conducta del sujeto psicopático presenta una característica principal, es, primordialmente, un tipo de reacción antisocial muy manifiesta. La pauta básica de su conducta es el oponerse abiertamente a la ley en distintas dimensiones, desde una situación de grupo pequeña, hasta una situación comunitaria o las posibilidades de embarcar a países enteros en una catástrole mundial. Ya sabemos que todas las expresiones sociales tienen un trasfondo, una subestructura, que subyace a la estructura cultural como una situación económica y política de base. Esta inserción política, socioeconómica, cultural, no nos compete del todo a nosotros, por lo menos en esta conferencia.
Quiero destacar que esa conducta antisocial, agresiva, irritante, vengativa, que no progresa, no es condicionada por el aprendizaje ni por los premios ni los castigos. Es la expresión esencial de una rebeldía imprescindible. Cuando nos sentarnos a pensar a veces, por qué. esta urgencia determinante en esta conducta, cuando empezarnos a ahondar en los móviles profundos de la misma, empezamos a comprender mejor lo que pasa y tal vez, debamos apelar a modelos de producciones artísticas o estéticas para lograr una comprensión mayor del fenómeno. Utilizaré luego algún ejemplo de películas, obras de teatro, referente a las leyes, a las legislaciones, etc., para mostrar algunas facetas particulares del psicópata junto con esa conducta antisocial agresiva, no modificada por la experiencia, por el aprendizaje, por los castigos o los premios.
Si tabuláramos la sintomatología del psicópata, la agresión vengativa ocuparía el primer lugar, aunque hay una serie de situaciones acompañantes.
En su expresión sintomática, el psicópata tiene una enorme dificultad para expresar sentimientos, que van desde las expresiones de los afectos más primitivos, más comunes, a los más trascendentes y sublimes. Esta dificultad de la expresión en la capacidad de amar, la capacidad de ser responsable, esta especial capacidad de sentir esa responsabilidad de la culpa frente a los familiares, a su pareja, al grupo al que pertenece, a la sociedad en general, es muy grande. Quizás tendríamos que decir que estos dos trastornos básicos principales están íntimamente ligados a la dinámica de la psicopatología del psicópata. Podemos encontrar también expresiones distintas, diversas, floridas, de perturbaciones de la identidad, del pensamiento, de la socialización. En líneas generales, siguiendo las ideas de Melanie Klein, se traduce por le necesidad de que el amor subordine al odio. Si el odio adquiere una influencia propia, una dimensión de calidad específica particular y subordina al amor, los afectos básicos tales como el amor, la capacidad de crear se trastornan. Asimismo, la capacidad de continuarse en el tiempo y el espacio a través de los hijos, de la sociedad, de las obras, ya sean psicoanalíticas, estéticas, artísticas, políticas, etc., se deteriora. Esta conducta aloplástica implica no poder modificar el mundo interno primordialmente y la tendencia a la modificación del mundo externo emerge corno una conducta que dificulta el desarrollo del pensamiento. La conducta, en su expresión general, no se manifiesta en un pensamiento simbólico, sino que implica un pensamiento primitivo, concreto. Así, las perturbaciones de la identidad, junio con los trastornos del pensamiento, la incapacidad para jugar los roles sociales surgen como síntomas fundamentales.
La escuela de Mead y los sociólogos que estudian al niño y al hombre desde premisas diferentes, con una metodología distinta, encuentran que el ser humano empieza a convertirse en persona gregaria, es decir, en persona social, a los tres años, lo que coincide con las informaciones psicoanalíticas señaladas en el estudio de las transformaciones internas y por lo expresado por Melanie Klein, la dinámica continua del cambio frente a la realidad externa.
Evidentemente, la fantasía básica de estos sujetos psicopáticos, como la de todos los otros tipos de cuadros nosográficos que se acerquen o alejen de la normalidad, implican una continua interacción de las fantasías básicas de la relación con el mundo, con los objetos que se internalizan y se externalizan en un juego dinámico. Se va modificando la imagen que el bebé tiene de las situaciones persecutorias o de las de amor con los objetos externos que son, a la vez, internos y vuelven a ser externos y vuelven luego, a internalizarse.
