Realidad y Juego.
Capitulo I
El objeto transicional.
Introducción.
Por supuesto, se observa que ésta, que se puede
describir como zona intermedia, ha sido reconocida en la obra de los filósofos.
En teología adquiere una forma especial en la eterna controversia respecto de
la transustanciación. Aparece con toda su fuerza en los trabajos
característicos de los llamados poetas metafísicos (Donne, etcétera). Mi propio
enfoque deriva de mi estudio de los recién nacidos y los niños pequeños, y
cuando se considera el papel de dichos fenómenos en la vida del niño es preciso
reconocer el puesto central que ocupa Winnie the Pooh;11 de buena gana agrego
una referencia a las tiras cómicas de Peanuts 12 por Schulz. Un fenómeno
universal, como el que considero en este libro, no puede encontrarse, en rigor,
fuera de la esfera de quienes se ocupan de la magia de la vida creadora e
imaginativa.
Me ha tocado en suerte ser un psicoanalista que,
quizá debido a que antes había sido pediatra, intuyó la importancia de ese
universal en la vida de los pequeños y los niños, y quiso integrar sus
observaciones a la teoría que constantemente estamos desarrollando.
Creo que ahora se reconoce en general que lo que
estudio en esta parte de mi trabajo no es el trozo de tela o el osito que usa
el bebé; no se trata tanto del objeto usado como del uso de ese objeto. Llamo
la atención hacia la paradoja que implica el uso, por el niño pequeño, de lo
que yo denominé objeto transicional. Mi contribución consiste en pedir que la
paradoja sea aceptada, tolerada y respetada, y que no se la resuelva. Es
posible resolverla mediante la fuga hacia el funcionamiento intelectual
dividido, pero el precio será la pérdida del valor de la paradoja misma.
Una vez que se la acepta y tolera, tiene valor para
todos los individuos humanos que no solo viven y habitan en este mundo, sino
que además son capaces de ser enriquecidos infinitamente por la explotación del
vínculo cultural con el pasado y el futuro. Esta ampliación del tema básico es
lo que me ocupa en este libro.
En cierto modo se parece a la descripción del rostro humano. Cuando lo describimos en términos de formas, ojos, nariz, boca y orejas, aunque sigue en pie el hecho de que no existen dos caras exactamente iguales, y que muy pocas son siquiera parecidas. Dos caras pueden asemejarse cuando se encuentran en reposo, pero en cuanto se animan son distintas.
Sin embargo, a pesar de mi aversión, no deseo
omitir por completo esa clase de aporte.
Como estos temas pertenecen a las primeras etapas
del desarrollo de todos los seres humanos, existe un amplio campo clínico que espera ser
explorado. Un ejemplo de ello sería el estudio de Olive Stevenson (1954), que
se realizó cuando esta era estudiante de pediatría en la Escuela de Economía de
Londres. El doctor Bastiaans me informa que en Holanda es ya una práctica
corriente que los estudiantes de medicina incluyan una investigación de los
objetos y los fenómenos transicionales cuando hacen la historia clínica de los niños
y sus padres. Los hechos son aleccionadores.
Es claro que los datos que se obtengan tienen que
ser interpretados, y para usar a fondo las informaciones ofrecidas o las
observaciones efectuadas en forma directa, acerca de la conducta de los bebés,
es preciso ubicarlas en relación con una teoría. De ese modo, los mismos hechos
pueden tener un significado para un observador y uno distinto para otro.
Conozco una investigación formal de estos temas y
quiero invitar al lector a prestar atención a las publicaciones que surjan de ella. La
profesora Renata Gaddini, en Roma, lleva a cabo un complicado estudio de los
fenómenos transicionales, para lo cual utiliza tres agrupamientos sociales
distintos, y ya ha empezado a formular ideas basadas en sus observaciones.
Otro intento de elaborar la idea del objeto
transicional es el efectuado por Joseph C. Solomon, de San Francisco, cuyo trabajo "Fixed Idea as
an Internalized Transitional Object" (1962), introdujo un nuevo concepto.
No sé muy bien hasta qué punto estoy de acuerdo con el doctor Solomon, pero lo
que importa es que cuando se tiene a mano una teoría sobre los fenómenos
transicionales es posible mirar con ojos nuevos muchos problemas antiguos.
