Agradecemos ampliamente al blog Psicología I y a su autora; Diana Suárez, por permitirnos la publicación aqui de este documento.
Ocho edades del hombre Erikson
Diseño y anotaciones José Luis González Fernández
Erik
Homburger Erikson nació en Frankfurt, Alemania, el 15 de julio de 1902.
Estudio en Viena con Ana Freud y August Eichorn, volviéndose uno de los
primeros psicoanalistas en tratar la psiquiatría infantil.
Las ocho edades del hombre
Las ocho edades del hombre
Así tituló Erikson su importante
trabajo en el que explica con sencilla profundidad cuáles son las tareas de
desarrollo que los hombres debemos cumplir en cada una de las etapas de nuestra
vida y las alternativas de éxito o de fracaso que enfrentamos. Todos, a lo
largo de nuestra vida, construimos nuestra propia identidad. Dicha identidad es
la respuesta que cada uno de nosotros encuentra a la pregunta existencial
básica: "¿Quién soy yo?" Pregunta que tiene varias alternativas de
respuesta: Si a Juanito, desde muy pequeño le ha dicho que es un
"inútil", "un tarado", o, "un bueno para nada",
lo más probable es que interiorice estas críticas y la hostilidad que las
genera y que desarrolle gradualmente una mala imagen de sí mismo, es decir, una
"identidad negativa". La mayoría de los delincuentes al ser
interrogados acerca de cómo eran sus relaciones familiares, invariablemente
responden: "Sólo me hacían caso para decirme que era un imbécil… un bueno
para nada… o para golpearme". También puede darse el caso de que los niños
crezcan rodeados de una fatal indiferencia y, entonces, simplemente no sabrán
quiénes son. A éste grave problema Erikson lo llama "Difusión de
Identidad", y es el tema de la famosa novela "Peer Gynt", de
Ibsen, donde el personaje central se describe a sí mismo como "una
cebolla". Dice Peer Gynt: "Quito capas y capas y no encuentro nada en
el fondo". Por otro lado, cuando las experiencias cotidianas de los niños
son el amor y el respeto, ellos aprenderán rápidamente a amarse y respetarse,
construirán una "identidad positiva" y podrán amar y respetar en
reciprocidad. Vamos a seguir paso a paso el vital desarrollo de nuestra
identidad.
Son:
1. Confianza Básica versus Desconfianza Básica
La primera tarea de desarrollo que debemos lograr es adquirir un sentido de confianza básica. Cuando los niños son alimentados y cuidados amorosamente, despierta en ellos un "sentimiento de bondad interior" provocado por la calidad de las relaciones que el niño establece con sus padres […]. Dice Winnicott: "La seguridad de los niños pequeños y sus madres tiene una gravitación mucho mayor sobre el bienestar social que cualquier otro factor".
Son:
- Confianza Básica versus Desconfianza Básica
- Autonomía versus Vergüenza y Duda
- Iniciativa versus Culpa
- Laboriosidad versus Inferioridad
- Identidad versus Confusión de Rol
- Intimidad versus Aislamiento
- Generatividad versus Estancamiento
- Integridad versus Desesperación
1. Confianza Básica versus Desconfianza Básica
La primera tarea de desarrollo que debemos lograr es adquirir un sentido de confianza básica. Cuando los niños son alimentados y cuidados amorosamente, despierta en ellos un "sentimiento de bondad interior" provocado por la calidad de las relaciones que el niño establece con sus padres […]. Dice Winnicott: "La seguridad de los niños pequeños y sus madres tiene una gravitación mucho mayor sobre el bienestar social que cualquier otro factor".
El primer logro social del niño
es permitir que su madre se aleje de su lado, porque ella se ha convertido en
una certeza interior y en algo exterior previsible. Dice Wolman: "El
camino que lleva de la infancia a la edad adulta es el progreso de la confianza
en los otros a la confianza en sí mismo".
2. Autonomía versus Vergüenza y Duda
La confianza es el prerrequisito para que los niños logren la autonomía. Sólo aquellos niños que han aprendido a confiar en sí mismos y en los demás se atreverán a actuar por cuenta propia y sólo aquéllos que se atrevan a actuar podrán descubrirse a sí mismos y al mundo que les rodea. María Montessori solía decir que toda ayuda inútil que se le brinde a un niño retardará su desarrollo; esta idea la expresó en una frase perfecta: "Ayúdame a hacerlo yo solito". Todos los niños comprenden el valor que tiene desarrollarse y por eso, en cuanto pueden expresarse, exigen que se les permita hacer las cosas por sí mismos. "Yo solito" dicen los niños en todo el mundo y en todos los idiomas; y el papel de los padres es dejarlos probar e intentar, ayudándoles lo menos que se pueda pero asegurando el éxito en las empresas que acomete el niño.
