Enrique Guinsberg Blanck
El presente
texto es una versión escrita -con
las diferencias inevitables
de lo que es una exposición
oral, aunque se intenta mantener
algo de su tono coloquial- del apoyo inicial para
el módulo Conflicto
psíquico, salud mental y sociedad a
mi cargo
desde hace ya muchísimos años,
en el que se hace una introducción
a la problemática conceptual del concepto de salud mental,
así como a los
sentidos -profesionales, institucionales, ideológicos
y políticos- de su
utilización al servicio
del control social.
La obligada brevedad de
este texto acerca
de uno de los
aspectos más importantes
y polémicos del campo
de la subjetividad también
obliga a una extremada síntesis acerca
de todos y cada
uno de los puntos
tratados, por lo que
se ofrece una amplia bibliografía acerca de los mismos para que los interesa- dos puedan profundizar
en todo lo aquí escrito.
Sin duda es una verdadera paradoja acerca de la complejidad del término "salud
mental" (luego se comprenderá el
porqué de la utilización del entrecomillado), que en muchos
casos los profesionales y trabajadores del campo psi
(psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, etcétera) sean definidos como de la "salud mental", que
existan múltiples instituciones que también
asumen ese nombre, y que la absoluta mayoría de las personas aspiren a
tener una buena "salud mental" y teman perderla. Pero a su vez es
difícil o imposible definir qué es la
"salud mental", al punto que existen tantas definiciones al respecto
que la convierten en una concepción vaga y poco precisa desde una perspectiva
científica, confusión producida por la utilización de un término que proviene
de la medicina y es transpolado al campo
psi donde su significación es muy
diferente. En efecto, dentro del campo
médico puede definirse con bastante certidumbre
qué es lo sano y qué lo enfermo (aunque a veces de manera
relativa de acuerdo
con la edad y otros
aspectos), algo distinto, como se verá, a la de nuestra especificidad profesional.
Por ello no pocos integrantes del
campo psi prefieren eliminar
su uso por la confusión
generada por estos términos y por considerar que la "salud mental"
no existe, y utilizar, en su lugar,
la noción psicoanalítica de conflicto psíquico. Pero
como fuera del campo psicoanalítico e
incluso dentro de algunas de
sus corrientes, el término
de "salud mental"
continúa en pleno uso, es
necesario esclarecer sus sentidos y significaciones tanto para conocimiento de éstas como para su necesaria crítica.
Por supuesto
siempre existieron ideas
y posturas acerca de
la "salud mental", la
"locura" y las causas que las producen, pero formuladas desde perspectivas filosóficas, religiosas, etcétera.[ii] Al
respecto no debe olvidarse que la
especificidad del campo
psicológico es muy reciente _¿qué son poco más
de 150 años en la historia de la humanidad, máxime recordando que la
matemáticas, la física,
la química, la
medicina, etcétera, se
han ido constituyendo en miles de
años?-, y en este muy breve periodo sus planteos son diferentes e incluso antagónicos en sus
distintas escuelas y corrientes,
no siendo pocos
los que incluso
le niegan un estatuto
de cientificidad y acusan a esta disciplina en general,
o a algunas de sus tendencias en particular, de
postular premisas ideológicas
en defensa de
una determinada concepción
política, social y/o perspectiva del
hombre. Los conceptos acerca de la "salud mental" se inscriben en este contexto complejo y
contradictorio, y son claras expresiones
de los conflictos teóricos del campo psi y de las llamadas ciencias
sociales en general.
Esto último
no sólo por la
indicada discusión acerca de las disciplinas aciales y su nivel de
"cientificidad" sino, y fundamentalmente, porque las ideas acerca de la "salud mental" no pueden
reducirse al campo
psicológico, por que forman parte
del campo social en general, como se podrá ver a lo largo de este escrito, siendo válida
la afirmación de Guattari de que
"el estudio de los
problemas de la salud mental
tendría que ser
parte integrante del conjunto
de la investigación
antropológica",[iii] un caso tal vez máximo de la necesidad de estudios transdisciplinario -que
deben ser vistos desde la totalidad de los factores que lo
constituyen, o sea más allá de
las disciplinas particulares, aunque sin negar
el aporte de éstas-, pudiendo ser entendido como la síntesis más alta, en el sentido hegeliano marxista del término,
de todos los aspectos que actúan
en y sobre el ser humano.
Los criterios
de salud
mental
Desde hace ya bastante tiempo una
de las ideas más conocidas
respecto a la "salud
mental", formulada por
la Organización Mundial
de la Salud (OMS), fue la que
la considera "no sólo como la
ausencia de enfermedad sino como el
completo estado de
bienestar psíquico, físico y social". Un planteo
sin dudas muy
interesante y valioso al
incluir como parte de la
misma todos los aspectos integrantes de
la vida humana, sin negar
ni olvidar ninguno
y reconociendo que cualquier
perturbación de ellos
(enfermedades físicas, condiciones de pobreza y sociales, problemas psicológicos) la afecta -y también
por ser un objetivo al que debe
aspirarse-, pero al mismo
tiempo total y absolutamente irreal,
utópica e idealista que hace que
nadie pueda estar dentro
de tales parámetros.
Aparte de esta definición existen muchísimas descripciones e ideas acerca de "salud mental", que en general pueden
ubicarse dentro de tres
muy grandes criterios:
1) Estadístico
adaptativo
Se trata de una
situación donde algo que fue valioso e incluso progresista en
su momento se convierte en claro, y a veces
manifiesto, instrumento de adaptación
y de control social que luego se verá. Surgió
hace ya bastante tiempo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, cuando múltiples estudios de la
antropología cultural muestran
que diferentes pueblos tienen
culturas diferentes (en el sentido antropológico del término, es decir, formas
de vida, costumbres, etcétera), algo nada
nuevo por supuesto, pero
de lo que tales investigadores
extraen consecuencias antes
no consideradas para
nuestro caso: que la
"salud mental" de
cada marco social
debe ser vista desde
la perspectiva de su propia
cultura y no desde la de
otras, que en general eran las de las sociedades desarrolladas y colonizadoras. Algo
hoy tan (supuestamente) simple
fue revolucionario en su momento al
romper con las ideas de superioridad de las
naciones dominantes, que veían a
los pueblos dominados como
inferiores en todos los sentidos,
y en el sentido de la
"salud mental"
como atrasados, débiles,
etcétera, argumentos que
se añadían a otros
que servían para justificar la colonización y el dominio.[iv]
Todo
esto puede verse claramente no sólo en
los discursos del poder de tal época (donde las ideas acerca de "salud
mental" no aparecían
abierta- mente pero estaban
implícitas), sino incluso en textos académicos -en general y psiquiátricos- donde
sí se explicitaban esos conceptos con base en lo indicado (atraso,
inferioridad, etcétera) y, por supuesto,
en una concepción racista
que estuvo presente
prácticamente siempre; no
se crea que
todo pertenece a un
pasado remoto y
que ha desaparecido, en
al menos dos brillantes textos,
de hace apenas 40
años, el psiquiatra Franz Fanon
-miembro del Frente
de Liberación Nacional
de Argelia en
la lucha por
la independencia- mostró,
de manera contundente, cómo
algunos de sus
colegas franceses tenían tal
visión en sus
análisis comparativos entre
los francos y los
argelinos al considerar
que el africano
normal es un
"europeo lobotomizado", mientras
otros escriben en
1939 que "ese primitivismo no
es sólo una manera
resultante de una
educación especial
[sino que] tiene
cimientos mucho más profundos
y hasta pensamos
que puede tener
su sustrato en una
disposición particular de la
arquitectura, al menos
de la jerarquización
dinámica de los
centros nerviosos". Comentando
estas posturas, Fanon considera que
El racismo vulgar,
primitivo, simplista, pretendía
encontrar en lo biológico
-ya que las Escrituras
se habían revelado insuficientes-,
la base material de la doctrina.
Sería fastidioso recordar los esfuerzos emprendidos entonces: forma comparativa del cráneo, cantidad y configuración de los surcos del encéfalo,
características de las capas
celulares de la corteza, dimensiones
de las vértebras, aspecto microscópico de la epidermis, etcétera.[v]
Destaca cómo
hoy mucho de
esto se mantiene,
aunque en múltiples
casos con argumentos
aparentemente más elaborados
pero con la
misma idea básica, sea
partiendo de aspectos
biológicos ("los negros,
morenos y amarillos
son inferiores", "los
rubios de ojos
celestes, superiores") o
culturales al destacar aspectos
diferentes a los
occidentales dominantes. No
sólo lo hizo el nazismo
con sus aberraciones raciales
acerca de la
superioridad aria y la
inferioridad judía, eslava,
gitana, etcétera (con
sus profesionales buscando
demostrarlo
científicamente sin nunca
lograrlo), sino se sigue
haciendo -con o
sin argumentos, de
manera implícita o
explícita- al considerar de manera similar
a los pueblos indígenas, árabes,
orientales, etcétera. Ejemplos
al respecto llenarían
varios volúmenes como
éste.