I. Mi primera hipótesis.13
Quienes se encuentran en estrecho contacto con los
intereses y problemas de las madres tendrán ya conocimiento de las riquísimas
pautas que exhiben los bebés en su uso de su primera posesión de
"no-yo". Gracias a que las exhiben, es posible someterlas a
observación directa.
3. La ubicación del objeto: afuera, adentro, en el límite.
4. La capacidad del niño para crear, idear, imaginar, producir, originar un objeto.
5. La iniciación de un tipo afectuoso de relación de objeto.
Mediante esta definición, el parloteo del bebé y la
manera en que un niño mayor repite un repertorio de canciones y melodías mientras se
prepara para dormir se ubican en la zona intermedia, como fenómenos transicionales, junto con
el uso que se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del niño aunque todavía
no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior.
Hay otra manera de describir a las personas, que
surge de las investigaciones de las dos últimas décadas. De cada individuo que
ha llegado a ser una unidad, con una membrana limitante, y un exterior y un
interior, puede decirse que posee una realidad interna, un mundo interior que
puede ser rico o pobre, encontrarse en paz o en estado de guerra. Esto es una
ayuda, ¿pero es suficiente?.
Yo afirmo que existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebé para reconocer y aceptar la realidad, y su creciente capacidad para ello. Estudio, pues, la sustancia de la ilusión, lo que se permite al niño y lo que en la vida adulta es inherente del arte y la religión, pero que se convierte en el sello de la locura cuando un adulto exige demasiado de la credulidad de los demás cuando los obliga a aceptar una ilusión que no les es propia. Podemos compartir un respeto por una experiencia ilusoria, y si queremos nos es posible reunirlas y formar un grupo sobre la base de la semejanza de nuestras experiencias ilusorias. Esta es una raíz natural del agrupamiento entre los seres humanos.
Los que acarician el labio superior o alguna otra
parte pueden o no llegar a ser más importantes que el pulgar introducido en la
boca. Más aun, se puede encontrar esta actividad acariciadora por sí sola, sin
la unión más directa de pulgar y boca.
En la experiencia corriente se da uno de los casos
siguientes, que complican una experiencia autoerótica como la succión del pulgar:
ii) el trozo de tela se aferra y succiona de alguna
manera, o bien no se lo succiona; por supuesto, entre los objetos usados se
cuentan las servilletas y (más tarde) los pañuelos, y ello depende de lo que se
encuentre fácil y cómodamente al alcance de la mano; o,
iii) desde los primeros meses el bebé arranca lana
y la reúne y la usa para la parte acariciadora de la actividad; es menos común que trague la lana,
incluso hasta el punto de provocar trastornos; o,
iv) se producen movimientos de masticación,
acompañados por sonidos de "mam-mam", balbuceos, ruidos anales, las primeras notas
musicales, etcétera.
Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan
consigo cuando viajan. La madre permite que se ensucie y aun que tenga mal
olor, pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad de la
experiencia del bebé, que puede destruir la significación y el valor del objeto
para éste.
que pueden incluir actividades autoeróticas más
directas o existir aparte de estas. En su vida el niño adquiere poco a poco
ositos, muñecas y juguetes duros. Los varones tienden en cierta medida a pasar
al uso de estos últimos, en tanto, que las niñas se orientan en forma directa a
la adquisición de una familia. Pero tiene importancia destacar que no existe
una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso de la
primera posesión "no-yo", que yo denomino objeto transicional.
Debo mencionar que a veces no existe un objeto
transicional aparte de la madre misma.
Resumen de cualidades
especiales de la relación.
2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo
tiempo amado y mutilado con excitación.
3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el
propio bebé.
4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así
como al odio, y si se trata de una característica, a la agresión pura.
5. Pero al bebé debe parecerle que irradia calor, o
que se mueve, o que posee cierta textura, o que hace algo que parece demostrar que posee una
vitalidad o una realidad propias.
6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista,
pero no para el bebé. Tampoco viene de adentro; no es una alucinación.
7. Se permite que su destino sufra una descarga
gradual de modo que a lo largo de os años
queda, no tanto olvidado como relegado al limbo. Quiero decir con esto que en
un estado de buena salud el objeto transicional no "entra", ni es
forzoso que el sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni se lo llora. Pierde significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se han extendido a todo el territorio intermedio entre la "realidad psíquica interna" y "el mundo exterior tal como lo perciben dos personas en común", es decir, a todo el campo cultural.