En esta serie sucesiva de proyecciones, fusiones, reintroyecciones y re-internalizaciones, el yo va aprendiendo. El sujeto va aprendiendo a configurarse, a relacionarse con el mundo externo y a tener una imagen de sí mismo, de cómo él es a los tres años. Cuando el niño comienza a tener ura noción de cómo jugar los roles, es decir, cómo colocarse en el lugar del otro y cómo anticipar lo que el otro va a decir, hacer, contar o expresar de algún modo, cuando, anticipándose a ello, puede modificar su conducta, es un ser social independiente que puede relacionarse con otro, jugar con uno o muchos niños e ir creciendo en una situación de aprendizaje a través de ese proceso que describió Melanie Klein, que es importante subrayar; si bien Freud lo había señalado antes en otro contexto.
En esta perturbación del juego de roles tienen su raíz, digamos, los trastornos de la identidad y del pensamiento. La dificultad para simbolizar hace que el yo no pueda colocarse en el lugar del otro y, por lo tanto, esta estructura -que en una época del desarrollo es normal en los niños- se va desarrollando sin grandes modificaciones en los adultos. Por ejemplo, en la personalidad psicopática: desde el punto de vista del pensamiento, no simboliza adecuadamente, salta etapas, está muy alerta, muy pendiente de "los otros y adivina lo que el otro va a decir o está pensando. Tiene una susceptibilidad particular, fina capacidad en doble sentido, por una parte, en adivinar entre comillas, adivinar lo que el otro piensa y siente y, a la vez, una necesidad de inocular colonizando al otro, para evitar el cortocircuito que significa no entender lo que el otro piensa y no saber cómo amoldarse al ámbito que está viviendo. Esto determina un trastorno en el pensamiento, para exagerar diría, que el psicópata piensa con la acción, piensa con su aparato locomotor.
En el desarrollo inicial del niño hay un momento, entre el primer y el segundo año de vida -claro, la división no es tan estricta porque se trata simplemente de un modelo-, hay una situación triangular, un trípode básico donde se desarrollan los aspectos fundamentales de la estructura nosográfica que éste va a configurar después y tiene que ver con el lenguaje, la locura. Cuando hacíamos anamnesis de las historias de pacientes internados en hospitales o sanatorios, en casos clínicos, estudiamos una especie de trípode fundamental que tiene que ver con la lengua (el habla, el lenguaje), el aparato locomotor (la deambulación y la motricidad) y un modelo tipo de aprendizaje de los esfínteres. Esta situación provoca el equilibrio o no que debe darse de estos tres modelos y que, como dijimos, el niño elabora entre el primero y segundo año de vida consolidándolo de un modo determinado, donde los padres, que configuran primordialmente, coadyuvan con su influencia para estructurarlos.
En los futuros psicópatas, emerge una excesiva influencia del aparato locomotor que trastorna el equilibrio. El aparato locomotor es la expresión del pensamiento, de la identidad, del parlamento. Concretamente, implica que el psicópata necesita transformar el proyecto interno en función de la correlación con su primer ámbito, su familia, su madre, su padre, sus hermanos externos e internalizados en un tipo especial de contacto, como todo niño, evidentemente tiene con sus padres. Los modelos de comunicación están en función de: I) cómo el niño detecta, de algún modo, su necesidad y apela a mecanismos tempranos para expresarla; 2) cómo el objeto (madre, padre, etc.) recibe las necesidades del niño. Ese objeto debe tener capacidad para detectar la necesidad del niño, decodificarla y satisfacerla. Si esa necesidad no es satisfecha, el niño sufre una frustración que tiene distintas influencias. El niño es el recién nacido, el que no tiene medios que pueda dominar para realizar esta tentativa, si sus prolongaciones en tiempo y espacio: la madre primero y luego el padre también, no poseen esa habilidad para captarlas, recibirlas, contenerlas -lo que Bion llamó reverie, la capacidad de ensoñación que el objeto tiene para recibir (el terapeuta tiene para recibir la necesidad de su paciente)- y de devolver metabolizado el sentimiento proyectado por el bebé (como en el caso de determinados lugares donde escaseaba el alimento, las madres o las abuelas lo masticaban previamente para que el niño pudiera alimentarse. Si bien no es adecuado desde el punto de vista higiénico-dietético, servía para rescatarlo de sus situaciones internas y externas que le impedían el crecimiento), cualitativa y cuantitativamente se incrementan las ansiedades persecutorias, cuyo extremo serla el miedo, el horror a la muerte.