Frente a tal
situación resulta evidente
el carácter progresivo
del criterio estadístico al cambiar
el eje del problema y
considerar a la "salud mental" con base en las formas de vida
específicas de cada marco social, buscan- do entenderlas
y comprenderlas partiendo de sus
historias peculiares. De esta forma
adquiere fundamental importancia
el estudio acerca de las
características, conductas, comportamientos, ideas,
formas vinculares, etcétera,
que son las
mayoritarias de una
población -de ahí
el nombre de estadístico de este criterio- y que incluso pueden de alguna
manera medir- se a
través de la
campana de Gauss,
donde tales posturas
mayoritarias ocupan la parte
central, dejando a ambos costados las minoritarias y diferentes,
o sea, aquellas que, en distintos
sentidos (religiosas, estéticas,
culturales, sexuales ...) difieren
de las predominantes. Aquellas
que de acuerdo con posturas actuales
podrían verse como parte de una diversidad cultural, pero para
otros simplemente son raras,
extrañas, anormales o concepciones desvalorizantes equivalentes.
Esto último
ha hecho y hace que el indicado
carácter progresivo de este
criterio deje de serlo para
convertirse en uno que apoye y
fomente la adaptación a las formas de
vida predominantes de cada marco social -de ahí el agregado de este término anexándolo
al estadístico para quedar
como estadístico adaptativo, y
la posibilidad, como ocurre en infinidad
de casos, de persecución,
discriminación, etcétera, hacia quienes difieren de las normas estadísticas mayoritarias, con sanciones (legales, morales y de
diferente tipo) que dependerán de los
grados de tolerancia y permisividad de cada formación social
en general y de cada
uno de sus grupos
sociales. Si bien en esto se ha avanzado bastante en los
últimos tiempos, al menos en el mundo occidental -hoy se tolera y/o
acepta en grados antes
inimaginables diferencias religiosas,
de preferencia sexual,
político-sociales,
raciales, etcétera; también es cierto
que en no pocos casos lo es
por el desarrollo del
reconocimiento de tal diversidad
y no por la voluntad de sectores
que sin duda alguna (es el caso
de algunos sectores religiosos,
racistas, etcétera) les gustaría
regresar a la persecución contra
quienes disienten con tales
mayorías (como ocurre con todo
tipo de sectores
fundamentalistas, desde los
que dominan en algunos países islámicos, judíos ortodoxos y católicos preconciliares, por
ejemplo, hasta en el campo
económico, donde las
posturas neoliberales
eliminarían a todos los que no aceptan la economía de mercado), tal
como sucedía antes
de manera absolutamente mayoritaria y
de lo cual la
Santa Inquisición podría
ser uno de
los ejemplos paradigmáticos.
Uno de
los ejes centrales
para la utilización
de este criterio
estadístico-adaptativo es la
noción de normalidad,
convertida en modelo
con el que se
miden y
evalúan todo tipo
de acciones, comportamientos, posturas, etcétera.
En efecto, es
bastante común la
defensa o justificación de
lo que se piensa,
siente o se
hace, señalando que
es "normal", queriendo
decir que es lo
aceptado, predominante, usual
y hecho por
la mayoría. Incluso,
la generalidad de la
población (incluyendo a
los estudiantes que
leen este texto) aspira,
quiere, desea y
cree ser "normal", es
decir, en lo general
no diferente a la
mayoría, con plena
conciencia de las
significaciones (y a veces
sanciones) que puede
implicar no serlo.
El destacado
pensador Iván Illich,
escribe sobre el origen
y degeneración de la noción
de normalidad:
"Norma"
en latín significa escuadra,
la escuadra del carpintero. Hasta
los años 1830 y siguientes, la palabra inglesa "normal" significaba tenerse
en ángulo recto. Pero durante la
década de los cuarenta llegó a
designar cosas que se ajustaban a un tipo común. En los
ochenta, en Estados Unidos pasó a significar el estado o condición
habitual, no sólo de las cosas sino
también de las personas. Únicamente nuestro siglo
pudo evaluar a la gente. No obstante,
en Francia, la palabra fue
transpuesta de la geometría
a la sociedad un siglo antes.
"Ecole Normale" designó
a la escuela donde se
formaban los maestros para el imperio. Auguste
Comte fue el primero en dar a la palabra una connotación médica
alrededor de 1840.[vi]
Pero -y
esta es una
pregunta fundamental- ¿pueden
equipararse los términos salud
mental y normalidad?, o
en otras palabras
¿ser normal equivale
a ser mentalmente
sano? En gran medida
sí, de acuerdo
con el criterio estadístico-adaptativo, pero
no de acuerdo
con otras posturas.
Valga para explicarlo un
ejemplo no del
todo correcto pero
útil: tener caries
es normal pero de
manera alguna es
sano. De la misma
manera, una infinidad
de características psíquicas
que son compartidas
en algún momento
histórico por gran parte
o toda la
población, no tienen
por qué ser
entendidas como
"sanas" e incluso
dejan de serlo
en otro momento
histórico. ¿Acaso hace escasas
décadas no era
"normal" para las
mujeres llegar vírgenes
al matrimonio e incluso
gozar poco o nada
en las relaciones
sexuales, y hoy ocurre algo
muy diferente? Y,
aunque ahora cada
vez más extraño
¿no es "sano" y "normal" para
los caníbales comer
carne humana, mientras
ello horroriza a quienes
no lo son? Lo
normal es entonces nada
más que lo mayoritario de una sociedad de una
época determinada, y de
manera alguna es siempre sinónimo de "salud mental", y
muchas veces es incluso lo contrario. Por
ello, aunque por supuesto desde
una perspectiva crítica,
un artículo de
divulgación sobre este tema
fue titulado con la pregunta: "¿Usted quiere
ser 'normal' y 'sano'?", para
responderse luego de
desarrollado el tema
con un categórico
iNo! Como fue escrito
en un texto
anterior:
Es
incuestionable que ninguna formación social podría funcionar de manera adecuada si
la mayoría de sus
integrantes no aceptan una parte importante de sus
reglas y premisas, normas
comunes de pensamiento y de
comportamiento, etcétera, y a ello
conducen todos los procesos de socialización y de educación de los
colectivos humanos que
permiten las formas de vida compartidas y, en
general, aceptadas al
menos de manera
conciente [...] Pero
tal búsqueda y necesidad de adaptación implica múltiples
problemas prácticos como teóricos:
¿Qué tipo de adaptación y para qué?, ¿Cuáles son los
límites de aceptación y de rechazo
a las diferencias y cuáles de éstas se aceptan y se persiguen?, ¿Qué significan estas interrogantes, y sus
respuestas, para las nociones
prácticas de la "salud
mental"? Evidentemente todo
esto no se plantearía para ideas de "salud mental" diferentes
a la del criterio
estadístico-adaptativo -que responden a otros parámetros- pero son inevitables y centrales
para éste, máxime cuando es
hegemónico.[vii]
Como plantea
un psiquiatra crítico
y alternativo:
Una persona desviada es aquella a la que se atribuyen comportamientos desviados más o menos estables y típicos,
que permiten caracterizarla frente a su ambiente social. Dicho ambiente,
en cuanto expresa unas normas que el desviado
resulta violar, expresa
siempre asimismo unas
sanciones respecto al desviado. Es decir, la sociedad adopta,
formal o informalmente, una serie de
medidas, por lo general de tipo punitivo, que tienden a devolver al desviado al
seno del comportamiento normal, a neutralizar
sus acciones, o a marginarlo más
o menos radicalmente del consorcio de
los individuos "normales".
Y luego
de destacar cómo
lo desviado depende
de factores sociales
e históricos, remarca que
"la clase dominante
tiende a imponer
a toda la sociedad
los modelos de
comportamientos que son
aceptables, y aquellos
que, por
el contrario, están
prohibidos, o sea
sometidos a sanción". [viii]
Debe quedar
claro que todo
lo indicado hasta
ahora tiene que
ver con lo considerado
sano y normal
desde la perspectiva
de la adecuación
o no a los
comportamientos psicosociales dominantes, porque
existen psicopatologías que
tienen que ver
con otros parámetros,
que serán vistas
en el módulo[ix] y sobre lo que
algo se dirá
más adelante. Pero
esto no cambia nada
el hecho de
que muchas escuelas
y corrientes
del campo psicológico y psicoanalítico
se adecuan -de
hecho, e incluso
explícitamente- a este criterio
estadístico-adaptativo,
promoviendo, teórica y prácticamente, la adaptación a
las formas culturales
dominantes y, consecuentemente, criticando, estigmatizando todo lo que se
oponga a tal idea de "salud" y "normalidad".[x]
El espacio de este texto
no permite un desarrollo
exhaustivo al respecto, pero es
importante señalar que esto ocurre con la mayor parte de las praxis del campo psi actuales, entre
ellas -aunque no las únicas-
el conductismo, el psicoanálisis del yo, la
mayor parte del que
defino como psicoanálisis
"domesticado" (el institucional
y ortodoxo hegemónico, aunque a
veces in- dique lo contrario),
prácticamente la totalidad de las ahora crecientes terapias tipo light,
etcétera.[xi]
Pero si
hay quienes proponen
la adaptación como
criterio de "salud mental", también
hay otros para quien
tal "normalidad" es una
clara ex- presión de
psicopatología, designando como
normópatas a los individuos que se
"adaptan a las normas
impuestas por la clase dominante de su sociedad y que jamás
adoptan posturas independientes o
rebeldes cuando llega
el caso".[xii]
2) Normativos
Son aquellos que
establecen como parámetros de la
"salud mental" a de- terminados valores
o normas, fuera de los cuales se encuentra lo anormal
o patológico. Esos valores o normas
pueden ser los determinados tanto
por corrientes sociales,
filosóficas, psicológicas, etcétera,
como por marcos religiosos,
corrientes de opinión, etcétera,
que los formulan desde
una perspectiva teórica
o bien aplicados a sectores de la población que los siguen y que difieren de las mayorías que adhieren
al criterio estadístico-adaptativo.