Relación del objeto transicional con el simbolismo.
Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere)
simboliza un objeto parcial, como el pecho materno. Pero lo que importa no es
tanto el valor simbólico como su realidad. El que no sea el pecho (o la madre)
tiene tanta importancia como la circunstancia de representar al pecho (o a la
madre).
Pero en mi opinión el término de objeto
transicional deja lugar para el proceso de adquisición de la capacidad para aceptar difrencias y semejanzas. Creo que se puede usar una expresión que designe la raíz del
simbolismo en el tiempo, que describa el viaje del niño, desde lo subjetivo
puro hasta la objetividad; y me parece que el objeto transicional (trozo de
frazada, etcétera) es lo que vemos de ese viaje de progreso hacia la
experiencia.
Es posible entender el objeto transicional y no
entender del todo la naturaleza del simbolismo. En apariencia, este solo se puede estudiar de manera adecuada en el proceso de crecimiento de un individuo, y en el mejor de
los casos tiene un significado variable. Por ejemplo, si consideramos la hostia
del Santo Sacramento, que simboliza el cuerpo de Cristo, creo tener razón si
digo que para la comunidad católica romana es el cuerpo, y para la protestante
es un sustituto, un recordatorio, y en esencia no es realmente, de verdad, el
cuerpo mismo. Pero en ambos casos es un símbolo.
Descripción clínica de un
objeto transicional.
X, ahora un hombre sano, tuvo que hacer esfuerzos para abrirse paso hasta llegar a la madurez. La madre "aprendió a ser madre" en el cuidado de X cuando este era un bebé, y pudo evitar otros errores con los demás hijos gracias a lo que aprendió con él. Además existían razones exteriores para que se sintiese ansiosa en el momento de la crianza más bien solidaria de X, cuando este nació. Tornó su papel de madre con suma seriedad y lo alimentó a pecho durante siete meses. Considera que en el caso de éste eso fue demasiado y le resultó muy difícil destetarlo resultó muy difícil destetarlo.
Nunca se succionó el pulgar o los dedos cuando lo
destetó, "y no tuvo nada que le sirviera de sustituto". Nunca había
tenido biberón, ni chupete, ni otra forma de alimentación.
Durante doce meses adoptó un conejo al que acunaba,
y su afectuoso apego por el juguete se transladó a la larga a los conejos de
verdad. El de juguete le duró hasta que tuvo
cinco o seis años.
Podría describírselo como un consolador, pero nunca
tuvo la verdadera cualidad de un objeto transicional. Jamás fue, como lo habría
sido un verdadero objeto transicional, más importante que la madre, una parte
casi inseparable de él. En el caso de este niño, los tipos de ansiedad
engendrados por el destete a los siete meses provocaron más tarde asma, y solo
pudo dominarla en forma gradual. (Al parecer W. no toma en cuenta la función aprensiva de la madre en este proceso y adjudica la causa a un largo peridodo de lactación, y como se verá más adelante a las difucultades en disolver la ilusión, es decir, la madre es una madre no-deseante. N.JLGF) Tuvo suma importancia para él encontrar
trabajo lejos de su pueblo natal. Su apego hacia su madre sigue siendo muy fuerte,
aunque se ubica dentro de la definición amplia del término normal o sano. Este hombre
no se ha casado.
Uso típico del objeto transicional.
El hermano
menor de X, Y, se desarrolló en forma muy rectilínea. Ahora tiene tres hijos
sanos. Fue alimentado a pecho durante cuatro meses y destetado sin
dificultades. Y se succionó el pulgar durante las primeras semanas, y ello, a
su vez "hizo que el destete le resultara más fácil que a su hermano".
Poco después del destete, a los cinco o seis meses, adoptó la punta de la
frazada en que terminaba la costura. Se sentía complacido cuando un poco de
lana sobresalía de la punta, y se hacía cosquillas con ella en la nariz. Desde
muy temprano eso se convirtió en su "Naa"; él mismo inventó esa
palabra en cuanto pudo usar sonidos organizados.
Desde que tuvo más o menos un
año pudo reemplazar la punta de la manta por un jersey verde de lana suave, con
una corbata roja. No era un "consolador" como en el caso de su
hermano mayor, depresivo, sino un "sedante". Y siempre le daba
resultados. Este es un ejemplo típico de lo que llamo objeto transicional.