El niño crece en este tipo especial de continua interrelación, ese intercambio persecutorio al máximo entre el objeto y el propio yo. Al mismo tiempo, percibe si ese objeto responde de otra manera, adecuada y necesaria y siente que su yo no es tan malo. El niño no tiene una imagen de sí mismo, sino a través de lo que pasa en el objeto continente. Si el objeto puede contenerlo y continua dándole amor, el tiene otra imagen de sí mismo. Si el objeto no lo puede contener o su necesidad resultante de una serie de fenómenos -en los cuáles no voy a entrar ahora- implica un ataque tan severo que el objeto, por más continente que sea no lo puede tolerar, el niño tiene una imagen muy destructiva del vinculo con su primer objeto de amor. Esto se dará también con los objetos sucesivos posteriores.
En el psicópata esta magnitud del intercambio afectivo es muy alta, esta magnitud de no ser correspondido, de no ser contenido, de no ser escuchado por los objetos (que son indiferentes a la existencia de ese niño) que desempeña un papel preponderante en su evolución futura.
La relación de los padres con su mundo interno y el contexto familiar a través de depositaciones, se traduce en la elección del niño como depositario del conflicto entre los padres.
Los padres de los futuros psicópatas, están en una relación donde el equilibrio es inestable; donde la agresión entre sí y con los niños es muy estereotipada. Los premios y los castigos son el elemento más importante del intercambio, no son las relaciones afectivas cariñosas, amorosas, de continencia y de tolerancia, las predominantes. Este fracaso del niño de hacerse entender lo lleva a la realización de actos, ya que si uno no recibe nada de los que están con uno, tiene que hacer algo fuera de serie, digamos, como modelo tiene que romper algo,
Todos los chicos tienen un montante de agresión, al fin y al cabo, corno ustedes recordarán, las mamás, muchas veces, le dan al niño una cacerola y una cuchara y las golpean, o rompen papeles, u otros juegos, ahora distintos que facilitan la descarga de una agresión. La tolerancia a esa agresión, una agresión dentro de ciertos límites, depende del niño, de la madre y del padre, del ámbito de la sociedad en que vivimos. La dificultad que siente el niño dentro de él para ser alguien que interese a los padres, la falta de interés de los padres por él lo lleva a un predominio de la acción, en cuanto esta acción pueda ser instrumentada para ello, o sea una tendencia a un desarrollo psicomotriz y la instrumentación de ese desarrollo psicomotor, lleva a la comunicación a través de actos. Es preferible recibir una palmada o que le griten, es decir, que se ocupen de él finalmente, al desprecio, al desamor. Esta estructura, que se ha de integrar o plasmar de un modo determinado en un futuro psicópata, podría ser la esencia concreta, el elemento esencial que definiría desde un punto de vista psicopatológico, cómo es el psicópata y por qué. Esta orgía de agresividad se manifiesta frecuentemente en los psicópatas. Si uno tiene que provocar que se ocupen de uno, si uno tiene que buscar que lo amen un poco a toda costa, y si la agresión que instrumenta el aparato locomotor es el medio para lograrlo, este aparato locomotor y la fantasía vengativa de obligar a la mamá a ser una buena mamá, de obligar a la sociedad a ser una buena sociedad, de obligar a todos los objetos a ser como debieran haber sido y no fueron, son los determinantes de la vida del niño y del adolescente.