Los niños en esta etapa aprenden a caminar, su lenguaje tiene un desarrollo acelerado y aprenden a controlar esfínteres, es decir, a "avisar". Todos estos logros se traducen en autonomía.
El niño podrá desarrollarse en esta etapa si se le permite hacer las cosas por sí mismo, por ejemplo, bañarse, -aunque al final sus padres les laven las nalguitas- comer, aunque al final sus padres lo tengan que bañar; vestirse, etc. Un niño abandonado a sus fuerzas fracasará frecuentemente y perderá la confianza en sí mismo; un niño al que le hacen todo, se estancará y una permanente duda y una permanente dependencia serán las consecuencias de nuestros esfuerzos fallidos […].
El Niño dice ¡No!
Un hecho muy importante que ocurre en esta etapa -alrededor del año y medio-, es que el niño aprende a decir "No". La consecuencia de este gesto es que lo enfrenta a otras voluntades y a la autoridad. La mamá dice "ven" y el niño dice "No"; "dale un beso a tu abuelita" y el niño dice "No"; "dale uno nada más" y el niño vuelve a decir "No". Henry Wallon, un connotado psicólogo francés decía que la respuesta que obtenga el "No" del niño, -entre el año y medio y los tres años- por parte de sus padres, conformará el núcleo de sus actitudes futuras hacia la autoridad. De acuerdo a esta idea, el "No" del niño puede tener tres consecuencias distintas, a saber:
a) Los padres autoritarios: el niño dice no y el papá o la mamá le responden "¡Cómo que no!", "Haga lo que le digo o le doy tres nalgadas", etc. De todas todas, los padres exigen que se haga su voluntad.
b) Los padres negligentes o irresponsables: el niño dice no y sus padres, de todas todas, lo dejan salirse con la suya, -"déjalo, es chiquito"; "no lo molestes", "bueno, a ver… ¿qué es lo que quieres?", etc.
c) Los padres que ejercen una autoridad sana, basada en el respeto mutuo y la reciprocidad: el niño dice no y de acuerdo a las circunstancias se negocia y se buscan acuerdos satisfactorios para ambas partes, aunque es privilegio y obligación de los padres decidir la última palabra.
Lo interesante de todo esto, dice Henry Wallon, es que cuando nuestros hijos enfrenten a otras figuras de autoridad, v. gr. maestros de escuela, otros adultos, patrones o jefes, etc., responderán de acuerdo a su experiencia previa. A saber:
a) Los hijos de padres autoritarios tendrán dos alternativas: una es la rebeldía, pero si la rebeldía es brutalmente reprimida, entonces aparecerá la sumisión. ¡El yo se rinde incondicionalmente! El control externo lo aplasta. Cuando estos niños crezcan serán rebeldes y rechazarán cualquier forma de autoridad, serán intolerantes y despóticos; o serán gente perfectamente sumisa, incapaz de disentir por temor a las represalias, gente dispuesta a obedecer sin chistar ("a sus órdenes jefe").
b) Los niños que se salieron siempre con la suya no desarrollarán autocontrol ni reconocerán límites: no habrá cooperación sino terquedad. El abandono, finalmente, les hará perder la confianza en sí mismos. "El arte de ser padre, es el arte de saber imponer límites sensatos", dijo Erikson.
c) La autoridad sana produce un sentido de cooperación y confianza. Hay autocontrol, buena voluntad y orgullo. Gradualmente, el niño aceptará dos principios: la ley y el orden.
3. Iniciativa versus Culpa
2. Autonomía versus Vergüenza y Duda
La confianza es el prerrequisito para que los niños logren la autonomía. Sólo aquellos niños que han aprendido a confiar en sí mismos y en los demás se atreverán a actuar por cuenta propia y sólo aquéllos que se atrevan a actuar podrán descubrirse a sí mismos y al mundo que les rodea. María Montessori solía decir que toda ayuda inútil que se le brinde a un niño retardará su desarrollo; esta idea la expresó en una frase perfecta: "Ayúdame a hacerlo yo solito". Todos los niños comprenden el valor que tiene desarrollarse y por eso, en cuanto pueden expresarse, exigen que se les permita hacer las cosas por sí mismos. "Yo solito" dicen los niños en todo el mundo y en todos los idiomas; y el papel de los padres es dejarlos probar e intentar, ayudándoles lo menos que se pueda pero asegurando el éxito en las empresas que acomete el niño.