Cuando Y era pequeño, si alguien le daba su "Naa" lo succionaba en el
acto y perdía su ansiedad, e incluso se dormía a los pocos minutos, si la hora
de dormir estaba cerca. La succión del pulgar siguió simultáneamente —duró
hasta que tenía tres o cuatro años—, y recuerda esa succión y un punto duro en
un pulgar, que fue el resultado de aquella. Ahora le interesa (como padre) la
succión del pulgar de sus hijos, y el uso de "Naas" por estos.
La historia de siete hijos comunes de esta familia
destaca los siguientes puntos, ordenados para su comparación en el cuadro:.
Pulgar — Objeto transicional — Tipo de niño.
X — Varón — 0 — Madre — Conejo (consolador) —
Fijación materna.
Y — Varon — + — "Naa" — Jersey (sedante)
— Libre.
Mellizos — Niña — 0 — Chupete — Burrito (amigo) —
maduración tardía.
Varón — 0 — li — li (protector) — Psicópata
latente.
Niña — 0 — "Naa" — Manta (tranquilizador)
— Buen desarrollo.
Hijos de — Niña — + — Pulgar — Pulgar
(satisfacción) — Buen desarrollo.
Y — Varón — + — "Mimis" — Objetos
(clasificación)14 — Buen desarrollo.
Valor de la redacción de la
historia.
En la consulta con un padre resulta a menudo
valioso obtener información sobre las primeras técnicas y posesiones de todos los niños de la
familia. Ello impulsa a la madre a una comparación de sus hijos entre sí, y le
permite recordar y cotejar sus características a una edad temprana.
Con frecuencia se obtiene información de un niño en
lo que respecta a los objetos transicionales.
Por ejemplo:.
Estudio Teórico.
2. Es anterior a la prueba de la realidad
establecida.
3. En relación con el objeto transicional el bebé
pasa del dominio omnipotente (mágico) al dominio por manipulación (que implica el erotismo
muscular y el placer de la coordinación).
4. A la larga el objeto transicional puede
convertirse en un objeto fetiche y por lo tanto persistir como una característica de la vida sexual adulta.
(Véase el desarrollo del tema por Wulff: 1946).
5. A consecuencia de la organización erótica anal,
el objeto transicional puede representar las heces (pero no se debe a ello que
llegue a tener mal olor y a no ser lavado).
Es preciso formular la siguiente afirmación
compleja. El bebé puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno
está vivo, es real y lo bastante bueno (no demasiado persecutorio). Pero ese
objeto interno depende, en lo referente a sus cualidades, de la existencia, vivacidad
y conducta del objeto exterior. El fracaso de este último en el cumplimiento de
alguna función esencial lleva en forma indirecta al carácter inerte o a una
cualidad persecutoria del objeto interno.15 Cuando subsiste la característica
de insuficiencia del objeto exterior, el interno deja de tener significado para
el bebé, y entonces, y solo entonces, el objeto transicional se vuelve también
carente de sentido. Este último puede, pues, representar el "pecho
externo", pero en forma indirecta, debido a que representa un pecho "interno".
Ilusión-desilusión.
2. Una eficiente percepción del proceso.
3. El comienzo de la actividad mental.
4. La utilización de satisfacciones autoeróticas.
5. El recuerdo, el revivir de experiencias, las
fantasías, los sueños; la integración de pasado, presente y futuro.
La ilusión y su valor.
Al comienzo, gracias a una adaptación de casi el
100 por ciento, la madre ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de
que su pecho es parte de él. Por así decirlo, parece encontrarse bajo su
dominio mágico. Lo mismo puede decirse del cuidado en general del niño, en los
momentos tranquilos entre una y otra excitación. La omnipotencia es casi un hecho
de la experiencia. La tarea posterior de la madre consiste en desilusionar al bebé
en forma gradual, pero no lo logrará si al principio no le ofreció suficientes
oportunidades de ilusión.
En otras palabras, el bebé crea el pecho una y otra
vez a partir de su capacidad de amor, o (podría decirse) de su necesidad. Se
desarrolla en él un fenómeno subjetivo, que llamamos pecho materno 16.
Por consiguiente, al ser humano le preocupa desde
su nacimiento el problema de la relación entre lo que se percibe en forma
objetiva y lo que se concibe de modo subjetivo, y en la solución de este
problema no hay salud para el ser humano que no fue iniciado lo bastante bien
por la madre. La zona inmediata a que me refiero es la que se ofrece al bebé entre
la creatividad primaria y la percepción objetiva basada en la prueba de la
realidad.