Ahí empiezan las situaciones críticas para este tipo de superyó específico que los investigadores americanos Adelaida Johnson y Szurek han denominado superyó Lacunar. Este concepto de superyó lacunar me parece muy acertado, y es palpable en cosas que suceden todos los días, acá, en Buenos Aires. Suele pasar en los barrios que cuando los chicos juegan a la pelota, tiran un pelotazo y rompen un vidrio. Entonces, el vecino se enoja y los padres también. Si el padre está con un amigo, le dice a éste al mismo tiem-po, en el lenguaje de su barrio -y el chico oye-: " ¡Qué tiro poderoso que tiene este chico!" pero, a la vez protesta y castiga al hijo, lo aleja a través de una crítica severa: " ¡Qué brutalidad romper el vidrio por no tener cuidado! ¡Siempre sos el mismo!' y el lenguaje sería la comunicación, el doble vínculo de la comunicación: "¡Qué puntería! ¡Qué poten¬cia! ¡Va a ser jugador de futbol!" etc., dicho a un amigo o al mismo chico. Este doble mensaje es una de las características de uno de los padres del psicópata.
En un antiguo esquema la madre era sobreprotectora o alejada y fría; el padre, solía ser un padre de la comunidad, un pastor anglicano, por ejemplo. En Inglaterra, en las primeras épocas, se estudió mucho la psicopatía.
De acuerdo a Schneider en la psicopatía, con la modificación que la segunda guerra mundial introdujo en los roles sociales, el papel de la mujer empezó a cobrar relevancia, pues fue reemplazando a los hombres en situaciones de todo tipo. Desde una fábrica de armamentos o mecánica especifica, desde el médico del frente hasta otros aspectos de la vida societaria, la mujer fue retomando la ubicación social a grandes pasos en pocos años.
Engels, por una parte, Silbur y muchos analistas, por otra, han descripto el modelo inicial corno una sociedad ginecocéntrica: posteriormente, la primera revolución social fue la del hombre contra la mujer -cuando éste la transformó en mercancía, en esclava, la vendía por la dote, etc.- que unida al descubrimiento de la agricultura, generaron un modelo distinto de sociedad o, digamos, la sociedad se fue realizando falocentricamente.
La familia se organiza de un modo común en nuestro país y en todo el mundo, ya no es sólo el hombre quien resuelve alejarse de la casa, la mujer también tiene derecho a divorciarse o alejarse del hogar, abandonando a los hijos de una manera mucho más activa. La mujer tiene un rol más creativo, más efectivo, más libre y participa igualmente de los fracasos de las estructuras que la sociedad nos da para convivir. Esto ha modificado un poco la estructura básica de la familia, donde los niños nacen y se crían. Estos abandonos afectivos, rechazos, como los abandonos físicos de la relación madre-hijo al principio de la vida, han generado y aun dado que los cuadros nosográficos de este tipo se extendieran mucho más ampliamente. Es evidente que de este modo, la sociedad participa de un proceso que lleva esencialmente la semilla de su propia destrucción. Una sociedad que trata de crear una estructura socioeconómica determinada y establecer un carácter social y un carácter individual correspondiente al carácter social para impedir que la base socioeconómica cultural de esa sociedad se modifique, porque la modificación de la base del carácter individual y social implica la modificación de la sociedad. De tal modo, el psicópata encuentra en estas estructuras de la modificación de la sociedad, ya sea ubicándose como grupo de avanzada o de choque o de delincuencia y drogadicción, un excelente caldo de cultivo.