Los niños en esta etapa aprenden a caminar, su lenguaje tiene un desarrollo acelerado y aprenden a controlar esfínteres, es decir, a "avisar". Todos estos logros se traducen en autonomía.
El niño podrá desarrollarse en esta etapa si se le permite hacer las cosas por sí mismo, por ejemplo, bañarse, -aunque al final sus padres les laven las nalguitas- comer, aunque al final sus padres lo tengan que bañar; vestirse, etc. Un niño abandonado a sus fuerzas fracasará frecuentemente y perderá la confianza en sí mismo; un niño al que le hacen todo, se estancará y una permanente duda y una permanente dependencia serán las consecuencias de nuestros esfuerzos fallidos […].
El Niño dice ¡No!
Un hecho muy importante que ocurre en esta etapa -alrededor del año y medio-, es que el niño aprende a decir "No". La consecuencia de este gesto es que lo enfrenta a otras voluntades y a la autoridad. La mamá dice "ven" y el niño dice "No"; "dale un beso a tu abuelita" y el niño dice "No"; "dale uno nada más" y el niño vuelve a decir "No". Henry Wallon, un connotado psicólogo francés decía que la respuesta que obtenga el "No" del niño, -entre el año y medio y los tres años- por parte de sus padres, conformará el núcleo de sus actitudes futuras hacia la autoridad. De acuerdo a esta idea, el "No" del niño puede tener tres consecuencias distintas, a saber:
a) Los padres autoritarios: el niño dice no y el papá o la mamá le responden "¡Cómo que no!", "Haga lo que le digo o le doy tres nalgadas", etc. De todas todas, los padres exigen que se haga su voluntad.
b) Los padres negligentes o irresponsables: el niño dice no y sus padres, de todas todas, lo dejan salirse con la suya, -"déjalo, es chiquito"; "no lo molestes", "bueno, a ver… ¿qué es lo que quieres?", etc.
c) Los padres que ejercen una autoridad sana, basada en el respeto mutuo y la reciprocidad: el niño dice no y de acuerdo a las circunstancias se negocia y se buscan acuerdos satisfactorios para ambas partes, aunque es privilegio y obligación de los padres decidir la última palabra.
Lo interesante de todo esto, dice Henry Wallon, es que cuando nuestros hijos enfrenten a otras figuras de autoridad, v. gr. maestros de escuela, otros adultos, patrones o jefes, etc., responderán de acuerdo a su experiencia previa. A saber:
a) Los hijos de padres autoritarios tendrán dos alternativas: una es la rebeldía, pero si la rebeldía es brutalmente reprimida, entonces aparecerá la sumisión. ¡El yo se rinde incondicionalmente! El control externo lo aplasta. Cuando estos niños crezcan serán rebeldes y rechazarán cualquier forma de autoridad, serán intolerantes y despóticos; o serán gente perfectamente sumisa, incapaz de disentir por temor a las represalias, gente dispuesta a obedecer sin chistar ("a sus órdenes jefe").
b) Los niños que se salieron siempre con la suya no desarrollarán autocontrol ni reconocerán límites: no habrá cooperación sino terquedad. El abandono, finalmente, les hará perder la confianza en sí mismos. "El arte de ser padre, es el arte de saber imponer límites sensatos", dijo Erikson.
c) La autoridad sana produce un sentido de cooperación y confianza. Hay autocontrol, buena voluntad y orgullo. Gradualmente, el niño aceptará dos principios: la ley y el orden.