Este problema, que al principio le interesa sin
duda al bebé humano en forma oculta, se convierte poco a poco en un problema
evidente debido a que la tarea principal de la madre (aparte de ofrecer la
oportunidad para una ilusión) consiste en desilusionarlo. Esto es previo a la
tarea del destete, y además sigue siendo una de las obligaciones de los padres y
los educadores. En otras palabras, ese aspecto de la ilusión es intrínseco de
los seres humanos, e individuo alguno lo resuelve en definitiva por sí mismo,
aunque la comprensión teórica del problema pueda proporcionar una solución
teórica. Si las cosas salen bien en ese proceso de desilusión gradual, queda
preparado el escenario para las frustraciones que reunimos bajo la denominación
de destete; pero es preciso recordar que cuando hablamos de los fenómenos (que
Klein, 1940, esclareció específicamente con su concepto de la posición
depresiva) que rodean al destete, damos por supuesto el proceso subyacente gracias
al cual se ofrece una oportunidad para la ilusión y la desilusión gradual. Si
la ilusión-desilusión toman un camino equivocado, el bebé no puede recibir algo
tan normal como el destete, ni una reacción a este, y entonces resulta absurdo
mencionarlo siquiera.
Resumen.
Esta se vincula en el tiempo con los fenómenos
autoeróticos y la succión del puño y del pulgar, y más adelante con el primer
animal o muñeca blandos y con los juguetes duros.
La zona intermedia de experiencia, no discutida
respecto de su pertenencia a una realidad interna o exterior (compartida),
constituye la mayor parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo
de la vida en las intensas experiencias que corresponden a las artes y la
religión, a la vida imaginativa y a la labor científica creadora.
Psicopatología que se
manifiesta en la zona de fenómenos transicionales.
Como ejemplo del manejo de la separación y la
pérdida por el niño, llamo la atención hacia la forma en que la primera puede
afectar a los fenómenos transicionales.
Primero recibí a los padres, en una prolongada
entrevista en la cual me ofrecieron una clara descripción del desarrollo del
niño y de las deformaciones de ese desarrollo. Omitieron, sin embargo, un
detalle importante, que luego surgió en una entrevista con el chico.
Cuando el chico tenía cuatro años y nueve meses su madre estuvo internada en un hospital para enfermos mentales durante dos meses, y en ese lapso su tía materna lo cuidó muy bien. Para entonces, todos los que se ocupaban del niño coincidían en que era un chico difícil, aunque exhibía muy buenas características. Tenía cambios repentinos de estado de ánimo y asustaba a todos diciendo, por ejemplo, que cortaría en pedacitos a la tía. Aparecieron en él muchos síntomas curiosos, como por ejemplo la necesidad compulsiva de lamer cosas y a personas; emitía ruidos compulsivos con la garganta a menudo se negaba a contener el deseo de mover el vientre y se ensuciaba. Mostraba una evidente ansiedad por el defecto mental de su hermana mayor, pero la deformación de su desarrollo parece haber comenzado antes de que ese factor adquiriese importancia.
Después de esa entrevista tuve otra con los padres
y los interrogué acerca de la preocupación del niño por las cuerdas.
Respondieron que se alegraban de que hubiese encarado el tema; ellos no lo
habían mencionado porque no estaban seguros de su importancia.
Dijeron que el chico había llegado a obsesionarse
con todo lo que tuviera relación con un cordel, y en rigor cada vez que
entraban en una habitación se encontraban con que había atado las sillas a la
mesa, o hallaban, por ejemplo, un almohadón unido al hogar por una cuerda.
Según ellos, esa preocupación por los cordeles adquiría poco a poco una nueva característica,
que les inquietaba en lugar de causarles un interés común. Poco tiempo antes
había atado una cuerda al cuello de su hermana (aquella cuyo nacimiento impuso su
primera separación de su madre).
No volví a tener noticias de ellos hasta que
volvieron a visitarme, unos meses después, la madre no me informó de lo que
había hecho, pero yo se lo pregunté y me relató lo ocurrido poco después de la
visita anterior. En esa ocasión le pareció que lo que yo le decía era tonto,
pero una noche me habló del tema con el chico y lo encontró ansioso por hablar
de sus relaciones con ella y de su temor de una falta de contacto con ella. Con
su ayuda, la madre recordó todas las separaciones que se habían producido entre
ellos, y pronto se convenció de que yo tenía razón, dadas las reacciones de él.