Como se sabe, ninguna población es
totalmente homogénea, y dentro de ella conviven diversos
sectores con mayores
o menores diferencias en algunos
sentidos: así, por
ejemplo, distintos grupos
religiosos tienen (o pueden
tener) normas internas,
formas de vida, costumbres,
reglas éticas, etcétera,
distintas a las mayoritarias y se guían
y actúan con base en ellas,
así, lo
que es "normal" estadísticamente, no
lo es para
ellos, pudiendo provocar no pocas veces conflictos en distinto
grado de intensidad.
Una aclaración importante:
todos los colectivos sociales actúan con
base en normas, pero mientras que las que· corresponden a los grupos mayoritarios se definen como parte del anterior criterio
estadístico-adaptativo, el criterio
normativo hace referencia a aquellos sectores que tienen
otras diferentes, sea en general o
en algunos aspectos particulares.
Es innecesario decir que ante la cada vez mayor complejidad del
mundo contemporáneo, existe una
proliferación de posturas normativas,
aunque en gran cantidad
de casos lo es sólo en determinados aspectos, como variantes particulares en algunos campos, pero compartiéndose en general
el criterio
estadístico-adaptativo. Así,
también sólo como ejemplo, quienes
optan por una
preferencia sexual distinta
a la mayoritaria, seguirán en este aspecto las normas de su grupo
de pertenencia sexual, pero pueden coincidir en otros terrenos con lo
"normal" general. Algo similar puede
decirse respecto a diferencias-coincidencias entre
distintos sectores y clases
sociales, diversas zonas de un mismo
país o incluso de una gran ciudad,
sectores laborales y religiosos,
etcétera.
Si el criterio
estadístico-adaptativo es clara
expresión de la
ideología
hegemónica de un marco
social, lo mismo ocurre con este
criterio, pero en relación ya no
con tal mayoría
sino respecto de
diferentes sectores como los
indicados. Y con
mayor razón cuando
ya no se trata de
situaciones concretas en que se expresan valores y comportamientos de un
grupo social determinado, sino con formulaciones teóricas acerca de lo
que es la "salud mental", donde se plantea lo que el ser humano
debiera ser, bordeando las buenas intenciones o la utopía. Es así
que pueden encontrarse
centenares de ideas acerca de la "salud mental", algunas muy genéricas como la pro- puesta en 1948 por un
Congreso de higiene mental en
Londres, y de alguna manera cercana
a la antes expuesta como planteo
ideal: "La salud mental consiste en el desarrollo óptimo
de las aptitudes físicas, intelectuales y emocionales del individuo, en
cuanto no contraríe
el desarrollo de los otros individuos". Como dice Caruso:
Pero tales definiciones son en primer término
negativas, limitativas y además plantean cuestiones extremadamente complicadas. Aceptando que una sociedad sea injusta, ¿cómo conciliar el desarrollo óptimo de los
oprimidos con el de los opresores? ¿Qué
es el óptimo desarrollo de un esclavo en una sociedad esclavista? ¿De una mujer en una sociedad patriarcal? Lo óptimo de los opresores se puede mantener
solamente en detrimento de lo óptimo de
los oprimidos y viceversa.[xiii]
3) Evolutivo genético
Este es un criterio por el
cual diferentes escuelas y autores, con base en sus planteas
teóricos, analizan ·el desarrollo
humano y lo que el nombre del
criterio señala: la
"normalidad" y procesos
patológicos que se dan en el mismo,
considerando que todas las personas
tienen un similar paso por diferentes etapas y en
edades también similares.
Así como sería absurdo esperar que un niño camine a los
cinco meses, y habría preocupación si no lo hace a los 20 -lo mismo puede decirse respecto a otros aspectos
físicos-, esto también ocurre en torno
a conductas,
comportamientos, aparición de aspectos que recién lo hacen a
determinadas edades, desaparición de otros en
un momento, etcétera. En esta perspectiva el término normalidad es muy di tinto al indicado anteriormente, al hacer referencia a modalidades específicas
de la especie
humana, que existen
en ella con
independencia de razas, clases,
nacionalidades, géneros, etcétera.
Por ello
es lógico y
nada extraño que,
con tal base,
escuelas y autores entiendan que
gran parte de la "salud" y de
la psicopatología pueda
y deba verse de acuerdo
con la adecuación
de los sujetos
a fases y etapas con
base en sus premisas
teóricas. Como claros
ejemplos, y por su
importancia, tres pueden ser
citadas como las
más conocidas:
Las
etapas de la
evolución libidinal: no es
necesario reiterar la
revolución teórica que significaron los
aportes de Freud
acerca de la
significación de la sexualidad[xiv] y
el descubrimiento de
una sexualidad infantil
antes desconocida, que
se sintetiza en
las etapas de
una evolución libidinal
por la que pasan
todas las personas:
oral (de succión
y canibalística), anal (expulsiva
y retentiva), fálica, de
latencia y genital, con el Complejo de
Edipo y de castración como
parte de ellas;
evolución sobre la que se apoya
la psico(pato)logía [xv] psicoanalítica clásica.
En efecto, toda
evolución normal implica
el paso por todas
ellas, mientras que
las patologías psíquicas
se producen por fijaciones y
regresiones a algunas
de las mismas,
dependiendo de la
etapa en la que
se produzca su
tipo específico, [xvi] de
manera que las
psicosis se producirán por
fijación o regresión a la
etapa oral o anal
expulsiva, la neurosis
obsesiva a la anal
retentiva, las histerias
a la fálica, etcétera.
El hecho de que
nadie pase de
una etapa a
otra sin mantener
algo de la
precedente -Freud lo
metaforiza diciendo que
el proceso de evolución
libidinal es como un ejército
de ocupación que,
para mantener sus
zonas conquistadas, requiere
dejar destacamentos en
todos los lugares
por los que
pasa-, no sólo explica
un poco más lo precedente acerca
del uso del término psico(pato)
logía, sino hace que el citado proceso sea mucho más complejo[xvii].
El desarrollo cognoscitivo.
Postulado centralmente por
Piaget, aunque también por Wallon y
otros, plantea algo similar a lo anterior
pero respecto al desarrollo de la inteligencia, la formación de
símbolos, etcétera, algo que por haberse visto
en módulos anteriores de la licenciatura de psicología de la UAM-X no requiere
detallarse más, salvo indicar que, como en precedente psicoanalítico, lo
"sano" y lo "patológico" respecto
a lo que se enuncia, dependerá del cumplimiento del
paso por las sucesivas etapas y de acuerdo con las edades correspondientes.
Evolución de conductas y comportamientos.
Planteado con base sobre todo
conductista, aunque algo similar
puede hacerse desde todo
marco teórico, es lo que
postula Gessell en sus conocidos y difundidos textos donde describe las conductas
"normales" y sus características, en las
cuales aparecen y evolucionan las
conductas y funciones humanas,
cuyas anomalías deben considerarse patológicas.
Estos
procesos, etapas, evolución, etcétera, son prototípicos de la especie humana y por tanto
independientes de razas, clases, sexos, nacionalidades, etcétera, aunque
cada formación
histórico-social actúa fomentando
alguna de tales etapas
o funciones, lo que produce
tanto el que Fromm
define como Carácter social[xviii] de
una población, algunos
caracteres y tendencias psíquicas específicas, como
las psicopatologías dominantes de
una época (la histeria en
la de Freud,
la depresión hoy,
etcétera).
Desviaciones en
el estudio de la
psicología y de la
"salud mental"
Ya desde
los inicios de
los estudios acerca
de lo que
hoy se conoce
como psicología surgieron visiones
unilaterales, donde se
priorizaba el
"alma", las "fuerzas corporales" o
diferentes aspectos, dejando
de lado o desvalorizando otros.
Esto, por desgracia, pero
no casualmente, se
mantiene incluso hoy (aunque
no se le reconozca)
en no pocos
casos y desde el
imperio de perspectivas psicológicas consideradas y autodefinidas
como "científicas".
Es importante conocerlas, para
no caer bajo sus influencias
y, también, para combatirlas por
lo que profesional e
ideológicamente significan.