3. Iniciativa versus Culpa
"La diferencia entre el hombre y la máquina es
la posibilidad de actuar por cuenta propia, es decir, con iniciativa"
El extraordinario desarrollo que ha tenido hasta ahora plantea nuevos retos y nuevas posibilidades. El dominio del lenguaje permite al niño hacer sus propios planes, actuar con intencionalidad, tomar decisiones. El ingreso al "Jardín de Niños" lo catapulta a la vida comunitaria, a la disyuntiva de ser él mismo y dejar atrás su apego exclusivo a los padres. Esta, como las anteriores, es una fase muy importante de preparación para la vida, que el niño superará con éxito, si sus padres no lo han confundido con un "muñeco" con el que juegan "a que lo bañan", "a que lo visten", "a que lo peinan" […]. El desarrollo de más de un niño se ve desbaratado cuando la vida familiar no le prepara para la vida escolar. En cambio, cuando se le ha dado la oportunidad de hacer cosas por sí mismo y de ayudar a los demás: como poner la mesa, hacer galletas, o el agua de limón, podrá descubrir su valor, se sentirá seguro y orgulloso y estará listo para ir a la escuela.
En esta fase el padre del mismo
sexo desempeña un papel muy importante como factor fundamental de
identificación, en función del cual el niño habrá de definirse a sí mismo. Es
también durante esta fase cuando el interés por las diferencias sexuales
despierta inquietudes y curiosidad.
La aceptación por parte de los padres de esta curiosidad natural asegurará en el futuro sexual una vida sexual sana y satisfactoria, evitándole sentimientos de culpa que comprometan innecesariamente su integridad psicológica.
4. Laboriosidad versus Inferioridad
El trabajo nos transformó en hombres en todos los sentidos: intelectual, moral, social. El trabajo hace posible que el hombre, al transformar las cosas, descubra su propio valor. Los niños merecen la oportunidad de trabajar, de asumir pequeñas responsabilidades y de contribuir, aunque sea mínimamente, al bienestar familiar, a través de su esfuerzo personal. Claro que al hablar aquí de trabajo me refiero a cosas que los niños puedan hacer y que aún cuando impliquen esfuerzo y dedicación no se conviertan en tediosas rutinas o en pesadas obligaciones. Un ejemplo: los sábados o los domingos, los niños pueden hacer el desayuno para toda la familia, desde decidir qué van a hacer, calcular el dinero que necesitarán, comprar las cosas, hacer el desayuno, servirlo, etc., todo solos. Las actividades productivas les ayudarán a entender el sentido de la vida humana. En una ocasión le preguntaron a Freud, el padre del psicoanálisis, qué necesitábamos los hombres para ser felices, y Freud escuetamente respondió: "amar y trabajar". Y, aunque frecuentemente se confunden amor y trabajo con interés y explotación, la fórmula del profesor, en su sentido puro, es absolutamente válida. Dice Fromm refiriéndose a la historia de Jonás, "Dios le explicó a Jonás que la esencia del amor es trabajar por algo y hacer crecer, que el amor y el trabajo son inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja y se trabaja por lo que se ama".
Nuestros hijos no quieren ser más que los demás niños, pero tampoco quieren ser menos. Todo el "chiste" está en que sean buenos para algo y que lo sepan. Cuando no han desarrollado ninguna habilidad, las comparaciones los pondrán en desventaja y experimentarán sentimientos de inferioridad. Para ser bueno para algo, es necesario que los padres ayuden al niño a descubrir sus aptitudes y luego le brinden la oportunidad de realizar las actividades que habrán de perfeccionarlas, por supuesto, dejando al niño elegir; pero una vez tomada la decisión de desarrollar alguna habilidad especial los padres deben apoyar al niño para que asista a los entrenamientos, ensayos, clases especiales, etc., que habrán de conducirlo a la maestría.
A partir de los seis años el niño empieza a interactuar efectivamente con gentes ajenas a su círculo familiar. En la escuela y en el vecindario, algunas de éstas gentes ejercerán una notable influencia en su desarrollo. Particularmente importantes serán, de ahora en adelante, sus amigos.
5. Identidad versus Confusión de Rol
Son esta fase y la primera las que mayor interés despertaron en Erikson, quien señaló explícitamente que son las dos fases fundamentales del desarrollo. Este interés es explicable. Al nacer el bebé se enfrenta al mundo: "Después de una vida de regularidad rítmica, calor y protección en el útero, el infante experimenta la realidad de la vida en sus primeros contactos con el mundo exterior". De la calidad de esta primera experiencia dependerá que el niño tenga una visión optimista del mundo. Así, vemos fácilmente la importancia estratégica de esta fase compartida por la fase que ahora nos ocupa, pues ahora, como cuando era un recién nacido, el individuo se enfrenta a un mundo nuevo.