El psicópata sigue así el principio básico de su vida que es anteponerse de todas maneras a la actitud de la persona o de la clase o del grupo social dominante. Cualquier transformación socioeconómica importante, como había dicho antes, hace acudir a ese lugar a las personas que tienen una estructuración manifiesta y latente psicopática avanzada. Por eso, en nuestra época, los psicópatas están enmarcados o investidos de una transformación que la sociedad les otorga. Ciertas situaciones agresivas y hostiles pasan a ser aparentemente aceptables. En nuestro país, todos hemos sufrido esa situación. En un determinado momento, en determinada línea de la vida de estas personas, se transforman en una personalidad autoritaria. La aparente oposición se convierte en autoritarismo y el montante epileptoide que suelen tener los psicópatas agudiza los efectos de la agresión, facilita la inoculación en el otro. Provoca suspenso, sorpresa, miedo y se caracteriza por su limitada capacidad (imposible) de medir los alcances de su agresión.
Quienes conocen la película Il Sorpasso habrá visto que es una sociedad de dos personas. Una de ellas, interpretada por Gassman, el psicópata, conoce a un estudiante que tiene un matiz depresivo: había dado una materia y le había ido mal, con un problema sentimental de fracaso; por lo tanto está en baja. Tiene un coche, Gassman lo inocula, lo lleva a un largo viaje, sufren un accidente y el estudiante muere (por supuesto, brevemente relatado). El psicópata comienza nuevamente la búsqueda de otra pareja simbiótica a quien inocular y transformar en su partenaire. Pero, para transformar a alguien en su partenaire uno necesita encontrar en el otro lo latente complementario de Sí mismo para que sea la pareja acompañante. Hay muchas personalidades latentemente psicopáticas que son las que forman un pendat especial con el psicópata activo.
En otra película, "El Jefe", con Alberto de Mendoza., hay un acompañante que siempre va preso por él, sale de la prisión y vuelve a incorporarse a la banda del jefe. Ese acompañamiento, esa imposibilidad de salirse del rol es porque cada uno necesita poner en el otro lo que carece y lo que necesita que el Otro desarrolle por uno. El psicópata es el activador de mecanismos de este tipo en los demás sujetos.
Si estableciéramos una clasificación tomando los psicópatas puros -veros, como diría la psiquiatría clásica-, ¿cómo es un psicópata depresivo? Un psicópata depresivo es el que reúne la depositación de todas las personalidades depresivas y las actúa. -Generalmente, es un intrigante que mastica a las personas, habla mal de todos los demás y lleva a cabo una tarea que mucha otra gente latentemente quisiera realizar, pero que no se atreve, tiene miedo, etc...Va y viene contando todo. Bueno, en el ámbito psicológico, psicoanalítico, tampoco deja de ser una curiosidad, también sucede exactamente lo mismo.
¿Cómo sería el psicópata obsesivo? Aparentemente, podría pensarse que es imposible este tipo de categorización, "no conozco a nadie que sea un psicópata obsesivo", pero los psicópatas obsesivos son los grandes organizadores. Antes, la organización social en el mundo era más obsesiva "cada cosa en su lugar", cada uno en su especialidad, etc. El psicópata obsesivo vendía acciones de minas en pueblitos lejanos, ahora, realiza grandes compartías, empresas, bancos, etc.. Nadie ve la actitud desintegrativa, hostil, cruel, no es visible fácilmente pues, el psicópata obsesivo la deposita en sus personalidades afines y latentes. En su simbiosis con una persona, con un grupo o con una comunidad hace ejecutar una serie de situaciones que los otros llevan a cabo y él organiza y pasa desapercibido. Uno se preguntaría con muchas dudas si es legítimo decir que esta persona es psicopática. Si hace actuar al otro es psicopática.
Hay, sin embargo, momentos psicopáticos, momentos en el tratamiento de cualquier paciente, esto ocurre cuando el analista, el terapeuta se siente inoculado por el paciente y hace algo que no quiere hacer. Sabe que no lo tiene que hacer, no sabe para qué lo va a hacer, pero no puede dejar de hacerlo, porque el yo del terapeuta también es vulnerable. Entonces, la capacidad del yo de contener las depositaciones y de manejar lo proyectado es limitada, por eso, cuando el psicópata, que tiene una orgía destructiva dentro de sí mismo -orgía destructiva que lo lleva a no tener salida- trata de establecer la simbiosis con personas o grupos y así, esa estructura psicopática puede transformarse en un momento psicótico, como ser un criminal que mata a alguien. En ese momento es un psicótico que puede luego regresionar o no a su momento previo psicopático.