Organicismo
o Biologicismo
Siempre existió
la idea de
que, de manera
similar a lo
que ocurre con
las enfermedades físicas, las
mentales o psíquicas
surgen por deficiencias o afecciones en
determinados órganos corporales, lo
que posteriormente es reforzado por
visiones
"científicas"
cuando se inicia
la psiquiatría tradicional con
una perspectiva médica
que en lo
fundamental se mantiene
en un sector específico
de la misma,
aunque no
en todo ese
campo. Indudable- mente en
múltiples casos no
puede dudarse de
la causalidad orgánica
de muchas patologías psíquicas,
como son los
casos (o pueden serlo)
de grandes déficits
intelectuales
(imbecilidad, idiocia,[xix] oligofrenias y demencias), la Parálisis General
Progresiva (PGP, con origen en una patología medular que,
muchos años después, puede derivar en
una psíquica), meningitis (por
inflamación de la meninges y sus
efectos), e infinidad de cuadros más,
algo aceptado incluso por los psicoanálisis,[xx] aunque en otros casos pueden plantearse importantes
diferencias con la
psiquiatría tradicional y negar
tal causalidad orgánica a
psicopatologías consideradas de origen psíquico (casos de la esquizofrenia y la depresión entre
tantas otras), e incluso
pensar que algunas enfermedades
físicas (asma, cáncer, epilepsia, etcétera) pueden tener en algunos casos una
etiología psíquica.
De tal
punto de partida
a una búsqueda y creencia en una causalidad
orgánica para
toda psico(pato)logía hubo y hay un
solo paso para la
psiquiatría tradicional, y seguramente
un claro ejemplo al respecto es el caso de la histeria,
que por creerse anteriormente que
era un cuadro sólo femenino
su origen debía
buscarse en un
órgano que no
tuviese el hombre:
sería el útero, de
donde deriva el nombre de
histeria. El campo organicista actual por supuesto ya no es tan burdo
ni esquemático y, más allá de que
difícilmente haya alguien que en
las palabras niegue
la existencia de factores psíquicos
y/o sociales en la
psico(pato)logía, hoy
utiliza argumentos mucho más complejos y
sofisticados, que toma de un
conocimiento profundo del sistema nervioso y de las neurociencias, aunque hasta el presente no han podido
mostrar de manera absoluta
e irrefutable que
pretenden la causa orgánica (al menos única) de cuadros como la depresión, la esquizofrenia, y tantos
otros.
El problema de esta desviación organicista
acerca de la "salud" y la "enfermedad" mental
es doble: por un lado
terapéutica, ya que inevitablemente (al
menos en la mayoría de los casos) conduce a tratamientos farmacológicos -hoy
cada vez mayores
por parte de los
psiquiatras tradicionales ante el cada
vez más alto desarrollo de los psicofármacos-,
biológicos (electroshocks y
tantos otros) y la virtual negación de los psicológicos;[xxi] por el otro teórica, e
incluso ideológica, al negar la incidencia de aspectos psicológicos
y sociales en la producción de la psico(pato )logía, con lo que esto implica al considerarse -algo
sin duda no inocente, sea o no conciente de sus significaciones- que toda responsabilidad al respecto es del propio su- jeto (específicamente de su biología) y excluyéndose
por tanto la psíquica y la
social. [xxii]
Psicologismo
Sea por sobrecompensación respecto a lo anterior
-muchas veces la reacción contra algo
es pasando exageradamente a
un extremo opuesto-
o por sí mismo, el psicologismo es lo mismo
que el organicismo
pero con sentido
diferente: aquí
las causas de
todo son por factores psíquicos, eliminándose toda responsabilidad orgánica
o social, con consecuencias también
similares de no quererse
ver las responsabilidades de
estos campos, y por tanto
quitándoles sus
influencias sobre lo
"sano" y lo
"patológico".
Es por supuesto
una tendencia que puede
predominar sólo dentro
del campo psi
(sería contradictorio que
se diese en
el médico o
en el sociológico) y de dos
maneras:
a) viendo toda
psico(pato)logía sólo desde
perspectivas
psicológicas -desarrollo libidinal, resolución del
Complejo de Edipo, conflictos
familiares, etcétera.[xxiii], sin
incluir factores socio históricos (como
los que se indicarán más
adelante) o posibilidad de
afecciones orgánicas causantes
o incidentes en
cada problemática concreta;
b) transpolando el
conocimiento psicológico o
psicoanalítico al campo social, interpretando aspectos de
éste con herramientas de
aquellos: aunque como ejemplo
extremo siempre se da
el de una
muy conocida psicoanalista quien
llegó a decir que el
capitalismo es la etapa
anal de la sociedad
proyectando a ésta una
realidad válida para
el desarrollo psíquico individual, que
no tiene por qué
ser equivalente al
histórico; esto no es
para nada extraño
dentro del mundo
psi, donde se
psicologiza incorrectamente situaciones que
deben ser vistas desde
sus propios marcos teóricos.
La lectura
de la profusa
bibliografía psicológica y psicoanalítica muestra sin lugar
a dudas la
extensión de esta
verdadera patología psicologista, aunque muchas
veces sin conciencia de
ella, lo que
no quita sus
sentidos y significaciones.
Una variante, aparentemente distinta
pero en el
fondo similar, es
en quienes -caso
concreto del actual
psicoanálisis
"lacanista" y afrancesado de
moda- tienen en
cuenta algunos aspectos
sociales y culturales aunque
abstractos, genéricos y nunca concretos)
pero sólo en
el plano del discurso, cayendo luego casi siempre en la
realidad de una postura en
definitiva psicologista. [xxiv]
También aquí el resultado, intencional y conciente o no, es quitar toda causalidad psico(pato)lógica a la realidad histórico-social, viendo todo como producto
de situaciones individuales
singulares. Consecuencia de esto
es la búsqueda de cambios dentro
del propio sujeto, lo que puede en algún sentido ser válido si no
se niega, o sea,
si se hacen
conscientes, las causas culturales participantes en
la situación y las
limitaciones que producen tales cambios sólo personales. Por otra parte, es evidente cómo las posturas
psicologistas sirven como cobertura para
el mantenimiento de la realidad imperante, actuando por tanto, como claros instrumentos de la dominación.
Sociologismo
Aquí el énfasis
está colocado en los aspectos sociales, culturales, políticos, económicos, etcétera, con
reducción o negación de los psicológicos
y orgánicos. Y así
como los casos anteriores
son expresión sobre
todo de los campos
médico y psicológico-psicoanalítico,
éste lo es del de las
"ciencias" sociales que, o
bien en múltiples casos niegan o reducen
la importancia de una
realidad subjetiva que
poco conocen, o dicen reconocerla y aceptarla in
realmente hacerlo. Es
una tendencia predominante
tanto en posturas sociológicas tradicionales como en el de un "marxismo" esquemático y mecánico (de tipo
estalinista) que reduce todo al campo social y, en el segundo
caso, a la lucha de clases y a la importancia
de la "estructura" como determinante de la "superestructura" (ideología, subjetividad, etcétera), por lo que poco o nada tienen en
cuenta los factores propios de cada individuo, su marco familiar, etcétera, y a la
clara dialéctica entre sujeto y sociedad
.
Así, en
esta perspectiva, las
nociones de
"salud" y
"enfermedad" mental siempre estarán
determinadas por las
características imperantes en
cada marco social, la lucha
de clases, etcétera,
dando escasa incidencia
a los aspectos particulares de
cada persona.
Si bien en los
últimos tiempos una
apreciable cantidad de
sociólogos, politólogos y antropólogos,
buscan el acercamiento y vinculación
entre lo social-cultural y lo subjetivo, es aún
mucho lo que falta
por hacer sobre esto.[xxv]
Estas desviaciones
en gran medida son consecuencia de las tendencias fuertemente disciplinarias del conocimiento actual, aunque se encuentran en proceso importantes perspectivas
inter y transdisciplinarias desde las cuales deben ubicarse
los estudios acerca de la
"salud mental". Aceptando
estas búsquedas
integrativas, aquí se
parte de la idea de que el ser humano es un ser biopsicosocial -sin
guiones intermedios para indicar una totalidad y no una suma
de factores- y que por tanto, todo conocimiento psicológico y
psicoanalítico debe tener
en cuenta tal
síntesis en todos los
sentidos, lo que segura- mente
no es nada simple pero
que debe ser buscado
como algo teórica y
prácticamente fundamental e imprescindible.[xxvi] Y cumplirlo
realmente, no sólo en el
terreno de las palabras.
