EL COMPLEJO DE EDIPO, UN DESCUBRIMIENTO FREUDIANO @CR
José Luis González-Fernández
A
Berta Esther. Fuente de mi Edipo
A
mi maestro José Perrés
A
mi Vero….
La
visión trágica de Freud relampaguea en muchas de sus páginas. Relampaguea y
desaparece. Después de entreabrir ciertos abismos y mostrarnos conflictos
insolubles, se retira a la prudente reserva del hombre de ciencia. La ironía
recubre la herida. Esas reticencias --hechas tanto de modestia de sabio como de
desdén a los hombres-- tal vez explican las sucesivas deformaciones y
mutilaciones que ha sufrido su pensamiento. Muchos de sus herederos,
especialmente en los Estados Unidos, olvidan su crítica a la civilización y
reducen su enseñanza a un método de adaptación de los enfermos a la vida
social."
I.-
INTRODUCCIÓN
Este
resumen, cuya publicación se hace en un libro conjunto, es un extracto de otro
más amplio que he venido trabajando desde hace tiempo y que versa sobre el
mismo tema. De ahí las dificultades para lograr un resumen adecuado a sus
fines. Su origen parte de las conferencias o “apoyos” dados a lo largo de 14
años a los alumnos de la carrera de psicología de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Xochimilco, y es a ellos que ahora está dirigido.
Un
ensayo que pretenda tratar a profundidad el Edipo requiere de un estudio que
comprenda su epistemología, el abordaje exhaustivo sobre temas diversos como la
interpretación de los sueños, la técnica analítica de Freud, la teoría general
del psicoanálisis, el autoanálisis de Freud, entre otros, lo cual haría
necesario plantear prácticamente un compendio y una historia del psicoanálisis en
general. Sin embargo, nuestro propósito ahora es lograr en los alumnos una
mayor comprensión de los procesos psíquicos y en lo particular de la problemática
del Edipo, ya que éste constituye una pieza fundamental en la teoría y técnica
analítica, además de ser una herramienta clave para la discusión en el
seminario modular.
II.-
ALGUNAS CONSIDERACIONES REFERIDAS AL EDIPO EN EL ORDEN CULTURAL.
En
su libro “Psicoanalizar”[2], Leclaire discute
el caso de un sujeto en análisis. En el consultorio trabaja con una fantasía
obsesiva, la de no poder comprar una pintura y el reclamo que el analizando
hace por los gravosos costos que su análisis le generan. Leclaire reflexiona y
afirma que bien podría tal reclamo ser una fantasía como parte de un conflicto
edípico referido a través de la transferencia,
y anota que es evidente que, aún antes de comenzar el
análisis, el paciente sabía, como lo sabe todo el mundo en la actualidad, que
había vivido una situación edípica, -pero dejemos hablar al paciente-
señala[3].
Es
verdad que en la actualidad el Edipo ya no es ninguna sorpresa para el
analizado, y la sorpresa tiene en sí misma un papel fundamental en el análisis.
Tampoco es algo de moda como para que todos quieran tener uno -como lo afirma
Peter Gay[4]-, y aún peor, precisamente
a raíz de su difusión y socialización, en el consultorio puede convertirse en
una resistencia[5].
Pero
este hecho (popularización, socialización, culturización o difusión) no es
motivo suficiente para obviar o desconocer la problemática edípica como tal. “Dejar hablar al paciente” como sugiere
Leclaire, no es algo nuevo, es parte esencial en la técnica y la teoría
analítica desde sus orígenes, ya que en la técnica freudiana el esquematismo
interpretativo queda de lado gracias a la escucha como regla fundamental, y así
el Edipo, pese al "conocimiento" que sobre el tema tenga el paciente,
siempre entrará en escena.
Señalar
algo que “todo el mundo sabe”, implica
sin duda, la trascendencia de la teoría freudiana en la cultura. Apegados a la
interpretación freudiana, la cultura, como expresión de lo reprimido, finalmente
como un síntoma, lleva al deseo a un sometimiento, a un control que lo hace
perder su especificidad y por lo tanto, a convertirse en un factor resistencial
cuando el sujeto entra a análisis, y tal es el caso del Edipo. Paradójicamente,
esta trascendencia del psicoanálisis en la cultura, no es un evento que deba
enorgullecer al psicoanálisis, no es un triunfo, sino algo que debe ser
considerado con especial atención en el trabajo analítico, dada la característica
resistencial que contiene. Freud trascendió el orden cultural
en su trabajo y descubrió el inconsciente,
inventó el Psicoanálisis y desarrolló una teoría.
Su objetivo, no era
integrarse a la cultura, sino subvertirla. El orden “transcultural” al que llega el psicoanálisis, no implica una
oposición a la cultura, sino una actitud crítica respecto a ella, una crítica necesariamente
incluyente, y el analista, deberá valerse de intervenciones y propuestas
inteligentes no esquematizadas por la “aculturación”. Estará obligado entonces a profundizar y
evitar que esos términos pierdan la especificidad que les corresponde en el
área de lo psíquico, en el área de su oficio.
Si
cada vez hay menos interés por el Edipo, no es porque no hayan visto esta
montaña, sino que precisamente por haberla visto prefieren darle la espalda. [6]
III
EL EDIPO EN LA CULTURA
El primer acercamiento
que hace el alumno de psicología sobre el tema del Edipo, tiene que ver con los
referentes culturales de su entorno, es por ello que es necesario hacer una
revisión somera de algunos de esos referentes.
A
partir de la idea de la transculturización y pérdida de especificidad, el Dr.José
Perrés Hamaui, maestro, compañero y amigo, en sus conferencias de apoyo en la
UAM, intentaba hacer un estudio referencial de las formas en las cuales Edipo
se insertaba en la cultura. Su intención era partir de lo general y coloquial
para llegar a través de su lógica discursiva y epistemológica, a la
especificidad. Haremos una revisión
somera de algunos de esos referentes, para posteriormente abordar el Edipo de
manera más específica y puntual.
- El Edipo en las artes: es
representado en la obra plástica, en la pintura, en el teatro, cine, y como lo
dijo José Perrés, en la ópera,[7]operetas y
zarzuelas. [8] En el teatro y el cine son numerosas las
obras que lo integran, unas vulgarizando al psicoanálisis y otras dándole un
tratamiento más formal. Películas como “Edipo Alcalde”, “Historias de Nueva
York” de Woody Allen, puestas en escena como “Equus” de Peter Shaffer, las
tragedias griegas, etc.,[9] o en la pintura y
escultura como en cualquier “Madonna”, etc. Por otro lado, corrientes como el
surrealismo por ejemplo, constituyen espacios donde se utiliza el valor
artístico de las imágenes simbólicas, fuente en unos casos y derivaciones en
otros, del descubrimiento freudiano.
- El Edipo en la Mitología. Para hablar del Edipo en la mitología, es
necesario definir como un recurso metodológico, lo que es un mito y su
diferencia en torno a lo mitológico, ya que en este rubro, la transdisciplinareidad
se entreteje con áreas como la sociología, la historia, el psicoanálisis, la religión,
la etnología, la política, etc. .
El
mito, podemos pensarlo en función de la cualidad que le representemos, según
sea ésta relacionada al entendimiento o al sentimiento, sin dejar de tomar en
cuenta el valor que tiene como una forma de perpetuar tradiciones y culturas,
pero que especialmente se producen en la transición, en el cambio que se
produce en la cultura.[10]. Del lado del
entendimiento, Platón, en “Geórgicas”[11], opone el mito, a
la verdad o al relato verdadero, pero al mismo tiempo, le reconoce cierta verdad
que en ciertos casos, es la única verdad a la que puede aspirar el discurso
humano.
Por otro lado, para las teorías naturalistas
alemanas del Siglo XIX, el mito es el producto de una actitud contemplativa o
teórica que luego dará lugar a la ciencia como tal[12]. En cuanto a la cualidad del sentimiento,
Cassirer señala que el sustrato del mito no está en la razón, sino en el
sentimiento, y que no sigue las reglas lógicas, mientras que la interpretación
sociológica de Durkheim y Lévy-Bruhl, trasladan al mito de la naturaleza a la
sociedad constituyéndose en una “proyección” de la vida social del hombre que
le refleja las características fundamentales[13].