Antes de comenzar esta conferencia, charlando con algunas personas de la Comisión, me dijeron por qué no contaba el episodio que narré en los seminarios que daba en la Facultad de Psicología, hace ya muchos años.
Los alumnos debían presentar una monografía para aprobar la materia. En esa época, había una serie en TV muy en boga que se llamaba Los defensores. Los alumnos me invitaron a ver algunos episodios para definir si había psicópatas o no. Uno de ellos se llamaba "Los cien rostros de Harry Simpson". Se trataba de un sujeto que tenía una estructura agresiva epileptoide, pero muy enmascarada y disociada del resto de su persona. Parecía una persona adaptada, que utilizaba la imitación gestual y del lenguaje de determinados artistas de cine, como un modo muy especial de producir impactos en la gente. En un momento dado, se transformaba en cualquiera de los personajes sobre su propia estructura principal. Cuando imitaba a un célebre actor de cine americano, James Cagney, muy destacado en su época, quien había filmado muchas películas de pistoleros, por lo que era famoso y conocido mundialmente, su apariencia y su personalidad sufrían una verdadera metamorfosis. En uno de esos momentos había matado a su novia pero el episodio sufrió una amnesia total: no recordaba nada. Ya en una audiencia del juicio, los defensores lo acosaron fuertemente y lo acorralaron -por supuesto, esto sucede más fácilmente en las películas-. Así, en pleno juicio, se transformó en James Cagney y comenzó a hablar con otra voz y con otras facies. El juez, el jurado y la audiencia, pudieron entender entonces, cómo se pasaba de una situación a otra: cómo, en ese momento de cambio la conciencia moral estaba totalmente aniquilada y su acción anulada. Era otra persona la que estaba allí, lo cual lo llevó a salvar su vida. Es sabido que los alienados no son imputables pero se lo condenó a ser internado en un lugar especializado para pacientes psicóticos. El dijo entonces a su amigo defensor: "¿Para esto me salvaste la vida?". Qué diferencia entre la posibilidad de sentir a que había sido condenado -la reclusión en un manicomio- a sentir que él era una persona, qué era un vínculo con los otros, qué era la amistad, y también qué era la locura. Es decir, vivir esa posibilidad de discriminar era lo que le había faltado cuando se transformó en una de sus facetas muy recónditamente reprimidas y que sólo esa vez -como en el momento del crimen- pudo salirse de su rol.
Seguramente, la causa estaba muy ligada a la temprana infancia. Cuando el niño tenía que buscar otro camino para hacerse escuchar, hacerse querer, lograr que se interesaran en él. En ese momento, si esto ocurría, la fantasía de matar era muy destructiva y muy actuada desde ese punto de vista.
Un psicópata puede ser un personaje que pase de un cuadro nosográfico sintomático a lo largo del tiempo, o sea, reactivo a una caracteropatía y con la posibilidad de ir a una psicosis. Es decir, ser psicópata puede ser un momento del desarrollo de un proceso psicótico, como, por ejemplo, Calígula y muchas otras obras en la realidad histórica. A veces, es muy difícil discriminar un psicópata puro de un psicótico.
El psicópata en esencia, del cual se habla en muchos años de historia de la psiquiatría, era él psicópata esquizoide. Este psicópata esquizoide es el que canaliza, acepta, se identifica con todas las situaciones depositadas en él. Es el que actúa el rol de todos los esquizoides que depositan en él esta capacidad de actuar y de los no esquizoides, que también depositamos esta capacidad de actuar y que, a veces, proclamamos corno estandarte externo de un proceso más profundo que no voy a discutir acá. Es el personaje insrumentado y utilizado que, a su vez, se apodera del aspecto de actuación de cada uno de los miembros de la masa humana que le sigue y se transforma en el ejecutor de esa actividad que los demás presentarnos en ellos. El esquizoide, generalmente se transforma, por su profunda regresión y su desenfrenada agresión, en el jefe de la banda o en el brazo ejecutor del crimen.