Salud
mental y control social
Otro muy importante aspecto
a destacar en torno a la problemática acerca de las nociones de salud mental es su utilización al servicio del control social, es decir, como herramientas convalidantes con presuntos tintes
"científicos" para todo tipo de dominación. Para esto se utilizan básicamente los criterios
estadístico-adaptativo y normativos antes descritos, de manera
que muchas de las conductas,
comportamientos, ideas, formas
de vida, etcétera,
que salgan de lo aceptado, común y normal de un
marco social es o puede ser definido
como "anormal", "loco" o expresiones similares
y, por tanto,
criticado o incluso
sancionado moral o
penalmente. Muchísimo es lo
que se ha escrito
al respecto acerca
de posturas que
se dieron a
lo largo de la
historia, determinadas por
el poder y
convalidadas por teorías
filosóficas, oficiales y las
instituciones hegemónicas de
cada época (educativas,
religiosas, etc.),[xxvii] pero
las anteriores acusaciones de
"brujería" y similares,
hoy han sido reemplazadas por
las señaladas con
base en
la "cientificidad"
psicológica y
el rol -en
muchos casos reconocido
y aceptado, en
otros no conciente- de
los profesionales, instituciones y
escuelas psis.
Es conocido
que toda sociedad
requiere del control social para su
mantenimiento y reproducción, para
lo cual utiliza
todas las instituciones de que
dispone y herramientas como
la publicidad y
propaganda, difiriendo en todo
caso en torno
a la tolerancia de aceptación de
las diferencias, grado
de libertades permitidas, etcétera. [xxviii] Puede
llegarse y se llega a sanciones de todo
tipo para los
transgresores, pero desde
hace tiempo se
prefiere la aceptación de las
normas vigentes y su
internalización por los
sujetos -nunca debe
olvidarse la relación
entre sujeto y sujetación, donde
un peso significativo lo tienen
los indicados señalamientos de
"anormalidad" y
"locura" acerca de lo
que difiere de
las normas aceptadas,
consideradas
"normales" y “sanas". Así,
hace décadas (antes
de la llamada
"liberación
sexual") era común definir
como locas a las mujeres
que no se
reprimían en ese
terreno, y se convirtió
en ejemplo paradigmático que
la última dictadura
militar argentina llamara de
igual manera a
las Madres de
Plaza de Mayo
que pedían por sus
hijos desaparecidos;[xxix] demostrativos casos
donde en pocos años
se revirtió la
situación, sea por
cambio en torno
a los comportamientos sexuales de
las mujeres, y en el reconocimiento de
las anteriores locas como conciencia
ética de una nación.
Sin duda
alguna la crítica más fuerte
y rigurosa respecto al uso de la "salud mental" y de los profesionales psis al
servicio de la dominación la hizo, en las décadas de 1960 y 1970, la
incorrectamente llamada "antipsiquiatría"[xxx]-movimiento que dentro
de nuestro campo profesional fue
el representante del espíritu
rebelde y contestatario de esa época, en el que destacaron
hippies y beatniks, las conocidas insurrecciones de
1968 en muchos países europeos y latinoamericanos, el Che
Guevara y grupos armados,
etcétera-,[xxxi] que tomó como
eje de su teoría
y práctica tal uso de
marcos teóricos y acciones al servicio del control
social por parte de psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, etcétera,
que fueron categórica
y claramente definidos por dos de sus principales representantes como "policías de la mente" (Ronald Laing) y
gramscianamente como "funcionarios del
consenso" (Franco
Basaglia).[xxxii]
Hoy más que nunca, por el incremento cada vez mayor del control social y de las sutilezas
de la dominación
simbólica, es necesario y valioso volver a la bibliografía ya clásica de esta corriente, algo que muchos cole- gas no
hacen por considerar
que se trata de
una postura superada,
por críticas respecto a algunos
de sus planteos de modificación a
las instituciones psiquiátricas, o por
algunas expresiones que pueden verse
como exageradas de algunos de sus principales exponentes. Pero más allá de todo
esto, negar el valor y estudio
de las indicadas críticas
se reitera que cada
vez más actuales, poco ayuda al
combate a las tendencias hegemónicas en torno
al uso de la "salud
mental" al servicio del control
social, y de hecho, aunque no sea
su propósito, colabora con su mantenimiento. [xxxiii]
¿"Salud
mental" o conflicto
psíquico?
Ante tal polisemia,
significaciones, usos y polémicas en
torno a las nociones de "salud mental",
el campo
psicoanalítico no utiliza tal
término -puede observarse que no
aparece en los principales diccionarios psicoanalíticos-, [xxxiv]llegando
incluso a plantear que "la salud
mental no existe" con base en la imposibilidad de ausencia de conflictos
tal como se verá en lo que sigue.[xxxv]
Utiliza en su
lugar la idea de un
conflicto psíquico inevitable ya que el sujeto
humano nunca podrá satisfacer
todos sus deseos por ser producto
y estar inserto en una cultura
que los prohíbe, limita o condiciona, de acuerdo con cada
momento histórico específico tal como fue
indicado páginas atrás. De esta manera,
toda la dinámica (en
realidad dialéctica) psíquica es un enfrentamiento constante
con multitud de deseos no posibles de satisfacer de acuerdo con los
requerimientos de los mismos, lo
que produce su represión como forma de preservación de la vida social
colectiva. El sujeto psíquico es
entonces uno inevitablemente reprimido,
donde la instancia
del yo enfrenta los deseos del
ello, pudiendo sólo cumplirlos de acuerdo con las normas culturales imperantes
en cada momento histórico (que pueden cambiar, como ha
ocurrido con la sexualidad,
por ejemplo, pero no
tanto, o nada, en
casos como el de los deseos
de muerte, incesto,
etcétera). Para comprender esto
debe pensarse en qué ocurriría si cada sujeto obedeciese de manera
inmediata a todos sus
deseos, algo que
impediría toda vida social
y colectiva organizada. De
esta manera toda cultura
es inevitablemente
represora, aunque en un
sentido diferente al del uso de
tal término que se hace ante situaciones
políticas, pero similar en cuanto a la imposibilidad de satisfacción de todo lo deseado. [xxxvi]
En esta perspectiva todos somos inevitablemente neuróticos,
como sinonimia de tal
conflicto inevitable, pero
sin que esto signifique tener una
neurosis específica de acuerdo con lo que se verá al estudiarse la psicopatología específica (histeria, neurosis obsesiva, perversiones, psicosis). De
cualquier manera, es
importante dejar bien claro que tampoco
nadie puede tener esa "salud
mental" que plantea la ausencia de todo conflicto psíquico, social o
biológico; por el contrario, sin
excepción alguna, todos tenemos, aunque sea en
un grado cuantitativo
y cualitativo diferente al de
las psicopatologías claras,
manifiestas y categóricas (por
ejemplo una histeria), una o
varias tendencias de ellas
(histeroide para seguir
con el ejemplo anterior) como consecuencia de la evolución
libidinal antes indicada.
Decir todos significa que no hay
ninguna excepción, ni profesionales psis
ni estudiantes de psicología que, en todo caso, pueden ser (o
llegar a ser) conscientes de sus problemáticas psico(pato)lógicas y de la
necesidad de una búsqueda psicoterapéutica o psicoanalítica.[xxxvii]
En la
obligada brevedad de
esta parte del artículo
pueden verse las marcadas
diferencias entre las conceptualizaciones de "salud mental" y de conflicto psíquico,
lo que deberá ser
ampliado en el trabajo
medular. Si bien los docentes,
y más allá de sus diferencias teóricas sobre todo lo referente al
conflicto psíquico, prefieren este término y no el de
"salud mental", el mantener
este último en el nombre del
módulo, es por lo indicado en el
inicio acerca de la existencia de
tal término en la mayoría de las instituciones psis, pero también
por la necesidad de preparar a
los alumnos para una
lucha teórica e ideológica
respecto a sus sentidos
y significaciones.
Conflicto
psíquico, "sa1ud
mental" y sociedad
Resulta evidente,
por lo expuesto
anteriormente, que todo lo que
se produce en la constitución
y desarrollo
de la subjetividad -psicopatología incluida-
es inseparable de los
procesos sociales, culturales
e históricos. Algo
comprendido hace ya mucho tiempo, aunque
por "modas" intelectuales y teóricas actuales imperantes en nuestro actual Zeitgest (espíritu del
tiempo), cada vez más integrantes del campo psi lo incluyan poco, no le otorguen su
fundamental importancia o
sólo lo planteen sin llevarlo a sus últimas
consecuencias para tales procesos
en general y para la problemática de la "salud mental"
y el conflicto psíquico en particular.