Entre
el mito y lo mitológico, habrá diferencias esenciales. Lo mitológico, aunque
relacionado con el mito, se referirá a la forma de representación de lo que no
es terrenal, es decir, de lo divino. El mito habla de lo real y lo posible, pero
lo posible no es sólo lo pensable, sino
tanto lo imaginable como lo inimaginable. Para el pensamiento mítico son
posibles lo uno y su contrario. La contradicción está perfectamente asumida en
el pensamiento mítico; hasta el punto que, a veces, se diría que es el motor
de los acontecimientos. En el
relato mítico -como en la vida- lo imprevisible, lo impensable, lo
inesperado, está siempre dispuesto a asaltarnos.
En
la referencia al Edipo mitológico, es interesante observar cómo Freud realiza
escasos señalamientos a la mitología griega, y cuando lo hace, pretende un
sentido diferente al de la interpretación
que hizo de la obra de Sófocles, quizá, porque al estudiar el “Edipo”, su marco de referencia era la clínica del
espectador, es decir, su argumentación giraba en torno a las reacciones de
éstos frente a la representación de obras como Hamlet, u otras, pero no de Gea
ni Urano, ni de Cronos o Zeus. La mitología griega le servía de modelo
explicativo de las fantasías derivadas de las amenazas y angustia de
castración, por ejemplo: “Cronos devorando a sus hijos”, lo cual brindaba una
visión universal como base para su argumentación sobre el “asesinato del
padre”.
Reseñaremos
ahora un fragmento de la mitología griega que ilustrará cómo el Edipo está contenido
en ella. Todo se inicia a partir del
caos; la madre Gea (la Tierra) surgirá y autoengendrará a Urano (el Cielo),
quien la envuelve en su manto, conteniéndola y produciendo de esta unión hijos
deformes. Son los gigantes de cien manos: gigantes con muchas manos y 100 o 500
cabezas, que al ser rechazados por el padre, son enviados al Hades (el Averno).
La siguiente camada tampoco fue aceptada; nacieron los Cíclopes, quienes
tuvieron el mismo destino
En
otro intento más, nacieron los Titanes, quienes ya tenían una diferenciación
sexual. Había tanto mujeres, como hombres. Uno de estos titanes, Cronos, impuso
límite a la duración del imperio de Urano, por lo que fue conocido como el Dios
del tiempo, y decidió cortar el lazo que unía y envolvía a Gea, separándose así
definitivamente el cielo de la tierra, y la tierra del cielo. Fue la propia madre Gea, desesperada por el
fin de sus hijos, quien incitó a Cronos: le dio una hoz dentada para que cuando
Urano la tuviera "sexualmente" hiciera un corte, Gea recogió la
sangre y los genitales cortados a Urano, y los lanzó al Mediterráneo y de su
espuma surgió Afrodita. De esta manera se inaugura el imperio de Cronos[14].
Urano
advirtió a Cronos que correría con la misma suerte que él, que sus hijos le
harían algo similar, y por eso Cronos se une a su hermana Rea, y a sus propios hijos los devora uno a uno en
cuanto nacían. Pero cuando nació Zeus, su madre otra vez, pero ahora Rea, harta
de no poder criar a sus hijos, se fue a parirlo a Creta con las Ninfas, a
quienes pidió que lo escondieran. A partir de ese momento, engañado, Cronos
devoraba las piedras que Rea le daba envueltas como si fuera el producto recién
parido.
Zeus
creció y se asoció con su hermana Escancia, quien mandó vino descompuesto para
Cronos, y al beberlo, vomitó y vomitó, devolviendo a sus hijos devorados. Fue
tal la vergüenza que sintió Cronos ante esta situación, que se retiró y así
comenzó el gran imperio de Zeus, el Dios que se unió ya con mortales y otras
Diosas, dejando (en principio) a un lado
a la familia.
La
mitología griega, o el mito de los orígenes,
dan cuenta de la problemática que será nombrada por Freud más tarde,
como edípica. El incesto consumado, los castigos, las culpas y amenazas, la
castración, el deseo por desplazar al padre, etc. Sin embargo, cualquier
lectura que se haga sobre la mitología griega, no tendrá ese elemento narrativo
que corresponde a la literatura y en concreto a las tragedias griegas como el
Edipo Rey de Sófocles.
-El Edipo en la literatura. En la
literatura es quizá donde mayor número de referentes podemos encontrar, sería
imposible hablar de todas las obras que han expresado los conflictos
psicológicos de inspiración edípica. El “Edipo Rey” de Sófocles, “Hamlet” de
Shakespeare, por señalar los clásicos, giran en torno a la explicación de
fenómenos psíquicos propiamente dichos.
A propósito de
"Edipo Rey", suele decirse enfáticamente, que es la fuente de donde
surgió la teorización freudiana, sin embargo, aunque Freud toma como modelo
explicativo a Sófocles, no estructuró ni
basó su teoría en función de ella. El
estudio que hizo Freud de Hamlet le dio numerosas pistas a seguir sobre el
tema, pero reconoce en el Edipo Rey de Sófocles un mejor modelo en el que
encontró una forma mítica, narrativa y referencial para expresar la
problemática del sujeto, y de ella inspiró su nombre: Edipo, hijo de Layo y
Yocasta.
“Sobre
base idéntica a la de Edipo rey se halla construida otra de las grandes creaciones
trágicas: el Hamlet shakesperiano. Pero la distinta forma de tratar una misma
materia nos muestra la diferencia espiritual de ambos periodos de civilización,
tan distantes uno de otro, y el progreso que a través de los siglos va
efectuando la represión en la vida espiritual de la Humanidad. En Edipo rey
queda exteriorizada y realizada, como en el sueño, la infantil fantasía
optativa, base de la tragedia. Por lo contrario, en Hamlet permanece dicha
fantasía reprimida, y sólo por los efectos coactivos que de ella emanan nos
enteramos de su existencia, situación análoga a la de la neurosis”[15].
Es
decir, en Hamlet, el estudio del “Edipo”, es accesible a través de una labor
“interpretativa”, pero en “Edipo Rey” de Sófocles[16], se plantea una forma
narrativa y absolutamente directa.
Respondió el oráculo
divino a Layo, rey de Tebas que no debía tener hijos, aunque tanto lo anhelaba,
si llegaba a tenerlos, un hijo nacido de Yocasta sería su asesino. Layo repudió a Yocasta, pero tiempo después,
emborrachándola, la atrajo nuevamente, y 9 meses después les nació un hijo.
Pero para evadir el destino, mandaron que fuera arrojado a la montaña de Cicerón,
con unos ganchos atravesados en los pies, como se suele hacer con los
carneros, o las piezas de caza.
La orden fue
cumplida. Pero el pastor encargado de hacerlo, tuvo piedad del infante y lo
regaló a otro pastor. De Corinto era el pastor y regaló la criatura a Pólibo,
rey de su ciudad, el cual, sin hijos hacía tiempo, anhelaba tenerlos. Lo crió
como suyo con gran amor y, en recuerdo de su aventura le puso el nombre de
Edipo, o sea, "pies hinchados". Acaso el nombre mismo movió su propia
curiosidad y la ajena. Un día oyó decir que no era hijo de Pólibo, sino que
había sido recogido por sus padres adoptivos, esto lo turbó de manera que no
quedó tranquilo hasta no ir a Delfos a consultar el oráculo. Nada le respondió
al punto preguntado. En cambio, le anunció que mataría a su padre y se uniría
con su propia madre. Para evitar ambas monstruosas ocurrencias huyó de Corinto
y vagó a la Ventura. Llegaba cerca de Tebas cuando en un camino se encontró con
el rey Layo y por altercado de cesión de paso, hubo una lucha que terminó con
la muerte de este rey. Siguió su camino el joven y en él topó con la Esfinge,
la venció en la solución de sus enigmas y la mató. Librada Tebas de este
monstruo, hizo rey a Edipo y lo movió a casarse con la reina viuda Yocasta. Se
cumplió así el oráculo en todo. De la unión dos varones: Eteocles y Polinice, y
dos mujeres: Antígona e Ismenea.