Más aun, a partir del momento en que mantuvo esa conversación terminó el juego
con los cordeles. Ya no hubo más objetos atados como antes. Entabló muchas
otras conversaciones con su hijo, acerca de su sentimiento de separación
respecto a ella, e hizo el importante comentario de que sentía que la
separación más importante fue la pérdida de ella que sufrió el chico cuando la
internaron debido a su grave depresión; no se trataba solo de que ella se iba, dijo
sino de su falta de contacto con él a consecuencia de su absorbente
preocupación por otros asuntos.
El padre se dio cuenta de que debía hacerse el
desetendido, y rondó por el jardín durante media hora, ocupado en varias
tareas, luego de lo cual el niño se aburrió e interrumpió el juego, Fue una
gran prueba de la falta de ansiedad del padre. Pero al día siguiente el chico hizo
lo mismo en un árbol que podía verse con facilidad desde la ventana de la
cocina.
Si llega algún visitante, los acuesta a todos en la
cama de su hermana, porque nadie, aparte de su familia propia, debe saber que
él tiene esa otra familia. Junto con ello existe una hostilidad a defecar, o
una tendencia a ahorrar las heces. Por lo tanto no resulta difícil adivinar que
tiene identificación materna basada en su propia inseguridad en relación con su
madre, y que eso puede convertirse en homosexualidad. Del mismo modo, la
preocupación por los cordeles puede desarrollarse y llegar a ser una
perversión.
1. Se puede considerar el cordel como una ampliación de todas las otras técnicas de comunicación.
Por consiguiente este caso tiene un interés
especial, si permite la observación del desarrollo de una perversión.
Se convirtió en un adolescente insatisfactorio,
holgazaneaba y en apariencia desperdiciaba su tiempo y su potencial intelectual
(como se señaló más arriba, tenía un CI de 108).
Hay que preguntarse: un investigador que estudiase
este caso de adicción a las drogas, ¿tendría el adecuado respeto por la
psicopatología manifestada en la zona de los fenómenos transicionales?.
III. Material clínico:
aspectos de la fantasía.
Aquí ofrezco en detalle algunos materiales clínicos
procedentes de un paciente adulto, para mostrar de qué manera el sentimiento
mismo de pérdida puede convertirse en una forma de integrar la autoexperiencia.
El material corresponde a una sesión de análisis de
una paciente, y lo presento porque reúne varios ejemplos, de entre la gran variedad de los
que caracterizan a la vasta zona existente entre la objetividad y la
subjetividad.
—Esta paciente, que tiene varios hijos y posee una
elevada inteligencia, que usa en su trabajo, se hace tratar debido a una amplia
gama de sintomatología que por lo general se agrupa bajo el término de
"esquizoide". Es probable que quienes tienen contacto con ella no se
den cuenta de lo mal que se siente, y en verdad que por lo general se le
muestra afecto y se la considera una persona valiosa.
—La sesión de que hablamos comenzó con un sueño que
se podría describir como depresivo.
Contenía materiales de transferencia, muy directos
y reveladores, en los cuales el analista era una mujer avarienta y dominante.
Ello le permite recordar con nostalgia a un analista anterior que para ella es
una figura muy masculina. Es un sueño, y como tal se lo puede usar a modo de
material para la interpretación. La paciente se manifestó encantada de seguir
soñando. Al mismo tiempo logró describir ciertos enriquecimientos de su vida real
en el mundo.
—De vez en cuando se apodera de ella algo que se
podría denominar fantaseo. Está haciendo un viaje en tren y se produce un
accidente. ¿Cómo sabrán los hijos qué le ha sucedido?
Y en verdad, ¿Cómo lo sabrá el analista? Podría
estar gritando, pero su madre no la oiría. Luego habló sobre su experiencia más
espantosa, en la cual dejó un gato durante un momento y después se enteró de
que había estado maullando varias horas. Esto es "ya demasiado
horrible" y se une a las muchas separaciones que experimentó a lo largo de
su infancia, superiores a su capacidad para tolerarlas y por lo tanto
traumáticas; imponían la necesidad de organizar nueva serie de defensas.