Gracias a los psicólogos suizos Piaget e Inhelder, sabemos que, alrededor de los doce años de edad, nuestros jóvenes se convierten en filósofos "no sólo preocupados por cómo son las cosas, sino también, por cómo podrían ser". Su pensamiento sufre un cambio radical y una de las consecuencias más notables de este cambio es que aparecen las preguntas acerca de la propia existencia: "¿Quién soy yo?", "¿Qué es la vida", "¿Qué sentido tiene la vida?" Los jóvenes plantean mil preguntas y buscan las respuestas a través del diálogo con otros jóvenes que son sus iguales y que enfrentan las mismas tareas de desarrollo. Los adolescentes sostienen conversaciones interminables, donde, sin proponérselo, interrogan a la vida. Su poderoso pensamiento exige explicaciones. Al final de este proceso, se debe ser capaz de decir: "Yo sé quién soy", "Yo soy capaz", "Yo sirvo para…", "Yo deseo…", "Yo seré…". Pero sobre todo se debe ser capaz de decir: "Yo valgo mucho", "Yo soy digno de ser amado y respetado y soy capaz de amar y respetar". Siguiendo a Erikson se puede decir que cuando se ha logrado desarrollar un sentido de confianza, de autonomía, de iniciativa, de laboriosidad, y los padres han ayudado a sus hijos a reconocer sus logros, su valor, sus aptitudes, entonces, no habrá ningún problema para concluir con éxito la búsqueda y adquirir un sentido positivo de identidad. Aclaro que no sólo las experiencias pasadas determinarán nuestra identidad, también la visión del futuro -de la que el adolescente ya es capaz- será responsable del esfuerzo que se haga por desarrollarse y alcanzar niveles de excelencia. Dice Erikson: "Para no caer en el cinismo o en la apatía, los jóvenes deben ser capaces de convencerse de que quienes triunfan en su mundo adulto son los mejores". Es una tremenda desgracia para cualquier país que sus jóvenes estén convencidos de que el éxito o el acceso al poder, estén condicionados por las dádivas, los dedazos o los compadrazgos. La visión de una sociedad justa, donde el esfuerzo se vea recompensado, es esencial para que emerja lo mejor de cada individuo.
Al mundo de los adultos es al que se enfrenta ahora el adolescente y, como si se volviera a nacer, necesitará confianza, seguridad, tiempo y conocimiento de sí mismo y de sus capacidades para iniciarse en ese nuevo mundo; necesitará que se le acepte como es; necesitará compartir su identidad difusa con sus iguales, es decir, con otros muchachos con los que se podrá revaluar como lo hizo de niño; necesitará de tiempo para atravesar la "línea de sombra" (Conrad), es decir, asimilar el pasado y confiar en el futuro.
Añado una nota dirigida a los maestros: el que los hombres sean capaces de amar, respetar y trabajar, es decir, que logren desarrollar una identidad positiva, debe ser la meta de la educación, dicha meta no debe ser sacrificada en aras de la instrucción o de cualquier otro propósito, es muy importante, por supuesto, que los niños aprendan a leer y escribir o que aprendan matemáticas, pero es mucho más importante que aprendan, a través del amor a amarse y a través del respeto a respetarse.
Las tres frases siguientes corresponden a la vida adulta y vamos a considerarlas para tener un panorama general del desarrollo humano -desde el nacimiento hasta la muerte- y de las tareas de desarrollo que los padres enfrentamos como personas.
6. Intimidad versus Aislamiento
Sólo un confiado será capaz de fundir su identidad con la de otro sin perderse; de entregar su amor, de trabar amistad íntima y solidaria, de darse a través de la unión sexual y del orgasmo. Una personalidad sana deberá ser capaz de amar incondicionalmente; pero también deberá ser capaz de renunciar a su objeto amoroso si las circunstancias lo obligan. La evitación de la intimidad por el temor a la pérdida del yo puede llevar a un profundo sentimiento de aislamiento.
Recobrar los momentos sublimes en los que logramos ser comprendidos sin palabras sólo será posible gracias a la profunda comunicación que logra la intimidad. Los enamorados caminan juntos, se tocan, se miran y por un instante son capaces de mantener relaciones personales genuinas en el amor o en la amistad. Nuestros hijos sucumbirán ante el irresistible anhelo de la vida y los padres debemos aceptarlo, aceptar sus noviazgos y confiar en ellos. Abrir la puerta de nuestra casa a los amigos de nuestros hijos, conocerlos bien y brindarles nuestros afecto y nuestra confianza será la mejor garantía de respeto [1].