No tardó en correr el
rumor de haberse realizado la profecía. Hizo el rey por saber la verdad. La
descubrió al fin. Él, desesperado, se sacó los ojos; su mujer y madre, se colgó
de una viga de su cámara nupcial.
Ya la versión de su
vida posterior varía en las leyendas. Como se ve, el argumento no fue
modificado por Sófocles. La leyenda, conocida, trivial, que corría en el vulgo,
fue elevado a la categoría de la más bella creación de arte dramático por
Sófocles
IV.- EL EDIPO DEL PSICOANÁLISIS.
Aquí
abordaremos los elementos que integran de manera general la noción del Edipo
como estructura, para que en capítulos posteriores, hagamos una revisión de su
dinámica en el proceso como tal.
-El Edipo positivo: Se le llama
así a los afectos y manifestaciones contenidas en lo que coloquialmente se
maneja como el "amor" hacia el progenitor de sexo diferente y los
"sentimientos agresivos" al del mismo sexo.[18]
-El Edipo negativo: Bajo los
mismos términos pero, a diferencia del positivo, los papeles están invertidos;
el "amor" se dirige hacia el progenitor del mismo sexo y los
"sentimientos agresivos" hacia el de sexo diferente.
-El Edipo completo: Se le
considera así al hecho de haberse integrado tanto el Edipo positivo como el
negativo. Este, por cierto, es el Edipo en sí, lleno de ambivalencias y
posiciones tanto activas como pasivas.
-El Edipo transgeneracional: el
que está comprendido más allá del propio Edipo, se refiere al Edipo de nuestros
padres, al de los padres de nuestros padres y de cómo fue vivido por ellos, y
al nuestro trascendido, es decir, cuando se actúe como “Edipo de los padres de
nuestros hijos”.
- El Edipo Ampliado[19]: Como el
transgeneracional, se refiere al Edipo de los padres y el de los padres de
ellos, es decir, desde un punto de vista del sujeto, que apunta a su historia
genealógica.
-El Edipo propiamente dicho o la
"Etapa edípica": periodo comprendido entre la fase fálica y el inicio
periodo de latencia, donde se produce la percepción de la diferencia de sexos y
los efectos de la amenaza de castración, es decir, la etapa de la vivencia de
la angustia de castración y el paso ulterior al periodo de latencia.
-El Edipo fase: topológicamente subdividido
a partir de la etapa edípica en el periodo previo o fase pre-edípica y la posterior, o pos-edípica.
-Edipo proceso: Constituye el
movimiento de origen-desarrollo-culminación,
de lo edípico, considerando las fases pre-edípica y pos-edípica con todos los
elementos que le dan forma.
-Complejo de Edipo: a decir de
Freud, el término fue aportado por Jung[20]y define la dinámica
y la culminación de todo el proceso edípico, en el que todos los elementos
heterogéneos que participan y que actúan entre sí, es decir, los modos
expuestos arriba, incluyendo lo transgeneracional y al Edipo ampliado, lo que darán
lugar al Edipo Estructura.
-El Edipo Estructura: Contiene a
todos los descritos, es el que finalmente da cuenta de la interrelación de
aquel Edipo transgeneracional, lo social, la educación, etc., es decir, lo
estructural entendido dentro de un sistema de relaciones, en donde cualquier
elemento que lo comprende al ser modificado, producirá un efecto o cambio desde
una perspectiva sincrónica o diacrónica: en el momento, o a través del tiempo.
Podríamos llamarlo simplemente “complejo”, sin embargo, la idea de estructura
da cuenta de un sistema y como tal, de su funcionamiento.
V.
ALGUNOS ANTECEDENTES DE LA TEORIA DEL EDIPO
De las
teorías del trauma y la seducción.
Sin
pretender hacer epistemología de la teoría del Edipo, haremos un recorrido por
los textos freudianos para encontrar cómo Freud fue construyendo la teoría, y
de qué manera su núcleo, estará constituido no sólo por sus descubrimientos
sobre la sexualidad infantil, sino también por la evolución de la teoría de la
seducción, la teoría del trauma, la fantasía, su propio autoanálisis, la
interpretación de los sueños y la constante evolución de la técnica,
relacionada con la práctica, y los descubrimientos derivados de dicha práctica,
en una retroalimentación constante.
Todavía
a principios del año de 1897, las teorías del trauma y la seducción,
predominaban en la concepción psicoanalítica, el registro de las vivencias y experiencias traumáticas en los niños,
ocupaban un lugar predominante en la concepción del desarrollo de las futuras
neurosis.
Freud
observó, aunque con dudas, que en muchos de los casos trabajados hasta
entonces, los "pacientes" referían escenas de seducción
protagonizadas por algún adulto cercano: el padre, la madre o quizá algún otro
personaje, pero importante para el niño. En términos generales, la seducción
producía cierto nivel de excitación que, ante una inmadurez psicosexual
inherente al niño, tendría como consecuencia una serie de efectos traumáticos
que darían lugar a determinada neurosis, y el tipo de neurosis dependería del
momento en el que dicha seducción se presentara. En el manuscrito “K” [21], anexo a una carta
a su amigo Fliess en enero de 1896,
presenta un esquema de la historia natural de una psiconeurosis:
“El
curso clínico de la neurosis defensiva es, en general, siempre uno y el mismo:
Una
experiencia sexual (o una serie de experiencias) que es prematura y traumática y que debe ser reprimida; La represión de esta experiencia en alguna
ocasión ulterior que suscite su
rememoración y la consiguiente formación de un síntoma primario;
Una
fase de defensa eficaz que se asemeja al estado de salud normal, salvo por la existencia
del síntoma primario; Una fase en la cual retornan las ideas reprimidas, formándose síntomas nuevos durante la
lucha entre aquellas y el Yo, que constituyen
la enfermedad propiamente dicha.”[22]
Freud
presenta su teoría de los traumas infantiles en tres artículos publicados en 1896: “La herencia y la
etiología de las neurosis”[23], “Nuevas
observaciones sobre las neuropsicosis de defensa”[24] (los dos terminados
en febrero de 1896), y “La etiología de la histeria”[25] (presentado como
conferencia en abril y para publicación en mayo del mismo año). Los tres
artículos desarrollan las ideas expuestas en el Manuscrito “K”[26], y en el “Proyecto
de una psicología para neurólogos”[27], el cual estaba
escribiendo, sugieren la participación del trauma en la formación de las neurosis; en la histeria,
como resultado de una vivencia pasiva; y
en las obsesiones, de una vivencia activa a partir de la agresividad
infantil. En los dos últimos artículos,
Freud expone la idea de la relación entre el trauma y la edad del niño como
factor en la determinación de la neurosis a desarrollar.
Durante
este periodo, trabajaba ya con la interpretación de los sueños, pero otro
importante suceso va desarrollándose y dará finalmente con lo que podríamos
considerar la invención del psicoanálisis, es decir, el llamado
"autoanálisis" de Freud. A
partir de la correspondencia con su amigo Fliess, Freud analiza y confronta sus
ideas, vinculadas con las propias experiencias infantiles. Descubre en sus
propias motivaciones inconscientes, los orígenes de sueños y fantasías y de
ahí, no precisamente por extensión, sino aplicando ya la teoría psicoanalítica que
utilizaba con sus pacientes, en una suerte de retroalimentación, detecta y
delimita la problemática de ambas partes, estableciendo modelos y determinando universales
en el acontecer psíquico; tal es el caso del Edipo.
La
Fantasía
Su
autoanálisis y la interpretación de los sueños, lo orillan a delimitar la importancia de la seducción y el
trauma, a favor no ya de un hecho real vivido, sino abriendo el campo al
concepto de la fantasía. En varias cartas a Fliess durante la primavera de
1897, introduce esta noción en su teoría de las neurosis. Observa que el
análisis de los enfermos neuróticos revela fantasías reprimidas y sugiere
entonces que éstas se inspiran en experiencias sexuales infantiles y que se
construyen con la intención de bloquear el recuerdo de tales experiencias.[28]
Habiendo
confrontado las fantasías de sus
pacientes con ideas reprimidas que no
eran un recuerdo directo de las verdaderas experiencias de los
pacientes, Freud propuso una explicación que se ajustaba a su teoría en curso.