—Gran parte del material de este análisis tiene que
ver con el llegar al lado negativo de las relaciones, es decir, con el fracaso
gradual que debe de experimentar el niño cuando los padres no están a mano. La
paciente se muestra muy sensible a todo ello respecto de sus propios hijos, y
atribuye buena parte de las dificultades que tuvo con el primero al hecho de
que lo dejó durante tres días para salir de vacaciones con su esposo, cuando
comenzó un nuevo embarazo, es decir, cuando el chico tenía casi dos años.
Se le informó de que este había llorado cuatro
horas sin parar y cuando regresó a su hogar le resultó imposible, durante mucho
tiempo, tratar de reestablecer la relación.
—Nos encontramos ante el hecho de que a los
animales y a los niños pequeños no se les puede explicar lo que sucede. El gato
no podía entender. A un niño de menos de dos años tampoco se le puede informar
como corresponde acerca del nuevo bebé que se espera, aunque a "los veinte
meses, más o menos" resulta cada vez más factible explicarlo con palabras
que un niño pequeño logre entender.
—Cuando no es posible ofrecer una explicación y la
madre se encuentra ausente para tener un nuevo hijo, está muerta desde el punto
de vista del pequeño. Ese es el significado de muerta.
—Es una cuestión de días, horas o minutos. Antes de
llegar al límite la madre sigue viva: después de superarlo está muerta. Entre
uno y otro momento hay un precioso instante de ira, pero se pierde muy pronto,
o quizá nunca se lo experimenta, siempre existe en potencia y alberga el temor
a la violencia.
—De aquí llegamos a los dos extremos, tan distintos
entre sí: la muerte de la madre cuando se halla presente, y su muerte cuando no
puede reaparecer y por lo tanto volver a vivir.
Esto se relaciona con el momento anterior a aquel
en que el niño logró la capacidad de dar vida a las personas en la realidad
psíquica interna, lejos de la tranquilidad de ver, sentir, oler.
—Se puede decir que la infancia de esta paciente
fue un gran ejercicio, precisamente en esa zona. Cuando tenía once años la
evacuaron, durante la guerra; olvidó por completo su infancia y a sus padres,
pero siempre mantuvo con firmeza el derecho a no llamar "tío" y
"tía" a quienes la cuidaban, que era la técnica habitual. A lo largo
de todos esos años se las arregló para no llamarlos de ninguna manera, y ese
era el lado negativo del recuerdo de sus padres. Se entiende que la pauta para
todo ello quedó establecida en la primera infancia.
—Por consiguiente, mi paciente llegó a la
situación, que también aparece en la transferencia, en que lo único real es la
brecha, es decir, la muerte, la ausencia o la amnesia. Durante la sesión tuvo
una amnesia específica, cosa que le molestó, y resultó que la comunicación importante
que yo debía recibir era la de que podía producirse un vacío que quizá fuese el
único hecho y la única cosa reales.
—En relación con ello, mi paciente recordó que en
el consultorio hay una manta en la cual una vez se envolvió y que usó para un
episodio regresivo durante una sesión analítica En la actualidad no va a
buscarla ni la usa. Ocurre que la manta que no existe (porque ella no va a
buscarla) es más real que la que podría llevarle el analista, como en verdad
tuvo la idea de hacerlo. Las reflexiones al respecto la enfrentan a la ausencia
de la manta, o quizá sería mejor decir a la irrealidad de esta en su
significado simbólico.
—A partir de ahí hubo un desarrollo en términos de
la idea de los símbolos. El último de sus analistas anteriores "será
siempre más importante para mí que mi analista actual. —Y agregó:— Puede que
usted me haga bien, pero él me gusta más. Y eso seguirá siendo así cuando me
haya olvidado de él por completo. Lo negativo de él es más real que lo positivo
de usted". Quizás estas no sean sus palabras exactas, pero fue lo que me
transmitió en su claro lenguaje propio, y lo que necesitaba que yo entendiera.
—En el cuadro aparece el tema de la nostalgia:
corresponde al precario dominio que puede tener una persona sobre la
representación interna de un objeto perdido. Este tema reaparece en el
siguiente informe sobre un caso (véase pag. 44).
—La paciente habló después sobre su imaginación y
los límites de lo que consideraba real. Empezó por decir: "No creía de
veras que hubiese un ángel de pie junto a mi cama; por otra parte solía tener
un águila encadenada a mi muñeca." Por cierto que esto no le, parecía
real, y el acento recaía sobre las palabras "encadenada a mi muñeca".