7. Generatividad versus Estancamiento
La generatividad, dice Erikson, "es en esencia la preocupación por establecer y guiar a la nueva generación". Generatividad es alcanzar la cúspide de la madurez al entregar todo el amor sin perder la integridad del yo, su modelo perfecto es la madre que ama a sus hijos y todos aquellos entregados a la tarea de construir y crear un mundo mejor. Me viene a la mente una liga de fútbol infantil que organicé, en la que tuve el privilegio de conocer a muchos adultos entregados a la tarea de hacer felices a los niños: adultos que les compraban a los niños uniformes; que por las tardes los llevaban al parque para entrenarlos; que el día del juego madrugaban para recoger jugadores y durante los juegos apoyaban y aplaudían a los niños, y sólo por el placer de hacerlos felices. Recuerdo, por supuesto, a otros, los que nunca faltan -por desgracia-, dedicados a sembrar desconfianza, a presionar, a hacer chapuzas con tal de que ganaran sus hijos a como diera lugar, y fortalecer, así, sus precarias personalidades. Búfalos cafres desatados en un jardín de flores. Todos los que estamos en contacto con los niños somos educadores, para bien o para mal.
La aceptación por parte de los padres de esta curiosidad natural asegurará en el futuro sexual una vida sexual sana y satisfactoria, evitándole sentimientos de culpa que comprometan innecesariamente su integridad psicológica.
4. Laboriosidad versus Inferioridad
El trabajo nos transformó en hombres en todos los sentidos: intelectual, moral, social. El trabajo hace posible que el hombre, al transformar las cosas, descubra su propio valor. Los niños merecen la oportunidad de trabajar, de asumir pequeñas responsabilidades y de contribuir, aunque sea mínimamente, al bienestar familiar, a través de su esfuerzo personal. Claro que al hablar aquí de trabajo me refiero a cosas que los niños puedan hacer y que aún cuando impliquen esfuerzo y dedicación no se conviertan en tediosas rutinas o en pesadas obligaciones. Un ejemplo: los sábados o los domingos, los niños pueden hacer el desayuno para toda la familia, desde decidir qué van a hacer, calcular el dinero que necesitarán, comprar las cosas, hacer el desayuno, servirlo, etc., todo solos. Las actividades productivas les ayudarán a entender el sentido de la vida humana. En una ocasión le preguntaron a Freud, el padre del psicoanálisis, qué necesitábamos los hombres para ser felices, y Freud escuetamente respondió: "amar y trabajar". Y, aunque frecuentemente se confunden amor y trabajo con interés y explotación, la fórmula del profesor, en su sentido puro, es absolutamente válida. Dice Fromm refiriéndose a la historia de Jonás, "Dios le explicó a Jonás que la esencia del amor es trabajar por algo y hacer crecer, que el amor y el trabajo son inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja y se trabaja por lo que se ama".
Nuestros hijos no quieren ser más que los demás niños, pero tampoco quieren ser menos. Todo el "chiste" está en que sean buenos para algo y que lo sepan. Cuando no han desarrollado ninguna habilidad, las comparaciones los pondrán en desventaja y experimentarán sentimientos de inferioridad. Para ser bueno para algo, es necesario que los padres ayuden al niño a descubrir sus aptitudes y luego le brinden la oportunidad de realizar las actividades que habrán de perfeccionarlas, por supuesto, dejando al niño elegir; pero una vez tomada la decisión de desarrollar alguna habilidad especial los padres deben apoyar al niño para que asista a los entrenamientos, ensayos, clases especiales, etc., que habrán de conducirlo a la maestría.
A partir de los seis años el niño empieza a interactuar efectivamente con gentes ajenas a su círculo familiar. En la escuela y en el vecindario, algunas de éstas gentes ejercerán una notable influencia en su desarrollo. Particularmente importantes serán, de ahora en adelante, sus amigos.
5. Identidad versus Confusión de Rol
Son esta fase y la primera las que mayor interés despertaron en Erikson, quien señaló explícitamente que son las dos fases fundamentales del desarrollo. Este interés es explicable. Al nacer el bebé se enfrenta al mundo: "Después de una vida de regularidad rítmica, calor y protección en el útero, el infante experimenta la realidad de la vida en sus primeros contactos con el mundo exterior". De la calidad de esta primera experiencia dependerá que el niño tenga una visión optimista del mundo. Así, vemos fácilmente la importancia estratégica de esta fase compartida por la fase que ahora nos ocupa, pues ahora, como cuando era un recién nacido, el individuo se enfrenta a un mundo nuevo.