Llegó a la conclusión de que las fantasías eran reelaboraciones imaginarias de
las experiencias sexuales infantiles y por analogía, con la formación de
síntomas[29], sugirió que tal
reelaboración respondía a los intereses de la represión. Afirmó entonces, que
las fantasías reprimidas son formuladas al igual que los síntomas, es decir,
como una formación de compromiso entre el recuerdo patógeno y el yo represor.
Aparentemente,
la teoría de la fantasía ponía en tela de juicio a la teoría de la seducción y
a la teoría de los traumas. El eje central consistía en tratar de definir con
claridad, si el material proveniente del análisis, lo que los pacientes
hablaban con Freud eran recuerdos o
fantasías. En una carta del 28 de abril de 1897, [30] al inicio
justamente de la confrontación teórica de la seducción con la fantasía, y a
propósito de un sueño propio relacionado con su amigo Fliess, le escribe que: “(…)yo mismo todavía estoy muy en duda en todo lo referente a las figuras
paternas....).”[31],
y entonces se refiere a lo dicho por una paciente esa misma mañana: “su padre,
un hombre tan noble y respetable en apariencia, solía acostarla regularmente en
su cama entre los ocho y los doce años, practicando con ella eyaculación
externa (...) cosas similares y aún peores debían haber ocurrido en su más
temprana infancia”. Había elementos lo
suficientemente contundentes para considerar en sus pacientes ambas cosas, en
ocasiones podía ser un recuerdo, pero en la mayoría de los casos, se trataba de
una fantasía que aún siéndolo, tenía la misma fuerza e intensidad de un hecho real, y esta es una conclusión
fundante para la teoría psicoanalítica. Si la fantasía producía en lo psíquico,
los mismos efectos que un hecho real, podía entonces sustituir en determinados
casos, lo que hasta entonces se consideraba como un hecho de seducción
verdadero. La fantasía como una vía de satisfacción alternativa de un deseo
frente a la presión de un principio de Realidad que intenta imponer en el
sujeto las condiciones de una socialización, un deseo que, habiendo renunciado
a su satisfacción en el mundo de lo real, encuentra en el reino de la fantasía
una restitución.
Al
mencionar en su correspondencia las fantasías neuróticas, el recuerdo pasa
entonces a un segundo plano, ya que Freud discute el papel de los “impulsos”
sexuales en las neurosis, y dice: “...las estructuras psíquicas que en la
histeria son objeto de la represión no son, en realidad, los recuerdos... sino
impulsos derivados de las escenas primarias (esto es, de las experiencias
sexuales patógenas)”,[32] y evidentemente a
cargo de las fantasías. Este nuevo acento en los impulsos, surgió en gran
medida a partir de una consideración de la distinción entre la etiopatogénesis
(origen) de las perversiones y el de las neurosis.
Fantasía
y Perversión
Para las
perversiones, consideraba que el factor clave era la persistencia de impulsos
anormales y que se manifestaban de manera polimorfa, desencadenados a partir de
la experiencia infantil, y predominando en ellos cierto nivel de placer. Por
otro lado, en los casos en que se desarrolla la neurosis, la represión se
dirigía principalmente contra dichos impulsos anormales y no simplemente contra
el recuerdo del suceso traumático. La disyuntiva entre recuerdo y fantasía,
daba cuenta de la gestación imperiosa en su teoría, de la noción de deseo,
aunque desde nuestro punto de vista, también la discusión que planteaba sobre
los impulsos, tenía como propósito, recuperar una parte importante de la teoría de la seducción en la etiología de las
neurosis, pero ahora a partir de las fantasías, y por otro lado, de la
experiencia perversa. Queda claro al
final de la obra freudiana que, como una constante epistemológica, las teorías
“superadas” nunca quedan fuera de la teoría general, sino que se integran a lo
nuevo y se ponen en práctica bajo nuevas condiciones.
Asevera
que los impulsos perversos (rasgos, diríamos), son fáciles de distinguir en los
enfermos neuróticos, y supone que tales impulsos se deben a alguna experiencia
sexual inusitada en la infancia[33]. Así pues, esto
implica que, aun si se ponen en duda las historias vivenciales de seducción
infantil relatadas por los pacientes, la presencia de los impulsos (rasgos) perversos,
indicaría que sí debe haber ocurrido un suceso como el referido, aunque ya no
necesariamente como real, sino compuesto por la fantasía y el deseo.
“Los impulsos hostiles contra los
padres (el deseo de que mueran) constituyen también elementos integrantes de
las neurosis. Parecería que este deseo de muerte se dirige en los hijos contra
el padre y en las hijas contra la madre”.[34]
Freud relaciona
estos deseos de muerte con los celos sexuales y con un deseo de acercamiento
sexual con el padre sobreviviente El único ejemplo de impulsos infantiles de
éste tipo referidos por él, se relacionan con el deseo de muerte del padre del
mismo sexo.
Ya no
creo en mi neurótica
Freud siguió
sustentando la teoría de la seducción durante los siguientes meses, pero en una
carta dirigida Fliess en septiembre de 1897, le dice “Ya no creo en mi
neurótica”[35]. Con esta famosa
frase, da a entender una renuncia a las concepciones anteriores basadas en el
trauma y la seducción, e inaugura una nueva tendencia del psicoanálisis que
parte de la fantasía y el deseo. En
dicha carta, puntualiza las razones:
1. -Los continuos desengaños por no poder concluir el
análisis, las deserciones y la imposibilidad de explicarse los resultados
parciales de una manera más profunda.
2. - La poca probabilidad de que
los actos perversos cometidos contra niños posean un carácter general, es
decir, que tantos padres fueran culpables de abusar sexualmente de sus hijos.
3. - la innegable comprobación de
que es imposible distinguir la verdad frente a una ficción afectivamente
cargada, es decir, entre las ideas reprimidas surgidas a partir del análisis.
4. - La consideración de que ni
aún en la psicosis más profundas, los
recuerdos inconscientes logran superar la resistencia, por lo que los secretos
de las experiencias infantiles no pueden ser descifrados.
Al enumerar los
motivos, hace una referencia indirecta a su autoanálisis, declara que no podía
aceptar la insinuación de que “todos los casos obligaban a atribuir actos
perversos al padre, sin excluir al mío[36]”. La mención de su
padre indica que había descubierto ideas reprimidas que había conectado en
otros casos con abuso paterno. El hecho
de que no encontrara tales pruebas de abuso en su propio caso lo ayudó a
convencerse de que la teoría de la seducción era insostenible como tal. Descubrió
en cambio, recuerdos de episodios sexuales menos dramáticos, que involucraban a
la mujer que había sido su niñera: No da muchos detalles en este sentido, solo
que “ella era mi maestra en cosas sexuales”[37]. Sin embargo, las
experiencias con su niñera no podían explicar los sentimientos hostiles en
contra de su padre, y no podía descubrir un suceso inusitado cualquiera que
hubiese podido inducir tales sentimientos. Recordaba solamente, haber visto desnuda
a su madre en una ocasión, a la edad de dos años aproximadamente (lo que podría
indicar ese recuerdo en si mismo, otra fantasía). En ausencia de cualquier otra
explicación, llegaba a la conclusión de que esto debe haber servido para
suscitar impulsos sexuales y generar los celos contra su padre. Tal escena
parecía más bien trivial, por lo tanto especuló que la atracción sexual
infantil por la propia madre y los celos contra el padre probablemente
constituyeran un fenómeno universal. Veamos la siguiente cita de Freud, por
significativa e ilustrativa del proceso de teorización del Edipo:
“También
en mí comprobé el amor por la madre y los celos contra el padre, al punto que los considero ahora como fenómeno
general de la temprana infancia... Si es así se
comprende perfectamente el apasionante hechizo del Edipo rey, a pesar de todas las objeciones radicales contra la idea
del destino inexorable que el asunto presupone...