Siguiendo la psiquiatría clásica, los psicópatas tienen un periodo de comienzo en el que aparece cierta irritabilidad, inestabilidad y un mal humor creciente. La problemática muscular de continua inquietud y rebeldía. Entra luego en el período de estado, es el período especifico de la psicopatía, donde hay una persecución intrapsíquica que no puede contener sino a través de la deportación en otros continentes; el sentimiento de culpa y responsabilidad, la capacidad de amar en otro sujeto y controlarlos omnipotentemente en el nuevo depositario. Por eso, necesita sujetos que acepten esa depositación y control, para que la reintroyección de lo depositado no se produzca, porque esto alteraría el equilibrio y comenzaría una persecución mucho más atroz. Cuando esa persecución es imposible de aguantar, porque la reintroyección se produce a pesar del esfuerzo que hace el psicópata para controlar lo depositado en el afuera, esa continua agresión intrapsíquica que no puede ser contenida, se transforma finalmente en psicosis, criminalidad y a veces, en suicidio.
¿Cómo sucede esta transformación?
Si hacemos un modelo muy esquemático de la estructura básica del yo del psicópata, primeramente está ubicado en la realidad: será el aspecto neurótico que funciona hasta un momento determinado, en el que esa situación no puede ser tolerada. El psicópata es un sujeto muy necesitado y cuando esa necesidad alcanza un nivel determinado, que sobrepasa su capacidad de contención o de equilibrio inestable -como decía Betty Joseph- lleva a una actuación que puede ser controlada o no con depositarios externos. También hay un aspecto psicótico muy encapsulado (todos tenemos aspectos psicóticos controlados relativamente, nosotros creemos que muy controlados pero, muchas veces, no es así) y un aspecto especifico: sería lo que llamaríamos la estructura psicopática básica, que es un conglomerado -podríamos describirlo así- de objetos inoculados que el yo del psicópata ha ido recibiendo.
Hay una serie sucesiva de incorporación por inoculación de los objetos de la primera infancia o los objetos sustitutivos, donde la capacidad de agresión tiene un nivel muy alto, la capacidad de tolerancia tiene un nivel muy bajo y donde aparecen reiteradamente las situaciones agresivas, diremos -parafraseando- que no pueden ser contenidas.
Cuando la sociedad tenía una estructura más obsesiva -corno decía antes- un joven en Buenos Aires tornaba un coche prestado lindo, modelo importado, sport, daba unas cuantas vueltas y lo dejaba pasando la calle General Paz; traducía un modelo esquemático de una actitud impulsiva muy frecuente. Hoy en día, los psicópatas y los drogadictos están lejos de parecerse a este jovencito que se robaba un coche para dejarlo después porque no podía soportar el límite que le imponía la sociedad y que él no tenía internalizado. Las situaciones actuales son muy diferentes, el acceso a la acción y a la psicosis está muy facilitado, donde aparecen crímenes inexplicables, actitudes grupales realmente terribles que son las que marcan -bien claramente para mí- el pasaje de lo neurótico a lo psicopático.
Con la facilitación de la conducta de acción, en el momento en que surge la necesidad de proyectar la agresión y cuantificarla en alguien concretamente y la disponibilidad de la vida del otro, la psicopatía se transforma en psicosis, El problema es cómo detectar eso antes y no en el momento posterior. Bien, esa es nuestra oportunidad de acercarnos a estudiar toda la historia del sujeto.