Gracias a los psicólogos suizos Piaget e Inhelder, sabemos que, alrededor de los doce años de edad, nuestros jóvenes se convierten en filósofos "no sólo preocupados por cómo son las cosas, sino también, por cómo podrían ser". Su pensamiento sufre un cambio radical y una de las consecuencias más notables de este cambio es que aparecen las preguntas acerca de la propia existencia: "¿Quién soy yo?", "¿Qué es la vida", "¿Qué sentido tiene la vida?" Los jóvenes plantean mil preguntas y buscan las respuestas a través del diálogo con otros jóvenes que son sus iguales y que enfrentan las mismas tareas de desarrollo. Los adolescentes sostienen conversaciones interminables, donde, sin proponérselo, interrogan a la vida. Su poderoso pensamiento exige explicaciones. Al final de este proceso, se debe ser capaz de decir: "Yo sé quién soy", "Yo soy capaz", "Yo sirvo para…", "Yo deseo…", "Yo seré…". Pero sobre todo se debe ser capaz de decir: "Yo valgo mucho", "Yo soy digno de ser amado y respetado y soy capaz de amar y respetar". Siguiendo a Erikson se puede decir que cuando se ha logrado desarrollar un sentido de confianza, de autonomía, de iniciativa, de laboriosidad, y los padres han ayudado a sus hijos a reconocer sus logros, su valor, sus aptitudes, entonces, no habrá ningún problema para concluir con éxito la búsqueda y adquirir un sentido positivo de identidad. Aclaro que no sólo las experiencias pasadas determinarán nuestra identidad, también la visión del futuro -de la que el adolescente ya es capaz- será responsable del esfuerzo que se haga por desarrollarse y alcanzar niveles de excelencia. Dice Erikson: "Para no caer en el cinismo o en la apatía, los jóvenes deben ser capaces de convencerse de que quienes triunfan en su mundo adulto son los mejores". Es una tremenda desgracia para cualquier país que sus jóvenes estén convencidos de que el éxito o el acceso al poder, estén condicionados por las dádivas, los dedazos o los compadrazgos. La visión de una sociedad justa, donde el esfuerzo se vea recompensado, es esencial para que emerja lo mejor de cada individuo.
Al mundo de los adultos es al que se enfrenta ahora el adolescente y, como si se volviera a nacer, necesitará confianza, seguridad, tiempo y conocimiento de sí mismo y de sus capacidades para iniciarse en ese nuevo mundo; necesitará que se le acepte como es; necesitará compartir su identidad difusa con sus iguales, es decir, con otros muchachos con los que se podrá revaluar como lo hizo de niño; necesitará de tiempo para atravesar la "línea de sombra" (Conrad), es decir, asimilar el pasado y confiar en el futuro.
Añado una nota dirigida a los maestros: el que los hombres sean capaces de amar, respetar y trabajar, es decir, que logren desarrollar una identidad positiva, debe ser la meta de la educación, dicha meta no debe ser sacrificada en aras de la instrucción o de cualquier otro propósito, es muy importante, por supuesto, que los niños aprendan a leer y escribir o que aprendan matemáticas, pero es mucho más importante que aprendan, a través del amor a amarse y a través del respeto a respetarse.
Las tres frases siguientes corresponden a la vida adulta y vamos a considerarlas para tener un panorama general del desarrollo humano -desde el nacimiento hasta la muerte- y de las tareas de desarrollo que los padres enfrentamos como personas.
6. Intimidad versus Aislamiento
Sólo un confiado será capaz de fundir su identidad con la de otro sin perderse; de entregar su amor, de trabar amistad íntima y solidaria, de darse a través de la unión sexual y del orgasmo. Una personalidad sana deberá ser capaz de amar incondicionalmente; pero también deberá ser capaz de renunciar a su objeto amoroso si las circunstancias lo obligan. La evitación de la intimidad por el temor a la pérdida del yo puede llevar a un profundo sentimiento de aislamiento.