El mito griego retoma una compulsión del destino que todos respetamos porque percibimos su
existencia en nosotros mismos: Cada uno de los espectadores
fue una vez, en germen y en su fantasía, un Edipo semejante, y ante la realización onírica trasladada aquí a la realidad todos
retrocedemos horrorizados, dominados por
el pleno impacto de toda la represión que separa nuestro estado infantil de nuestro estado actual”.[38]
En
cuanto a la técnica, recordemos que cada modificación teórica y los avances en
su autoanálisis, producen al mismo tiempo una evolución en la técnica. Freud
llega a la conclusión de que la técnica de la presión sobre la frente, es
decir, el procedimiento mediante el cual colocaba su mano en la frente de la
paciente, alentaba la narración de historias de seducción. El surgimiento del
método de la asociación libre, fue resultado y factor, que permitió a Freud
reconocer las historias como fantasías. En su “autobiografía” escribe:
“Antes de adentrarme
más en el estudio de la sexualidad infantil he de reconocer un error. Al que sucumbí durante algún
tiempo, y que hubiese podido serme fatal. Bajo la
presión del procedimiento técnico que entonces usaba, reproducían la mayoría de
mis pacientes escenas de su infancia
cuyo contenido era su corrupción sexual por un adulto...supuse
haber hallado en estos sucesos de corrupción sexual durante la infancia las fuentes de las neurosis
posteriores...Cuando luego me ví. forzado a reconocer
que tales escenas de corrupción no habían sucedido realmente nunca, siendo tan sólo fantasías imaginadas por mis
pacientes, a los que quizá se las había sugerido
yo mismo, quedé perplejo por algún tiempo.” [39]
Cabría
suponer que los desengaños terapéuticos, la dificultad para comprobar las
historias de seducción, la evolución de la técnica, el trabajo que Freud venía
realizando sobre la importancia de los sueños y el desafío planteado por el
descubrimiento de las fantasías, habrían generado un efecto acumulativo para el
cambio, y a modo de catalizador, el autoanálisis de Freud, emprendido tiempo
atrás.
El
autoanálisis le revela impulsos e ideas reprimidas comparables con las
encontradas en los análisis de enfermos neuróticos. Descubrió en particular, la
existencia de impulsos hostiles dirigidos contra el propio padre, los cuales
había considerado como prueba de que alguna experiencia traumática debía haber
ocurrido en la niñez. Sin embargo no lograba recordar tales experiencias, y
tampoco pensaba que realmente habían tenido lugar. Las conversaciones con su
madre, en las que trató de descubrir los sucesos que están detrás del material
reprimido revelado por el autoanálisis al parecer fortalecieron la idea de que
las seducciones del tipo que había planteado para sus pacientes nunca habían
ocurrido en su propio caso.
Al
reconocer los impulsos edípicos como fenómenos normales, y al desplazar la importancia de las seducciones a una serie
de vivencias sexuales menos espectaculares, Freud sugiere ahora que el origen
de la psiconeurosis conlleva una interacción entre las experiencias sexuales
por un lado, y los impulsos sexuales infantiles normales por el otro. Las
viejas historias de seducción que sus pacientes exteriorizaban en el análisis,
pasan a ser fantasías, y dichas historias son percibidas ahora como algo más
que una reelaboración de los sucesos reales, son más bien un embellecimiento
erótico de los sucesos. Freud sostiene entonces que las fantasías son
simplemente manifestaciones psíquicas de tales impulsos sexuales
patológicamente intensos.[40]
Hubieron
de pasar varios años para que Freud encontrara la respuesta que integrara la
discusión y lo que en apariencia ocurría con tanta frecuencia. Como hemos
dicho, la importancia de su autoanálisis y
de los sueños como una manifestación de la dinámica del conflicto
psíquico, trajo a escena el papel de la fantasía y el deseo como parte
integrante y fundamental del mismo.
VI.-
El deseo en el Edipo.
Para
considerar a los padres como objeto de deseo en el Edipo, es necesario
considerar brevemente cómo se origina esta relación. Cuando el bebe nace, no
está constituido todavía su yo definitivo[41], por lo tanto
tampoco el objeto. Existen diversas posturas que plantean desde un yo temprano,
hasta un yo primordial, sin embargo, y para todos, el objeto completo de deseo,
aún no está conformado. Para que ello ocurra deberá de darse un proceso cuyo
resultante será el yo propiamente
dicho y una pérdida concomitante[42]. El ser humano, es una
especie del reino animal que nace con un desarrollo neurológico en ciernes. Su
maduración, a diferencia de otros mamíferos, se realiza después de su
nacimiento, y es por ello que la cría humana dependerá absolutamente de una
madre o de una función que lo soporte para sobrevivir los primeros meses de su
vida. En el niño recién nacido no hay una distinción entre mundo interno y
externo, las necesidades básicas deben estar cubiertas por la madre, el bebé
vive su mundo en una relación de estricta dependencia con ella, es el momento
de la diada, el momento de un solo objeto “el bebé y su madre”.
Progresivamente, aunque Freud se refiere a momentos para análisis ya que el
suceso ocurre en un instante[43], ante la ausencia y
necesidad del alimento, a diferencia nuevamente de otros animales que buscarán
su sustento, el bebé humano desarrolla en su lugar, el primer acto psíquico
propiamente dicho: La Alucinación Primaria[44] que consiste en representarse
la imagen del objeto nutricio ausente por el momento (pecho, biberón), y a
manera de alucinación “alimentarse” de él. Podemos observarlo cuando al bebé,
tranquilo, dormitando, realiza movimientos de succión con su boquita sin objeto
alguno en ella. Piera Aulagnier[45] afirma que si
hay una ruptura en el equilibrio de la relación con la madre, lo que a posteriori se designará como
sufrimiento, la psique responde con el único elemento del que dispone; la
alucinación que niegue ese estado de falta. Hasta estos momentos, el niño
desconocía la necesidad, solamente “conoce” el estado que la psique deseará
reencontrar, de ahí la búsqueda de quietud y de un estado de no deseo que
constituyen el propósito ignorado aunque siempre operante del deseo.
Hablamos
de un cuerpo y de la necesidad de satisfacer las necesidades fisiológicas
nutricionales, y la alucinación no le quitará el hambre real. Aquí podemos decir que lo psíquico está apuntalado
en lo biológico.
El
bebé volverá al llanto y establecerá una demanda. Identificará al pecho como un
objeto ajeno, extraño, separado de él, “ingrato”, al cual le depositará todos
los sentimientos agresivos y malos. Se inaugura entonces un mundo exterior
donde es depositado todo lo malo y nocivo, y un mundo interior donde estará lo
bueno y positivo, pero el primer objeto, ese objeto mítico de origen, de
unidad, de fusión y complemento, ha desaparecido.
Al
constituirse la otredad se produce una pérdida, algo falta, algo que jamás
podrá ser recuperado ya, que era parte de un momento previo al yo y que le
pertenecía antes de constituirse y entra en escena el deseo, el deseo por
recuperar un objeto perdido, no simbolizable como tal.
Es
importante aclararlo, donde puede interpretarse la falta o ausencia, surge el
deseo por la búsqueda de un objeto perdido, un objeto que le pertenecía, una
“otra mitad” perdida al romperse la fusión de la diada hijo-madre, algo que le
pertenecía al sujeto pero que es inalcanzable ya, algo que es a-material, un Das-Ding,[46] o un “complejo del
prójimo o semejante”[47] que marcará el
deseo y la búsqueda eterna por re-encontrarlo.
Ahora
bien, es la madre, como figura, la que le dará la protección, el afecto, el
cuidado, etc., al bebé. Constituye el primer personaje que el niño identificará
en su completud a un objeto relacionado con el objeto perdido original. Ese deseo es el que constituye
entonces el deseo por la madre, deseo que jamás podrá satisfacer en plenitud
por múltiples razones, entre las cuales citamos cuatro: La primera, porque el
objeto perdido al que apunta recuperar no existe ya, la segunda, porque existe
en el ámbito social algo que es parte constitutiva del principio de realidad:
la ley de la prohibición del incesto y la tercera, como veremos más adelante,
el peso de la función padre y su corte. Lo sexual entonces no será genitalidad,
sino “erogeneidad”, “narcisismo primario”, en tanto afectos y sensaciones,
“misiones imposibles” en el intento de recuperar un objeto inexistente y de la
falta.