O lo hagan en una perspectiva teórica
abstracta sin analizarlo
y precisarlo para las condiciones concretas
que se viven,
o sea sin aterrizarlos
en cada realidad
específica. Pero se sabe, y los profesionales psis no pocas
veces lo aplican a otros pero no a sí mismos, que no es nada extraño
que se vea sólo lo que se quiere
ver, eliminando o alejando aquello que
puede inquietar: "seguridades" teóricas, personales o político ideológicas. Si en
1909 Freud consideró que el psicoanálisis
era una
"peste" por romper con muchos de los fundamentos teóricos de su época, hoy después de la gran
aceptación alcanzada por
este marco teórico
en gran medida pagando el precio de su "domesticación", puede afirmarse
que la "peste" es la
inclusión de los factores socio históricos concretos y
actuales que pueden significar
una fuerte crítica a los fundamentos básicos
de nuestra cultura y civilización.[xxxviii]
Respecto a los vínculos indicados
en el subtítulo
vale una pregunta
constantemente formulada
en clases y conferencias y que,
pese al premio ofrecido a los
alumnos de darles la más alta calificación
nunca fue respondida: que
den aunque sea un
solo ejemplo de algún comportamiento humano (excepto los biológicos básicos) que
no esté atravesado por la cultura. Y no puede ser respondida por la simple razón de que hasta muchas actividades biológicas lo están en un sujeto que está formado por
y que vive en una determinada
cultura. Por ello, en los
citados trabajos anteriores se ha
sostenido que llegó un momento en que Freud
vio la necesidad de incluir su
proyecto teórico en un contexto más amplio, ya no limitado al mismo sujeto y su entorno familiar y micro social, por lo que, en este
marco de ideas, se sostiene que El
malestar en la
cultura[xxxix] puede
ser entendido como uno de los ejes del marco teórico
psicoanalítico. Aunque esto de
manera alguna significa
negar todas las
aportaciones anteriores (teoría de los sueños, meta psicología, etcétera)
sino ubicar a éstas
en un contexto
diferente, lo que puede
llegar a cambiar de gran manera
la comprensión del marco teórico psicoanalítico,
permitiendo así la formulación de
nuevas y distintas
problemáticas que no entran en una concepción
teórica sólo familiar o micro
social.[xl]
Recuérdese al respecto
lo tantas veces repetido, como ejemplos, de que
el periodo de tránsito
del feudalismo al capitalismo en
los países europeos centrales formó, a través del espíritu protestante
del luteranismo y del calvinismo,
un modelo de hombre que posibilitó la necesaria acumulación
de riqueza: un hombre
ordenado, frugal y
avaro que hoy
sería claramente definido como neurótico obsesivo[xli] (y del
que ahora quedan
su conocido orden, puntualidad
y limpieza, pero no la ausencia de fuerte consumo,
lo que sería incompatible con el capitalismo desarrollado actual);
o la histeria como principal
cuadro diagnóstico de
la mujer de
fines del siglo XIX e inicios del XX que, como lo demostró Freud,
era consecuencia de la moral victoriana
dominante en esos periodos. Pero
así como el creador del
psicoanálisis, junto a toda la
psiquiatría de ese tiempo,
estudiaron y buscaron la etiología de tal
neurosis ¿cómo no hacer lo mismo
hoy con la presente a nuestra
época?
Porque resulta
claro que, como ya se dijo, estos últimos no son más que
ejemplos tal vez muy gráficos,
expresivos y contundentes
de algo
que existe siempre y no es ninguna excepción: en cada época y en cada marco social siempre se vive
de una determinada manera de acuerdo con las posibilidades que
dan las condiciones
geográficas, sociales, económicas,
políticas, etcétera; condiciones
que nunca son estáticas y siempre se encuentran con cambios menores y mayores de acuerdo con las nuevas condiciones que se han presentando.
Se hace patente que una vida nómada
o sedentaria, rural urbana, mística
o atea, etcétera, producirán
psico(pato)logías genéricas muy
diferentes que, a su vez, tendrán transformaciones más o
menos coherentes con las
transformaciones estructurales
que los
marcos sociales realicen.
Ya fue indicado
que en los
países europeos centrales
se mantienen antiguas actitudes
de limpieza y puntualidad, pero la frugalidad y la avaricia de las épocas de
acumulación necesarias para
la construcción capitalista han
desaparecido, en congruencia con un
sistema social que requiere de un
alto consumo para mantenerse
y sobrevivir. La histeria por supuesto no fue eliminada con la desaparición de la moral victoriana, pero no es ya el cuadro dominante
y han aparecido otro
tipo de cuadros de acuerdo con la actual
"revolución sexual".[xlii] En
otro sentido, y respecto a la llama da globalización, esto tal vez no signifique que desaparezcan, al menos totalmente, los conocidos como
"caracteres nacionales" o "específicos" de una
cultura, pero seguramente que sí
sobre éstos se producirán múltiples y diferentes cambios al estilo de
variaciones que pueden llegar
a cambiarlo de manera sustancial, o dejando una forma o impronta con
contenidos distintos (lo que algunos
comienzan a llamar globalización).
Por supuesto
que sobre esto pueden hacerse grandes y sustantivos
desarrollos teóricos, que la antropología en particular
ha realizado como parte esencial
de su actividad (y también
diferentes psicologías con base
antropológica o clara comprensión de la importancia de las culturas en la subjetividad y el etnopsicoanálisis).[xliii] Y si
tal necesidad ha
existido siempre, ahora con mayor
razón, cuando se producen
cambios en todos los sentidos políticos, sociales, económicos, pero sobre todo
tecnológicos y culturales con una
rapidez infinitamente mayor a la de épocas anteriores,
y que producen importantes y
muchas veces sustantivos
cambios en todos los
aspectos de la subjetividad o, si
se prefiere, en la psico(pata)logía en el sentido antes indicado. En
efecto, hoy las formas de vida dominantes,
las aspiraciones e ideales
del yo (sobre
todo para las
nuevas generaciones), las exigencias sociales,
el poder de
instituciones sociales antes
de menor peso
o inexistentes como los
medios masivos de
difusión.[xliv] etcétera,
son muy diferentes
y requieren de
constantes estudios como,
por ejemplo, en
torno a las llamadas
"psicopatologías de fin
de siglo" (respecto
a las de
finales del XX y
actuales), que se
reconocen como en
muchos sentidos cambiantes
respecto de las
anteriores, sólo como
ejemplo: hoy se
perciben a las depresiones como
cuadros dominantes, cuantitativamente se incrementan los narcisismos, los
estados fronterizos, bulimias,
anorexias, esquizoidías y psicopatías, es
difícil encontrar cuadros
neuróticos en sus
formas clásicas, etcétera.[xlv]
En esta
perspectiva, puede ser
considerado lamentable e incluso
cómplice el silencio
teórico y práctico
profesional respecto a
las condiciones de "salud mental" específicas de
cada época, lo
mismo que la
necesaria crítica sobre
ello. De la
misma manera que,
de haber existido
psis en épocas pasadas al surgimiento de
estas disciplinas, hubiesen
debido hacerlo respecto
a tiempos antiguos:
Feudalismo y Edad
Media, Renacimiento, la
modernidad, el "socialismo
real", etcétera (como lo hicieron, con o sin
con ciencia de ello y de
tal espíritu descriptivo
o crítico, algunos filósofos, sociólogos y literatos[xlvi]; hoy debiera
serlo sin excepción para todos
respecto a lo que actualmente acontece,
sin que esto signifique el abandono de las premisas teóricas que se
sustentan sino la adecuación de
éstas a la realidad concreta, con
los cambios y agregados que
sean necesarios con base en ello. Algo que, por lo
ya visto, sólo se hace en un mínimo
grado, primando una
especie de rumiación sobre
problemáticas en otro lugar definidas
como "bizantinas" en el
sentido de la preocupación por
problemáticas menores sin
ver las
fundamentales o, de acuerdo
con un dicho popular,
ver el árbol sin ver el bosque.
Final sin terminación
Ya en el límite del espacio
para este escrito, con el subtítulo
busca decirse lo planteado en el inicio:
se trata sólo de un comienzo
o introducción a una problemática
que por supuesto requiere de muchísimos más
desarrollos para cada uno de los
puntos aquí planteados. Sobre todo para
el aterrizaje concreto de cada
uno de ellos en la realidad específica
que se vive en cada situación socio histórica, que para el caso de la neoliberal, hoy hegemónica en la mayor parte del mundo,
fue hecha en un libro ya citado.[xlvii]
Una tarea
tan difícil y compleja como
fundamental a que no puede ni debe renunciarse.
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[iv] Cualquiera
que conozca la actual
situación mundial puede ver cómo hoy todo esto se
mantiene, aunque en muchos casos con justificaciones modernas:
necesidad de desarrollo
y progreso, combate a la pobreza, apoyo para un mayor nivel cultural, etcétera.
Es evidente que tanto gran parte
de los pueblos como muchos de los intelectuales orgánicos
de las naciones dominadoras actuales ven a las sociedades dominadas
y pobres con perspectivas
similares a las de otrora.
Es innecesario decir que en esto Estados Unidos
lleva la batuta.
[v] Franz
Fanon, Los condenados de la Tierra, FCE,
México, 1973, pp. 277 y ss., y
en el capítulo "Racismo y cultura" de Por fa Revolución Africana, FCE, México,
1975, p. 39.
[vi]
Iván Illich, Némesis médica. La
expropiación de la salud, Barral
Editores, Barcelona, 1975, página
147.
69-70. Seguramente hoy puede discutirse la cerrada
idea de "clase dominante"
y más bien hablar en plural ("clases dominantes"), culturas
hegemónicas (con predominio de tales clases), etcétera.