Recobrar los momentos sublimes en los que logramos ser comprendidos sin palabras sólo será posible gracias a la profunda comunicación que logra la intimidad. Los enamorados caminan juntos, se tocan, se miran y por un instante son capaces de mantener relaciones personales genuinas en el amor o en la amistad. Nuestros hijos sucumbirán ante el irresistible anhelo de la vida y los padres debemos aceptarlo, aceptar sus noviazgos y confiar en ellos. Abrir la puerta de nuestra casa a los amigos de nuestros hijos, conocerlos bien y brindarles nuestros afecto y nuestra confianza será la mejor garantía de respeto [1].
7. Generatividad versus Estancamiento
La generatividad, dice Erikson, "es en esencia la preocupación por establecer y guiar a la nueva generación". Generatividad es alcanzar la cúspide de la madurez al entregar todo el amor sin perder la integridad del yo, su modelo perfecto es la madre que ama a sus hijos y todos aquellos entregados a la tarea de construir y crear un mundo mejor. Me viene a la mente una liga de fútbol infantil que organicé, en la que tuve el privilegio de conocer a muchos adultos entregados a la tarea de hacer felices a los niños: adultos que les compraban a los niños uniformes; que por las tardes los llevaban al parque para entrenarlos; que el día del juego madrugaban para recoger jugadores y durante los juegos apoyaban y aplaudían a los niños, y sólo por el placer de hacerlos felices. Recuerdo, por supuesto, a otros, los que nunca faltan -por desgracia-, dedicados a sembrar desconfianza, a presionar, a hacer chapuzas con tal de que ganaran sus hijos a como diera lugar, y fortalecer, así, sus precarias personalidades. Búfalos cafres desatados en un jardín de flores. Todos los que estamos en contacto con los niños somos educadores, para bien o para mal.
8. Integridad versus Desesperación
Sólo el adulto que ha generado bienestar, no sólo para los suyos sino para su comunidad o para la humanidad entera, será capaz de madurar el fruto de las siete estaciones anteriores y podrá decir como Bertrand Rusell: "Hallé mi vida digna de ser vivida". Es decir, podrá alcanzar un sentido de integridad. Quien no lo consiga al término de su vida se hundirá en la desesperación pues tendrá "la sensación de haber perdido el tiempo" cuando la vida llega a su fin. La desconfianza aisla, el aislamiento estanca, al final temeremos a la muerte. El adulto enfrenta sus propias tareas de desarrollo y debe cumplirlas para convertirse en instrumento eficaz de desarrollo del niño. Comenta Erikson, destacando la relación entre integridad adulta y la confianza infantil: "Los niños sanos no temerán a la vida si sus mayores tienen la integridad necesaria para no temer a la muerte".
Sólo el adulto que ha generado bienestar, no sólo para los suyos sino para su comunidad o para la humanidad entera, será capaz de madurar el fruto de las siete estaciones anteriores y podrá decir como Bertrand Rusell: "Hallé mi vida digna de ser vivida". Es decir, podrá alcanzar un sentido de integridad. Quien no lo consiga al término de su vida se hundirá en la desesperación pues tendrá "la sensación de haber perdido el tiempo" cuando la vida llega a su fin. La desconfianza aisla, el aislamiento estanca, al final temeremos a la muerte. El adulto enfrenta sus propias tareas de desarrollo y debe cumplirlas para convertirse en instrumento eficaz de desarrollo del niño. Comenta Erikson, destacando la relación entre integridad adulta y la confianza infantil: "Los niños sanos no temerán a la vida si sus mayores tienen la integridad necesaria para no temer a la muerte".
Las
Etapas del Desarrollo Psicosocial
Erik Erikson: "Ocho Edades del Hombre"
Erik Erikson: "Ocho Edades del Hombre"
Edad
del hombre
|
Años
|
Virtudes
Básicas
|
||
1
|
0-2
|
Confianza
|
Vs.
Desconfianza
|
Esperanza
|
2
|
2-4
|
Autonomía
|
Vs.
Vergüenza
|
Voluntad
|
3
|
4-6
|
Iniciativa
|
Vs.
Culpa
|
Propósito
|
4
|
6-12
|
Laboriosidad
|
Vs.
Inferioridad
|
Capacidad
|
5
|
Adolescencia
|
Identidad
|
Vs.
Difusión
|
Fidelidad
|
6
|
Juventud
|
Intimidad
|
Vs.
Aislamiento
|
Amor
|
7
|
Adultez
|
Generatividad
|
Vs.
Estancamiento
|
Cuidado
|
8
|
Madurez
|
Integridad
|
Vs.
Desesperación
|
Sabiduría
|
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