Instaurado ya un deseo de naturaleza edípica,
un principio de realidad lo "confronta" y obliga a que
paradójicamente en función de ese mismo placer se produzca una represión del
deseo. De ahí la cuarta razón, ya que de obtenerse la
satisfacción de ese deseo, el sufrimiento, angustia y “castigo” concomitante
pesarán más que lo que pudiera haber obtenido de placer. El deseo es reprimido
frente al resultado que se derivaría de su satisfacción, es decir, la
satisfacción de ese deseo, acarrearía aún más displacer para el Yo que placer.
VI. La Figura de los Padres.
Cuando
hablamos de los padres en el Edipo, es importante aclarar que no importa el
individuo como tal, sino el papel que desempeña en el proceso edípico del
niño. La escuela francesa tiene
establecidos criterios importantes que clarifican esta diferencia, y para ello
asumen la idea de Función como la correspondiente al lugar que ocupan los
padres.
A lo largo
de toda la obra freudiana, el concepto de función no está presente y aunque no
a la manera francesa, cuyo tema no está a discusión aquí, Freud fijará las
reglas que cada rol debe desempeñar y que finalmente desarrolla, en el Edipo.
Debemos
entender la función en su acepción más simple, es decir, que desde la
perspectiva de los padres constituye cada uno de los usos del lenguaje para representar
la realidad, expresar los sentimientos del hablante, incitar la actuación del
oyente o referirse metalingüísticamente a sí mismo, o bien, como la relación
que los elementos de una estructura gramatical mantienen entre sí.[48]En
términos prácticos, hay que entender que la Función
podrá ser desarrollada no necesariamente por la madre o el padre mismo, sino
que puede ser ejercida por cualquier otro adulto cercano; quizá la abuelita, la
hermana, la tía, o en el caso del padre, por el abuelito, hermano, etc.,
Incluso el padre y la madre misma pueden representar en forma alternada ambas
funciones.
En términos generales y solo como un
señalamiento, diremos que la función madre (no entendida desde el género ni
desde la figura como tal), erogeniza al niño, es propiciatoria de la
instauración de la falta inicial, de su deseo. Pero también es la función
responsable de darle acceso a la función padre en el corte necesario que el
niño deberá experimentar en relación con ella. La función padre, más allá de lo
imaginario, consistirá en producir ese corte: la separación del niño de sus
ligas simbióticas con la madre, y de ahí, a través de ser portador de la
representación de la ley y lo prohibido, instaurar el no retorno y
certificar la falta,[49] certificar al niño
como un sujeto deseante, pero bajo nuevos horizontes.
VII.
EL EDIPO, SU PROCESO Y RESOLUCIÓN
La
castración.
Freud escribe:
“Cuando el niño concentra su interés sobre los genitales, se expresan manejos
manuales y no tarda en darse cuenta de que los mayores no están conformes con
aquella conducta. Más o menos precisa, más o menos brutal, surge la amenaza de
privarle de aquella parte tan estimada de su cuerpo. Esta amenaza parte casi
siempre de alguna de las mujeres que rodean habitualmente al niño, las cuales
intentan muchas veces robustecer su autoridad asegurando que el castigo será
llevado a cabo por el médico o por el padre”[50].
En
algunos casos llevan a cabo por sí misma, una atenuación simbólica en su
amenaza anunciando no ya la mutilación del órgano genital, sino la de la mano,
activamente pecadora, o con otro tipo de sentencias y amenazas, particularmente
dirigidas hacia la niña. En otras ocasiones, el niño no es amenazado por juguetear
con el pene,
sino por mojar todas las noches la cama. Sus mayores se conducen entonces como
si esta incontinencia nocturna fuese consecuencia y testimonio de los jugueteos
con el órgano genital y probablemente tienen razón. Pero esas amenazas son
vistas por el niño como imposibles, como poco representables en su dimensión
real, sin embargo, hay un momento fundamental: cuando los niños se dan cuenta
de la diferencia sexual, de la diferencia sexual anatómica y de hecho inaugura
la fase fálica. El varoncito, al reconocer en la niña una diferencia que antes
no le parecía significativa, le da un nuevo sentido y un nuevo valor, es decir,
resignifica aquellas amenazas emitidas cuando evidenciaba alguna inquietud sexual.
Es entonces que surge la fantasía de la castración[51].
Los
dichos comunes como "déjate ahí que se te va a caer" o un simple
"vas a ver cuando llegue tu papá" son resignificados ahora sí como
una amenaza de castración real, que en el caso de la niña dejó de ser amenaza
para convertirse en realidad. A partir de entonces, la posibilidad de una
herida narcisista como esa, acompañada de una angustia (de castración) hace que
el niño transite de una posición activa de amor y deseo hacia la madre (Edipo
positivo), a una posición pasiva y de sometimiento a la norma o ley
representada por el padre[52]. Como consecuencia de ello obtendremos primero
un proceso de identificación con la
madre y un sometimiento al padre (Edipo negativo), y posteriormente una
introyección e identificación con el esquema de valores del padre que dará como
resultado un cambio de objeto. El niño "interpreta" esto como una
promesa que el padre le brinda de "aceptar" someterse a su ley, es
decir, la promesa de gozar de otros objetos, mas nunca del que pertenece al
padre.
Esa
identificación con el padre y sus valores, acompañados de una renuncia del
objeto primario de satisfacción, a decir de Freud, son las condiciones que
determinan la estructuración del Superyó en el niño y la consecuente disolución
o Sepultamiento del Edipo. Superyó que perpetúa la prohibición del incesto y
garantiza al yo contra el retorno de las
cargas de objeto libidinosas. Las tendencias libidinosas correspondientes al
complejo de Edipo quedan en parte desexualizadas y sublimadas, y en parte
inhibidas en cuanto a su fin y transformadas en ternura. Este proceso desde la
perspectiva del niño, ha salvado los genitales, apartando de ellos la fuerza
“real” de la amenaza de castración; pero, por otra parte, los ha paralizado,
despojándolos de su función. Con él empieza el periodo de latencia que
interrumpe, aparentemente, la evolución sexual del niño.
Freud
afirma que, mientras que el niño en la fase fálica y a consecuencia de la
angustia de castración culmina o sepulta
el Edipo, constituyéndose el Superyó, en la niña el proceso apenas comienza.
Mientras que en el niño el cambio debe hacerse de objeto, en la niña deberá
producirse un doble cambio; de objeto y de zona erógena.
En
la niña ocurren algunas variaciones. También el sexo femenino desarrolla un
complejo de Edipo, un Superyó y un periodo de latencia. También pueden serle
atribuidos asimismo un complejo de castración y una organización fálica, pero
no bajo los mismos lineamientos. La diferencia anatómica ha de manifestarse en
variantes del desarrollo psíquico. El primer objeto de amor de la niña también
es la madre (Edipo negativo) y como zona erógena genital primaria es el
clítoris. La niña transmutará objeto de género femenino por objeto de género
masculino, además de cambiar de clítoris a vagina en lo que se refiere a zona
erógena[53].