[ix]
Es importante señalar aquí, lo
planteado siempre en mis grupos,
de que ver psicopatología en un trimestre es simplemente imposible,
lo que obliga a una visión harto
general y siempre
incompleta; que todo interesado en el tema deberá continuar
y profundizar posteriormente: es
algo así como ver una ciudad desde un avión, cuando para conocerla es preciso
recorrer sus calles. En prácticamente
todas las carreras de psicología
del mundo entero, la psicopatología se ve en un año e incluso en más tiempo, y el
hecho de que en la UAM-X no exista un área de concentración en psicología clínica no es una
justificación, ya que el cono- cimiento de ella es
imprescindible para el campo psicosocial
y el educativo. Claro que
cambiar esta situación implicaría el aumento
de duración de la carrera, hoy muy corta: sólo de tres años para el
campo psicológico específico.
[x] La base conceptual de esto puede verse en un ejemplo
paradigmático, escrito por uno de los
principales teóricos del funcional-estructuralismo sociológico en un capítulo claramente
titulado: "La conducta desviada y
los mecanismos de control social", donde desde el inicio del mismo destaca
que "la dimensión
desviación-conformidad era
inherente y central a toda la concepción
de la acción social y, por ende, de los sistemas sociales",
existiendo siempre una "expectativa
de conformidad con las exigencias de la
pauta", y complementariamente
"implica la existencia de unos criterios comunes sobre lo que es
una conducta 'aceptable' o aprobada en
algún sentido". Para que no haya dudas refuerza tal posición al escribir que "a
todas luces se aprecia que la
concepción de la desviación como una perturbación del equilibrio del sistema
interactivo constituye la perspectiva más importante en los análisis de los sistemas sociales ", Talcott Parsons, El sistema social, Alianza Editorial,
Madrid, 1982, pp. 237-305.
[xi]
Véase un desarrollo mayor de todo esto en los libros de nota 1 y
en mis artículos "La relación
hombre-cultura: eje del psicoanálisis", en la revista Subjetividad y
Cultura, México, núm. 1, 1991; disponible en www.plazayvaldes.com/sycl/,
reproducido en el Apéndice de la 2a.
edición del libro Normalidad, conflicto psíquico..., op. cit., y "Lo light, lo domesticado y lo bizantino en nuestro mundo psi", en
Subjetividad y Cultura, núm. 14, México, 2000, y reproducido en el libro La salud
mental. , op. cit.
Baró (color.), Psicología social de la guerra, UCA
Editores, San Salvador, 1990, p. 204.
[xiv] 14
Nunca debe olvidarse que la noción de sexualidad tiene para Freud y el psicoanálisis (en todas sus corrientes)
una significación mucho más amplia y mayor que en su sentido común y popular. Al respecto
véase tal término en Laplanche
y Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Labor, Barcelona,
1971 (las ediciones
actuales son de Paidós), p. 421.
[xv] La
forma de escribir este término es por lo
que se verá más adelante acerca de la noción de conflicto psíquico, queriéndose
expresar que ambos términos -psicología
y psicopatología- e
encuentran entrelazados de distintas
maneras en todos los
sujetos.
[xvi] Esto se verá con mucho mayor detalle en el módulo,
pero una idea general al respecto
puede verse en la parte II
("Salud, enfermedad y
conflicto en
psicoanálisis") de mi libro.
Normalidad, conflicto psíquico..., op.
cit., y en el cuadro
de la p. 180.
[xvii]
Sobre esto véase
el breve artículo
de Sigmund Freud, "Tipos
libidinales", en Obras
completas, tomo XXI, en la edición de
Amorrortu de Buenos Aires, 1976,
y en el III de Biblioteca Nueva
de Madrid.
[xviii] Más
allá de la discusión acerca
del marco teórico frommiano,
su planteo acerca del carácter social puede verse como un muy valioso aporte para la comprensión de la
importancia de los aspectos histórico-sociales en la conformación del sujeto psíquico,
que requiere de una con- ante elaboración para
cada momento histórico
concreto. Lo define
como el "núcleo esencial de
la estructura del carácter de la
mayoría de los miembros de un grupo,
núcleo que se ha de arrollado
como resultado de las
experiencias básicas y los
modos de vida comunes del grupo mismo", E. Fromm, El miedo a la libertad, Paidós,
Buenos Aires, 1962,
p. 322, que se constituye al "moldear las energías
de los individuos de modo
que su conducta no sea asiento de decisión consciente en
cuanto a seguir o no la norma social, sino
asunto de querer obrar
como tiene que
obrar, encontrando al
mismo tiempo placer en
obrar como lo requiere la
cultura. En otras
palabras, canalizar la energía
humana a fin de que pueda
seguir funcionando la sociedad de que se trate", E.
Fromm, Psicoanálisis de fa sociedad contemporánea, FCE, México, 1963,
p. 72.
[xix] Ambos
términos surgen de
la psiquiatría y
hacen referencia a profundas debilidades intelectuales por
causas orgánicas. Su utilización general
y popular es producto
de la deformación del sentido
original, algo muy frecuente y que, para el campo psi también se produce
en otros casos, entre ellos el de "perversión".
[xx]
El uso del plural (los) y no el singular
(el, como es usual) es porque
hoy, y desde ya hace bastante tiempo, esta escuela
tiene una multiplicidad de
corrientes que, aunque con bases comunes , pueden
tener grandes diferencias teóricas y prácticas entre
sí. Claro que, y como
mucha veces ocurre en polémicas internas, cada una de estas corrientes
puede llegar a considerarse la
verdadera y negar el carácter de psicoanálisis a las otras.
[xxi] Aquí es imprescindible hacer dos aclaraciones. Una acerca del término psiquiatra, que
siempre es un profesional de la
medicina dedicado a la psiquiatría, pero que luego puede tomar diferentes caminos: lo es el que se mantiene en la postura organicista
indicada y como parte
de la llamada "psiquiatría
tradicional", pero también
quienes con base en tal formación médica luego tienen una formación psicoterapéutica o psicoanalítica -recuérdese que hasta hace pocos años las instituciones psicoanalíticas ortodoxas
sólo aceptaban médicos en sus
seminarios, y por tanto,
de hecho todos los analistas "oficiales" eran de por sí
psiquiatras-,y por tanto, combinan
de múltiples formas aspectos médicos y psicológicos; un claro ejemplo de esta polisemia la hizo
Franco Basaglia, uno de los líderes de
la llamada "antipsiquiatría",
que rechazó este término porque,
decía, siendo psiquiatra
no podía estar en contra
de sí mismo, y consideraba seguir siéndolo pese a las profundas y
fundamentales críticas que hizo a la praxis
psiquiátrica tradicional (algo
de lo cual se verá más adelante).
La segunda aclaración es en torno al uso de los psicofármacos: aunque
éste no es posible para los psicólogos
-legalmente y por
desconocimiento al respecto-, es imposible
negar su valor cuando
se hace en los casos y circunstancias
adecuadas, en muchos casos como complemento de una
psicoterapia o psicoanálisis. Pero esta problemática escapa al presente texto.
[xxii]
Es interesante señalar, aunque
sólo sea al margen, que incluso
un importante sector del campo psicoanalítico puede caer en algo similar, aunque sea
para explicar algunas situaciones
específicas de la realidad social
y política: es el caso, reiterado en esta época por causas conocidas (los ataques de Estados
Unidos a Afganistán e Irak), que las guerras son producidas por la pulsión
de muerte, olvidando o minusvalorando, los aspectos políticos y económicos que las
producen.
[xxiii]
Como un
ejemplo entre tantos
otros, cuando se
dice que la
militancia guerrillera del hijo del gobernador de un
estado en la Argentina
de la década
de 1970 fue
por un Complejo de Edipo no resuelto. Si bien
esto de
manera alguna puede
ser desechado, tal
conclusión debería ser producto de un
análisis concreto del
caso v no especulación teórica genérica,
y unida a las circunstancias
históricas específicas que se
vivían en ese
momento.
[xxiv]
Un desarrollo mayor de esto se puede observar en mi artículo "Lo light, lo domesticado... ", op.
cit.
[xxv] Éste
es uno de los aspectos centrales
de mi tesis para el
doctorado en Estudios Latinoamericanos, "El malestar en la cultura
en América Latina", donde se
plantea el problema y se formulan
algunos aportes desde un campo psicoanalítico como respuesta.
[xxvi]
En torno
a esto es importante
señalar que una
de las trampas
de algunas tendencias
psicoanalíticas es enfatizar que el
objeto de estudio del psicoanálisis es el inconciente, algo incuestionablemente válido
pero que no puede hacer olvidar
que -más allá de que algunas
corrientes analíticas hoy plantean
la incidencia de la cultura sobre tal
estrato psíquico-, los deseo
inconscientes humanos se enfrentan
a la realidad social
para su satisfacción, negación de ésta o caminos sustitutivos (más adelante veremos un poco más sobre esto).
[xxvii]
En esa vasta bibliografía, y junto
a innumerables obras de gran
valor, se destaca la de Michel
Foucault como una totalidad, y en particular Historia de la locura en la época clásica,
CE, México, 2a.
ed., 1986; Enfermedad mental y personalidad, Paidós, México,
1987; Vigilar y castigar, Siglo
XXI Editores, México, 6a. ed.,
1981.