También poseía un caballo blanco, tan real como era posible, y "cabalgaba
en él a todas partes y lo amarraba a un árbol y todo eso". Ahora le
gustaría tenerlo para poder encarar esa experiencia del caballo blanco y
hacerla real de otra manera. Mientras hablaba yo me di cuenta de lo fácil que
sería considerar esas ideas como alucinatorias, fuera del contexto de su edad
en aquellas ocasiones y de sus experiencias excepcionales en relación con las
repetidas pérdidas de padres en otros sentidos buenos. "Supongo que quiero
algo que nunca se vaya", exclamó. Esto lo formulamos diciendo que lo real
es lo que no se encuentra presente.
La cadena es una negación de la ausencia del
águila, y representa el aspecto positivo.
—De ahí pasamos a los símbolos que desaparecen.
Afirmó que había logrado cierto éxito, durante mucho tiempo, en lo referente a
hacer que sus símbolos resultaran reales a pesar de las separaciones. Los dos
llegamos a una conclusión al mismo tiempo, a saber, que su elevado intelecto
había sido explotado, pero a cierto precio. Empezó a leer desde muy temprano, y
leía mucho; ha meditado mucho desde la primera época y usado siempre el intelecto
para conseguir que las cosas siguieran andando, y gozó con ello; pero se sintió
aliviada (así me pareció) cuando le dije que con ese empleo de la inteligencia
siempre existe el temor de un defecto mental. A partir de ello llegó muy pronto
a su interés por los niños autistas y a su íntima vinculación con la
esquizofrenia de un amigo, situación que ejemplifica la idea del defecto mental
a pesar de la existencia de una buena inteligencia.
Se sentía muy culpable por haberse enorgullecido de
su intelecto, que fue siempre un rasgo evidente en ella. Le resultaba difícil pensar que
quizá su amigo poseyera un buen potencial intelectual, aunque en el caso de él
sería preciso decir que había caído en lo contrario, a saber, en un retraso por
enfermedad mental.
—Describió varias técnicas para hacer frente a la
separación. Por ejemplo: una araña de papel a la cual le arrancaba una pata por
cada día que su madre se encontraba ausente.
Además, también tenía chispazos, como los llamaba
ella, y de pronto veía, por ejemplo, a su perro Toby, un juguete: "Oh, ahí
está Toby." En el álbum de la familia hay una foto de ella con el juguete
Toby, al cual ha olvidado, salvo en los chispazos. Eso llevó a un terrible incidente
con su madre, quien le dijo: "Pero nosotros te "oímos" llorar
todo el tiempo que estuvimos ausentes." En esa ocasión se encontraban a
seis kilómetros y medio de distancia.
Asimismo estaba diciéndome que al cabo de poco
tiempo, cuando se hubiese alejado de mí, ya no le molestaría. Por consiguiente,
en una estación de mitad de camino yo descendí "y regresé en el tren
caluroso", y ella se burló de mis aspectos de identificación maternal, y
agregó: "Y será muy fatigoso, y habrá muchos chicos y bebés, y todos se le
treparán, y es probable que le vomiten encima, y se lo tendrá bien
merecido".
11 Personaje
infantil del novelista inglés A. A. Milne (1882-1956). (N. del T.)
12 Un
matutino porteño (Bonaerense) publica la tira, a cuyo protagonista rebautizó con el nombre
de Rabanitos. (N. del T.).
13 Publicado en International
Journal of Psycho-Analysis vol. 34— Segunda Parte, 1953: y en D. W. Winnicott,
Collected Papers. Through Paediatrics to Psycho-Analysis. 1958a. Londres. Tavistock
Publications. verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora
primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el
desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de ésta
("Dí-ta ").
14 Nota
agregada: Esto no resulta claro, pero lo dejé como estaba. D.W.W.,1971.
15 El texto
ha sido modificado aquí, aunque se basa en la primera formulación.
16 Incluyo en
el término todos los cuidados maternos. Cuando se dice que el primer objeto es
el pecho, creo que la palabra
17 Publicado en Child Psychology and
Psychiatry, vol. 1, 1960, y en Winnicott, The Maturational Processes and the
Facilitating Environment. 1965, Londres, Hogarth Press e Instituto de
Psicoanálisis.
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