El
clítoris de la niña se comporta al principio igual que en el caso del pene del niño, posee las
mismas inervaciones y por tanto sensaciones durante esta etapa pre-genital, pero
cuando ella vivencia la diferencia sexual anatómica, encuentra pequeño el suyo
y siente este hecho como una desventaja que ya desde lo social, y esto es
importante, en ese constante bombardeo de una sociedad androgénica y en el
poder, se le venía imponiendo. Durante algún tiempo se consuela con la
esperanza de que crezca, hay una negación y una fantasía, pero progresivamente
la “esperanza” se diluye. La niña no parece atribuir esta castración a todas
las mujeres, sino que les atribuye, de completo acuerdo con la fase fálica, un
genital masculino completo, pero va desarrollándose en ella una identificación
negativa con la madre, es decir, a ella, semejante en constitución anatómica a
su madre, la responsabiliza de esta situación de aparente carencia
La
niña asume la castración, pero se enfrenta a ella de forma defensiva y
propiciando la búsqueda de su feminidad[54], mientras que el niño
teme la posibilidad de su cumplimiento. Sin embargo, hay que insistir en el
hecho de que la castración no implica en la mujer un sometimiento, una
abnegación o una renuncia a lo que el pene puede brindarle en esta sociedad,
sino una sustitución o cambio de proyecto.[55]
Para
simbolizar dicha castración, la niña pasa por una posición pasiva también,
cambiando así el objeto edípico de deseo al padre (Edipo positivo) y
manteniéndose la esperanza de que algún día ella recuperará lo perdido, realiza
la llamada ecuación simbólica, donde el deseo por un pene será transformado
por el deseo de un hijo. Su complejo de Edipo culmina en el deseo, retenido
durante mucho tiempo, de recibir del padre, como regalo, un niño, tener de él un hijo, será finalmente la
culminación de la “esperanza” de que algo le creciera a ella también. El
complejo de Edipo es abandonado luego lentamente, porque este deseo no llega
jamás a cumplirse.
La
ecuación pene-hijo concluye así con un proceso, pero éste no termina como en el
niño con la estructuración del Superyó, ya que el hijo que desea tiene como
padre al propio progenitor de la niña. Para Freud, y sí que causa polémica, en
la niña no se termina de estructurar el Superyó, pero analicémoslo, la premisa
a discutir no sería ésta, no se trata de asumir posturas feministas o misóginas, lo que debemos considerar es si
realmente en el varón se produce un sepultamiento, si verdaderamente es ahí
donde se "acaba" de estructurar el Superyó, lo cual definitivamente
no es así, ya que el “nuevo” objeto del varoncito, siempre tendrá un referente
con el originario como aquí se ha dicho, y por lo tanto, con la madre también.
Un resumen de lo expuesto por
Massota sirve de colofón, y esquemáticamente se encierran en cuatro axiomas o advertencias fundamentales[56]:
-La primera, los determinantes
empíricos de la castración, que consisten en hechos observables en las
conductas del niño o en ciertas conductas ejercidas hacia él, tal es el caso
del toqueteo de sus genitales, las amenazas que recibe, la percepción de la
diferencia anatómica de sexos, lo que dará como resultado una fantasía de
seducción.
-La segunda, un axioma de
estructura, lo refiere a una articulación de base que enuncia de la siguiente
manera: “Si la madre no tiene falo, entonces el sujeto infantil no es el falo
de su madre, lo que significa el derrumbe del narcisismo infantil”[57] lo que dará acceso
a la búsqueda de una nueva sexualidad, es decir, que el sujeto pueda darse o no
una historia de sujeto sexuado, es aquí donde el agente de la castración, a
saber, la función padre, decide y sella la estructura.
-El tercer axioma reafirma que lo
que está en juego en el complejo de castración es el pene, y ningún otro tipo
de pérdidas.
-El cuarto, que el Superyó no es
la función padre, sino su producto. “Y hasta me atrevería a decir que la
relación entre ambos es inversamente proporcional: a la fortaleza de uno
corresponde la improbabilidad de la otra”.[58]
VIII.
EL OMBLIGO DE EDIPO. LA ORGANIZACIÓN DE LA PERSONALIDAD: LAS ESTRUCTURAS.
Como
hemos observado, en la constitución del Edipo, en su proceso, y en la
estructuración que de él se origina, intervienen numerosos factores, a saber, la
búsqueda de un objeto para re-encontrarlo, una función madre que erogeniza el
cuerpo del niño y da origen al significante del padre o ha lugar a la
intervención de la función padre en el corte, de ahí, la angustia de castración
que lleva en su proceso la ecuación: amenaza-diferenciación
anatómica-resignificación de la amenaza. De la manera en la que se conformen o estructuren
todos estos elementos, será que el sujeto acceda a la sexualidad neurótica,
perversa o psicótica. Esto afirmaba Freud insistentemente durante casi toda su
obra, hasta que la importancia de impulsos agresivos y la teorización en
Pulsiones de Vida y pulsiones de Muerte, agregaron elementos para la
determinación de la organización, cuyo
tema será tratado en otro momento.
En
el caso de la neurosis, hablamos de una madre que a partir de su propio Edipo,
surge la ecuación pene=hijo, madre deseante que da un lugar predeterminado al
hijo en la estructura, pero que al mismo tiempo, en tanto castrada
simbólicamente, brinda el acceso a una función padre que en el pacto que
realiza con el hijo, éste sea un sujeto deseante y sexuado que perpetuará la
ley de prohibición del incesto.
Ante otras
situaciones, la madre, no habiendo simbolizado la castración (o mejor dicho, negándola
o quizá renegándola), mantiene el deseo del pene de manera literal en la
ecuación pene=hijo, de forma tal que se convierte en una ecuación
pene=hijo=pene, imposibilitando el
acceso a una función padre que realice la separación, dando lugar a un sujeto
que renegará la castración, ya que siendo él el Pene (con mayúsculas) de mamá, en
la disolución del Edipo su herida no sería narcisista como en el neurótico,
sino de muerte, refugiándose entonces en el fetiche y en las demás derivaciones
perversas.
En la psicosis, la
función padre aparece en escena no como de corte, sino como de anulación del
deseo. El padre es El Pene, y no puede haber otros ya que resignificaría una
castración que reniega, es, la de éste padre, una función no amenazante sino
violenta que impide la separación del niño con la madre manteniéndolo en una
simbiosis con ella, y obligando por otro lado, a que la representación de la
ley a perpetuar sea repudiada[59], vacía, ausente, ya que no se trata aquí, como
en la neurosis, de que al niño se le prohíba el incesto y que así pueda desear
a otra mujer. En este caso, la función padre actúa para matar el deseo, para
hacer del sujeto, un sujeto no deseante que lo amenace en su trono.
Esta visión
esquematizada del origen de las estructuras neurótica, psicótica y perversa a
partir del Edipo, deben entenderse como un modelo para la comprensión de las
mismas. Esto no quiere decir que necesariamente el padre del psicótico debe ser
un perverso, o que la madre de éste sería una histérica. Aquí como modelo,
debemos tratar de comprender el punto de vista del sujeto, es decir, el del
hijo, es decir, de cómo él o ella viven la experiencia en la relación con sus
padres y las funciones.
XIX.
ALGUNAS PREMISAS FINALES QUE A MANERA DE RESUMEN CONSTITUYEN EL EDIPO.
Premisa 1. Para hablar del Edipo, tenemos que hacerlo como
un todo, considerando todos los elementos que lo componen, es decir, en su carácter
de proceso, estructura, fase y desde luego, a partir de una perspectiva transgeneracional.
Premisa 2. Hablar del deseo edípico, debe considerar
como referencia inicial, la búsqueda de un objeto perdido para re-encontrarlo,
objeto que en la infancia, queda representado por la madre o quien lleve a cabo
su función en primera instancia.
Premisa 3. Las creencias
infantiles previas a la genitalidad, hacen suponer que no hay una diferencia
anatómica en lo sexual, todos tienen un órgano prominente sensible, lo que
llamaremos pene, clítoris u órgano sensible propiamente dicho.
Premisa 4. Desde la perspectiva freudiana, cuando
hablamos de angustia de castración, lo que está en juego es la pérdida
simbólica del pene, no de alguna otra cosa, falta o carencia.
Premisa 5. Las prácticas
autoeróticas y aquellas relacionadas con la sexualidad infantil (juegos), que
están relacionadas
con ese órgano sensible, se ven amenazadas por prohibiciones verbales (en el
mejor de los casos) que apuntan a suponer la posible pérdida de dicho órgano en
caso de persistir con dichas prácticas.
Premisa 6. En la fase fálica, las
amenazas verbales se convierten en amenazas con posibilidad de ser reales frente a la
comprobación visual de la diferencia sexual anatómica. En respuesta, los
infantes niegan la posible castración y surge la fantasía de la existencia de
un pene
que algún día crecerá.
Premisa 7. La angustia de
castración se profundiza, la madre está castrada. Aquí el camino de la niña y
el niño se bifurcan.