Una viñeta muy breve: una vez me llamaron en consulta a un sanatorio donde había un joven de veintidós años internado. Les voy a informar gráficamente y de modo resumido la historia clínica: a los cuatro años cae en un pozo no muy profundo con el triciclo, a los diez años choca con la bicicleta contra un árbol (siempre resulta lastimado, con yeso, etc.); a los catorce años, con una motocicleta se estrella contra un auto; a los veinte tiene un choque en auto de carrera y a los veintidós vende la estancia del padre en Mar del Plata. Recordemos que pera vender una propiedad (cualquier cosa, en realidad) hay que tener la posesión, en este caso, del inmueble, hay que tener el instrumentó legal, escritura o alguna cosa similar; hay que poseer la capacidad de convencer al otro, o sea, de inocularlo, de meterse dentro de él y de ubicar las situaciones para que un sujeto psicopático pueda vender una estancia sin título, etc., Lo veo en el sanatorio y había pasado el límite, se había transformado en un esquizofrénico. Esa aceleración en su evolución marca una línea crucial y terminante.
En cambio, los psicópatas histéricos son los más atractivos para nosotros, porque nos manejan y hasta nos reímos de lo que cuentan. Es una alusión a lo que estoy diciendo, pero son simpáticos. Antes vendían un buzón, ahora no ocurre tanto, conocemos sus procedimientos. Otros funcionaban como el Don Juan clásico con las chicas de servicio, le hacían el novio, ellas le daban dinero para juntar para muebles y seis meses después desaparecían los sueldos y el novio. Todavía, hasta hace unos años, se vendía el obelisco y era aceptable, o se vendía un buzón, se trata al candidato 'generalmente alguien recién llegado de las provincias se lo hacía ver cuántas cartas se depositaban y se le hacía creer que él cobraría algún porcentaje, Habla mucha gente que caía en esa trampa. Es el poder de convicción, de inoculación y de captura del yo del otro, que tienen los psicópatas.
Les decía, entonces, que dentro de los histéricos es el sujeto más interesante para nosotros. Yo estudié el impostor, el estafador en un trabajo que publiqué unos años atrás y que muestra la capacidad de amoldar se a las necesidades internas del otro, que el psicópata adivina. Aparece como el que juega el rol que el otro quiere que juegue cuando, en realidad, es el interlocutor quien asunte el rol que el psicópata le adjudica. Es como si adivinaran las necesidades y el pensamiento del otro, y son los casos que más nos interesan.
En un juicio, un psicópata histérico le decía al juez que le preguntaba por qué había pasado todo eso: "Pero, dígame, ¿qué diferencia hay entre nosotros'? Usted estudió, tuvo padres buenos, lo trataron bien, llegó a esto. Pero si hubiera vivido mi vida, ¿no habría sido igual que yo?". El juez se quedó estupefacto.
Un juez está preparado para escuchar estas cosas, los analistas también nos quedarnos estupefactos y hacemos muchas cosas que no queremos. No es que se nos imponga así, sino que nos toma tan desprevenidos porque están siempre pendientes del otro. El terapeuta tiene muchos pacientes, un paciente tiene un solo terapeuta, lo tiene muy estudiado, catalogado, sabe cuándo le va a decir "Seguimos mañana". porque se acomoda, o dice "Mmm.ah". Todo está tabulado. Si uno registra con un altoparlante y un micrófono sensible, va a encontrar que, de pronto, uno dice algo o hace algo, se mueve de un modo especial que el paciente ya conoce. Un minuto o más antes del final, se calla. El terapeuta no sabe por qué, pero es un anticipo de que se va a terminar la sesión. Estas actitudes no son psicopáticas.
Todo cuadro clínico, todo cuadro nosográfico, se caracteriza por una frecuencia, un tiempo, una consistencia particular, si no es un estereotipo de la conducta no se puede hablar de un cuadro nosográfico definido. Se acostumbra en parte a seguir una línea, porque pone un adjetivo y ubica la situación. Recordemos el papel que ejerce el superyó Lacunar, retomando este tema. El superyó Lacunar es una deficiencia del superyó específico del psicópata. Es un aspecto del superyó paterno o materno que, digamos, había sido inhibido en la acción y que es depositado o actuado por el niño. Este último desempeña el papel de pareja simbiótica latente del psicópata que alguno de los padres tiene oculto y que después él ejercitará con maestría y con agresión ilimitada con los demás.