[xxviii] Un desarrollo mucho mayor sobre esto en el presente puede verse en E. Guinsberg, Matrajt y
M. Campuzano, "Subjetividad y
control social: un tema central de hoy
y siempre", revista Subjetividad y
Cultura, núm. 16, México, 2001.
[xxix]
La dictadura militar y sus
medios de prensa las definían como las "Locas de Plaza de mayo" porque
denunciaban lo que ellos negaban, la detención
y desaparición de prisioneros
políticos, algo luego demostrado categóricamente.
[xxxi] Véase un desarrollo mayor sobre
esta época y una comparación con
la actual en mi ensayo "Proyectos, subjetividades e imaginarios de los 60
a los 90 en Latinoamérica",
Argumentos, estudios críticos de la sociedad, núms. 32-33,
UAM-X, México, 1999.
[xxxii] Una síntesis bastante amplia
de las posturas generales
y diferencias entre las escuelas de esta corriente puede verse en la parte III,
"Los planteas críticos del
movimiento de alter- nativas a la
psiquiatría", del libro
Normalidad, conflicto psíquico
... ,
op. cit., donde se encuentra una
también amplia bibliografía de sus principales
autores.
[xxxiii]
Un debate y evaluación crítica de
varios autores sobre la corriente "antipsiquiátrica" en la revista Subjetividad
y Cultura, núms. 22 y
23, México, octubre 2004
y abril 2005.
[xxxiv] Entre
ellos los de Laplanche y
Pontalis, op. cit., Pierre
Fedida (Madrid, Alianza
Editorial, 3a. ed., 1988),
el hecho bajo la dirección
de Roland Chemama (Amorrortu, Buenos Aires, 1998),
el Diccionario del
pensamiento kleiniano de
R.D. Hinshelwood (Buenos Aires, Amorrortu), el Diccionario de psicoanálisis de las configuraciones vinculares
coordinado por Car- los Pachuk
y Rasia Friedler (Buenos
Aires, Del Candil), como tampoco
en el "Índice alfa-
bético por materias" del tomo XXIV de las Obras
completas de Freud de la edición de Amorrortu
(tomada de la inglesa
Standard Edition).
[xxxv]
Aunque este planteo es correcto
de acuerdo con tal
perspectiva, puede convertirse en peligroso si -como ocurre tantas veces en deformaciones y
exageraciones que se producen a
partir de premisas válidas-,
lleva al inmovilismo por el
absurdo de considerar que todo es patológico y nada puede hacerse a partir de
que nunca existirá tal "salud mental". Algo semejante a lo que, también
reconociéndose de que siempre
existirá un malestar en la cultura, lleva a la no búsqueda de cambios sociales o culturales, como
si todos los malestares fuesen
iguales.
[xxxvi]Una definición
de "salud mental" que, de hecho, incluye la noción de conflicto psíquico, es la que formula
Vicente Galli, director
de Salud Mental de Argentina
en 1986 y que comparten psicoanalistas de la
Universidad de Rosario (Argentina): "Un
estado de relativo equilibrio e
integración de los
elementos conflictivos constitutivos del sujeto
de la cultura y de los
grupos, con crisis
previsibles e imprevisibles, registrables subjetiva
u objetivamente, en el que
la personas o los grupos participan
activamente en sus propios cambios y en los de un entorno ocia]", citado
por María T. Colovini y Analía
Ravenna, "La salud
mental en la currícula innovada", en Madis
Chiara, R. (Comp.), Proceso de
transformación curricular. Otro paradigma es posible,
Universidad Nacional de Rosario,
Rosario, 2005, p.
205.
[xxxvii] 37
Dos observaciones sobre
esto: 1) en general toda elección de carrera, profesión
o lo que sea, tiene causas que la
determinan: aunque no es algo mecánico y pueden intervenir muchos factores, diferentes estudios
han mostrado que en la
elección de psicología
y afines es fuerte el peso no
siempre conciente de la búsqueda de comprensión de problemáticas personales, familiares, etcétera;
2) si bien en la
licenciatura de psicología de la UAMX y en la casi totalidad de las
universidades no se pide, en la
formación psicoanalítica se exige un análisis personal llamado didáctico, al considerar tal marco teórico que se apoya en el trípode
de teoría, análisis y supervisión.
[xxxviii] Todo
esto está mucho más desarrollado en escritos ya indicados: en el
libro La salud mental en el neoliberalismo y, entre
otros, en los artículos
La relación hombre-cultura: eje del psicoanálisis, Lo light, lo
domesticado y lo bizantino en nuestro
mundo psi; "Los psicoanálisis entre comienzo y fin de siglo: desarrollos, críticas y perspectivas",
en M. Ortega Soto y C.I. Valdez Vega (coord.), Memoria del Coloquio Objetos del Conocimiento
en Ciencias Humanas, México, UAMA y
UAM1, 2001, etcétera. También en "El
largo y continuo tránsito de
los psicoanálisis de la peste a la domesticación", en la sección Introducción
al Psicoanálisis de la página electrónica www.elsigma.com, y en "Psicoanálisis y sociedad en América Latina", a publicarse en De cabeza, revista de la Facultad de Psicología
de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
[xxxix] 39
Sigmund Freud, "El malestar en la cultura", en Obras completas, Buenos Aires,
Amorrortu Editores, tomo XXI;
en la clásica edición española de
Biblioteca Nueva, Madrid, tomo III.
Aunque no es éste el lugar para una discusión al respecto,
es importante señalar que de
alguna manera este texto, como ningún
otro, debe ser considerado una
Biblia, porque en gran medida Freud ve y
ajusta la cultura a las necesidades de su marco teórico, y por
todo lo que en él falta para la comprensión de la relación entre sujeto
y sociedad.
[xl] Como lo entendió lúcidamente Serge Moscovici,
en La era de las multitudes, FCE, México 1985, y se cita en el artículo
"La relación hombre
cultura... ", op. cit.
[xli] Un
buen desarrollo de tal relación puede
verse en Michel Schneider,
Neurosis y lucha de clases, Siglo XXI Editores, Madrid,
1979.
[xlii] H Sobre
parte de esto gira mi artículo
"Fantasías (tal vez
delirantes) acerca de lo que hoy diría
Freud acerca de la sexualidad", en Isabel
Jáidar Matalobos (Comp.),
Sexualidad: símbolos, imágenes y
discursos, UAMX, México,
2001.
[xliii] Respecto
a las visiones antropológicas con perspectiva psicoanalítica véanse los
texto de Roheim y Malinovsky
entre otros, y específicamente
para nuestro tema a Alberto
Servantie et al., Lo normal y lo patológico (introducción a la antropología psiquiátrica), Fundamentos, Madrid, 1972.
Sobre etnopsicoanálisis,
Mario Erdheim, La producción
social de inconsciencia. Una introducción al proceso etnopsicoanalítico, Siglo XXI
Editores, México, 2003.
[xliv] Es verdaderamente lamentable que,
por el poder que todavía tienen las visiones
disciplinarias cerradas, el campo
psi tenga muy poco en cuenta el
peso actual de los medios,
institución que puede
considerarse incluso
hegemónica y con un constante y acelerado
crecimiento. Su incidencia sobre
el plano subjetivo es cada vez mayor y en todos los aspectos, en
algunos casos mayor al de la
familia. Véase sobre
esto mis aportaciones hechas
desde mi formación psicoanalítica y comunicológica: respecto
a su aporte a la
constitución del sujeto psicosocial sobre
todo el libro Control de los medios, control del hombre. Medios masivos y formación psicosocial, la.
ed., Nuevomar, México,
1985; 2a. ed., Pangea/UAMX, México, 1988;
3a. ed. (ampliada), Plaza y Valdés, México,
y una versión para divulgación
en la columna "Sujeto mediático" del sitio
www.etsigma.com; en relación
con la institución familiar
"Familia y tele en la
estructuración del sujeto
y su realidad", en Subjetividad y Cultura, núm. 5, México,1995
(también en www.plazayvaldes.com/sycl/),
y "Televisión y familia en
la formación del sujeto", en J.C.
Lozano y C. Benassini (eds.),
Anuario de Investigación de la Comunicación V, CONEICC/UIA, México,
1999.
[xlv] Entre
tantos otros escritos sobre esto,
Emiliano Calende, De un horizonte incierto. Psicoanálisis y
salud mental en la sociedad actual, Paidós,
Buenos Aires, 1997; María
Rojas y S. Sternbach, Entre dos siglos. Una lectura psicoanalítica de la posmodernidad, Editorial Lugar, Buenos Aires,
1994; una síntesis sobre el problema
en María Rojas, "Patologías de fin de milenio", Subjetividad y Cultura, México, núm. 5,
1995.
[xlvi] Siempre
se ha dicho, y con toda razón, que
muchísimas veces en la literatura se encuentran
descripciones y
formulaciones psicológicas que permiten
tanto la comprensión
de las condiciones de una época como los
de importantes aspectos
psico(pato)lógicos. En este sentido
Dostoievski es un claro y destacado
ejemplo de ambas cosas.