Premisa 8. El niño asume la
posición pasiva frente la amenaza paterna y cede el objeto, elige en un acto de
preservación narcisista, salvar su pene y se identifica con los valores paternos.
Premisa 9. La niña al saberse
castrada como la madre, le adjudica a ésta la responsabilidad del hecho, surge
el deseo de poseer un pene, el cual encontraría su resolución en la ecuación
pene-hijo, cambia el deseo de un pene por el del hijo pero de su padre,
cambiando así también el objeto (de madre a padre) y la zona erógena (de
clítoris a vagina).
Premisa 10. Solo a partir de la
angustia de castración en un caso, y a la simbolización o asunción de la
castración en el otro, es que el sujeto se hace sexuado, queda “habilitado”
para encontrar un objeto diferente al de los padres.
JLGF
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[3] Ibíd.
[5]
Leclaire señala que esta forma de interpretar como resistencial, es parte del
esquematismo interpretativo.
[6] Lacan, Jacques. “La
relación de Objeto”, Seminario 4. p.206.
[7]
Perrés, José. Freud y la ópera. 1985.
[8] El
Dr. Guillermo Delahanty, a quien agradezco el comentario, señala que en los
estudios realizados sobre las obras de Mahler (Theodor Reik, Kohut), referentes
a la escucha de la música, no es viable encontrar un conflicto edípico en el
material propiamente musical, es decir, en la estructura armónica. En cambio,
en la esfera literaria y escénica, como en la ópera, es más fácil hallar el
contenido de un conflicto edípico en la representación, hay una narrativa
factible de interpretación, pero tal vez no en la música de manera directa. Quizá
un conflicto del compositor lo lance a un tipo de fraseo musical, sin embargo,
aún esto es indescifrable.
[9] Las tragedias, las
madonnas, etc., son tratadas aquí no como una lectura histórica de la inserción
del Edipo freudiano en la cultura, sino haciendo una lectura retrospectiva
desde el presente con un sesgo psicoanalítico, lo que denota que la
problemática expresada en la obra, y bautizada por Freud como Edipo, antecede a su
teorización.
[11] Platón. Geórgicas,
523. p.807.
[12] Abbagnano, Nicola
Diccionario de Filosofía. 1974. p.808
[13]
Ibíd.
[14] Nos recuerda lo que Freud escribe sobre el mito del
asesinato del padre como fundador de la cultura.
[15] Freud, Sigmund. La
interpretación de los sueños; Sueño de la muerte de personas queridas.
Pp.498-511.
[16] El tema, que provenía de una
leyenda, fue tratado también por los otros dos trágicos. Lo hizo Eurípides
y Esquilo, en la trilogía Layo, Edipo y Siete
contra Tebas.
[17] Sófocles. Las
siete tragedias, Sepan Cuantos, Porrúa. Introducción de Ángel María
Garibay. México 1975.
[18] EL Edipo Positivo,
Negativo y completo, puede estudiarse en términos de identificaciones en Freud,
El Yo y el Ello. Capítulo III. Obras
Completas. Tomo III. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid. 1981. 4ª edición. Pp.2713. Y abordando la ambivalencia en el
Capítulo. del libro sobre el
presidente Wilson. En Freud, Sigmund. T. W. Wilson: un estudio psicológico.
Editorial Letra viva. Buenos Aires. 1973
[19] Masotta, Oscar. Ensayos
lacanianos. 1976. p.161.
[20] Jung
define un complejo como un grupo de ideas asociadas o tendencias de respuesta
que comparten un tono emotivo común y que poseen raíces psicógenas comunes. Es
éste uno de los conceptos centrales del sistema junguiano, al que denomina
Komplexe Psychologie. Ver P. Janet, J.C.
Flügel et al. La Psicología Profunda,
Capítulo. IV. Editorial Paidós. 1ª
Edición en castellano. Buenos Aires. 1966. pp. 78-79.
[21] Freud, Sigmund. Correspondencia
con Fliess. Manuscrito K. Carta 39 del 1º de enero de 1896. Pp. 3534-3535.
[22] Ibíd.
[26] Freud, Sigmund.
Manuscrito K. Op. Cit.
[28] Freud, Sigmund. Correspondencia
a Fliess. Manuscrito L Carta 61 del 2 de mayo de 1897. Pp.3566-3568
[29] Ver Supra, esquema de la historia natural de
la neurosis en Manuscrito “K”.
[30] Freud,
Sigmund. Correspondencia con Fliess. Carta
60. del 28-abril-1897. Pp.3563-3565
[32] Freud, Sigmund. Carta 61 Op.Cit. p.3565.
[33] Recordemos que la
teoría de la evolución libidinal la desarrolla más tarde, donde tomará en
cuenta las pulsiones parciales y la satisfacción etapa por etapa.
[34] Freud, Sigmund. Correspondencia
con Fliess. Manuscrito “N”. Carta 64 del 31 de mayo de 1897. Pp. 3573-3575.
[35] Freud, Sigmund.
Correspondencia con Fliess Carta 69
del 21 de septiembre de 1897. p.3578
[37] Ibíd.
[38] Freud,
Sigmund. Correspondencia con Fliess, Carta 71 del 15 de octubre de
1897. p.3584.
[39] Freud, Sigmund. Autobiografía. p.2776
[40] El nuevo acento en
los impulsos y en las fantasías como derivados de ellos, no sólo llevan a la
conformación de la Teoría del Edipo, sino que incluso lo llevan a una nueva
definición de los síntomas neuróticos, los síntomas ahora reflejan deseos, no
necesariamente traumas. “El retorno de lo reprimido” se considera ahora como un
esfuerzo por sancionar fantasías reprimidas y por satisfacer impulsos
infantiles.
[41] Para
una profundización sobre la génesis del Yo, recomendamos lo escrito por Freud
en Formulaciones sobre los dos
principios del acaecer psíquico”del año 1911Tomo XII p.228-229. Las pulsiones y sus destinos del año
1915. p.130. La Negación del año
1925. p.253 y del año 1930 El Malestar en la Cultura. P.68. De Freud, Sigmund. Obras Completas. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1984.
[42] Freud señala en el
varias de sus obras, que más que un proceso, debe hablarse de momentos en la
constitución del Yo, pero que se producen de manera simultánea, aunque para una comprensión teórica, es necesario
plantearlo en forma separada y con la apariencia de un proceso.
[44] Ibidem.
[45]
Aulagnier, Piera. La Violencia de la Interpretación. 1975. p.40-42
[46] Ver Lacan, Jaques. Seminario
La Ética.
[47] El
complejo de semejante en Freud nos remite a la “cosa”, a la razón del objeto
perdido y a su búsqueda, para ello, ver Freud, Sigmund. Proyecto de una
psicología para Neurólogos. Op.Cit. Pp.
336-342.
[48] Diccionario de la
Real Academia de la Lengua. RAL. 1990.
[51] Literalmente
la castración como tal no es discernible por el niño o la niña, en su lugar sería mejor hablar de “amenaza”,
“angustia” o “castración simbólica”, que como se verá, se refieren a un
complejo donde la castración constituye un aforismo.
[53] Este
cambio implica un desplazamiento que suma en la mujer adulta la sensibilidad de
ambas zonas, sin embargo, inaugura la vaginal.
[55] En
este sentido, Marie Langer me decía comentando la envidia del pene: “no hay que
ser feminista a ultranza; pero claro que las mujeres tenemos envidia del pene,
pero no es a ese “colgajo” que tienen ustedes entre las piernas, sino a las
oportunidades que en esta sociedad tiene quien lo porta, y en tono gracioso y
de reto decía: por eso las mujeres podemos ser más creativas. Cierta referencia
hace de ello en el artículo citado aquí.
Ibíd. p.171.
[57]
Ibid. Pp. 176.
[58] Ibíd., pp. 177.
[59] Sin ser aquí el
lugar para su discusión, una de las aportaciones más importantes de Jaques Lacan a la
comprensión de la psicosis, se refiere al concepto de forclusión. (palabra francesa traducida y asociada al
término freudiano: repudio, por
Laplanche-Pontalis, en su diccionario de psicoanálisis).
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