Anotaciones y viñetas José Luis González Fernández
«Quelques considérations
pour une étude
comparative des paralysies motrices organiques et hystériques»
Nota introductoria
Este trabajo, redactado en francés, fue resumido por Freud
bajo el número XXVIII en el sumario
de sus primeros escritos científicos (1897b), AE, 3, pág.
241.
Ernest Jones (1953, págs. 255-7) relató en detalle los prolongados antecedentes de este artículo. Aparentemente, el tema de esta indagación le fue sugerido a Freud por Charcot en febrero de 1886, poco antes de que aquel partiera de regreso desde París.'
En su «Informe sobre mis estudios en París y Berlín» (1956a), escrito en abril de 1886, al poco tiempo de su llegada a Viena, Freud afirma que de su intercambio de ideas con Charcot «nació un trabajo destinado a publicarse en Archives de Neurologie, que se titula "Comparación de la sintomatología histérica con la orgánica"» (supra, pág. 12) Parecerla, pues, que el artículo ya había sido escrito en esa fecha temprana;" pero en una carta que envió a Fliess algo más de dos años después, el 28 de mayo de 1888, le dice: « ... he concluido el primer borrador de las "parálisis histéricas", sin que pueda predecir cuándo terminaré el segundo» (Freud, 1950a, Carta 4). Tres meses más tarde, el 29 de agosto, le escribe: «Por fin me encuentro a punto de terminar el trabajo sobre las parálisis histéricas y orgánicas, con el que me siento bastante satisfecho» ( ibid., Carta 5). Además, en su prólogo (también datado en «Agosto de 1888») a su traducción del libro de Bernheim sobre la sugestión ( Freud, 1888-89), refiriéndose a este tema alude a «un trabajo de próxima aparición» (supra, pág. 86). Siguen a ello cinco años de completo silencio al respecto, quebrado una vez más en una carta a Fliess, la del 30 de mayo de 189 3: «El libro que hoy te envío 4 no es muy interesante. El [artículo] de las parálisis histéricas, más breve pero más interesante, aparecerá a comienzos de junio» (ibid., Carta 12). Y el 10 de julio apunta: «"Parálisis histéricas" debía de haber aparecido ya hace tiempo; probablemente se publique en la entrega de agosto; se trata de un artículo muy breve. [ ... ] Quizá recuerdes que ya pensaba en estas cuestiones cuando tú eras mi alumno, y que una de las clases que di entonces en la universidad versó sobre ellas» (ibid., Carta 13). Aludía sin duda a mis clases en Viena, a algunas de las cuales asistió Fliess en el otoño
No hay nada que
pueda revelarnos
la índole de
las «causas accidentales
y personales»
de que Freud habla aquí (pág.197), que darían cuenta de los
cinco años de demora en publicar un manuscrito ya terminado
en apariencia." No podemos
afirmar si también este fue escrito
en francés,
pero es probable que lo fuera, aunque
en el «Informe de París» Freud
consignara su título en alemán; pues, como hemos visto, en la época
de su primitivo intercambio de ideas Charcot parece haberle prometido que publicaría
el fruto de las
indagaciones de Freud en Archives
de Neurologie, y así lo
hizo siete años más tarde -apenas un par de
semanas antes de su imprevisto deceso-.
Hay, empero, una posible explicación de la demora,
vinculada con la posición que ocupa este trabajo en la «divisoria de aguas» de los escritos neurológicos
y psicológicos de Freud. Las primeras tres secciones
están dedicadas
por entero a la neurología y fueron
redactadas seguramente
en 1888 (si no en 1886); pero la cuarta
debe datar de 189.3,
aunque sólo sea porque
cita la «Comunicación
preliminar» de Breuer
y Freud, que apareció a comienzos
de ese año.
De hecho, toda esta última
sección
se basa completamente en las nuevas ideas con
que Breuer y Freud habían comenzado a
manejarse: la represión, la abreacción,
el principio de constancia, están tácitos aquí, si bien
no se los menciona
de manera explícita. Freud había intimado con estas ideas des- de 1887, aproximadamente, y en años posteriores ellas lo
absorbieron más y más. No es
imposible que al concluir el primer borrador de este trabajo ya tuviera una vaga presunción de que los hechos en él mencionados podían elucidarse mediante
esas nuevas ideas, y por
ese motivo postergara su publicación mientras ahondaba en la materia.
Por último, puede señalarse un aspecto que, aunque secundario, interesa como anuncio de algo venidero: me refiero al párrafo próximo al final del artículo (pág. 208), que es, tal vez, la primera breve incursión de Freud en la antropología social en una de sus obras publicadas.
James Strachey
1 Así nos
lo dice el propio Freud al comienzo de este trabajo y en una nota a su traducción de las Lecons
du mardi, de Charcot (1892-94), supra,
pág. 174, en
la
que sintetiza
la primera parte del presente estudio. No obstante, en
su Presentación autobiográfica
(1925d),
AE, 20,
págs.
12-3, señala
que la idea partió
de él mismo, y parecen ratificarlo
dos cartas que en esa época escribió a su esposa desde
París, y que han
sido citadas
por Janes (1953,
pág. 257).
2 El título
es consignado
en alemán.
3 Señalemos
que varios de los puntos establecidos
en este artículo
aparecen en «Histeria»
( 1888b), Ja colaboración
para la enciclopedia de Villaret,
supra, págs. 50 y sigs.
4 Su extensa monografía sobre las diplejías
cerebrales de la infancia (1893b). de 1887. Finalmente, en otra carta (inédita)
a Fliess,
del 24 de julio de
1893,
apunta: «"Parálisis histéricas" ha aparecido por fin». Véase también
mi «Nota introductoria» al prólogo
de Freud para
su traducción
Bcrnhcim,
De la suggestion
.. (Freud,
1888-89), supra, págs. 79-80.
***
Charcot, de quién fui alumno
en 1885 y 1886, tuvo en esa
época
la deferencia de confiarme la realización
de un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas, basada en
las
observaciones de la Salpétriere, que pudiera servir para aprehender algunos caracteres generales
de la neurosis y conducir a una concepción sobre la naturaleza de esta última. Unas causas accidentales
y personales me impidieron durante mucho tiempo
obedecer a su encargo; por eso no he de aportar ahora más que algunos resultados de mis investigaciones, dejando
de lado los detalles que se- rían necesarios para una demostración completa de mis opiniones.
I
Será preciso empezar con algunas puntualizaciones (que
por otra parte son
comúnmente admitidas) sobre las parálisis motrices orgánicas. La clínica
nerviosa reconoce dos clases de parálisis
motrices, la parálisis
peri/ero-espinal (o
bulbar) y la parálisis cerebral. Esta distinción está perfectamente de acuerdo con los datos de la anatomía del sistema
nervioso; ellos nos muestran que en el
trayecto de las fibras motrices conductoras hay sólo
dos segmentos: el pri- mero va de la periferia hasta las células de los cuernos anteriores de la médula, y el segundo se dirige de allí hasta Ja corteza cerebral. La nueva
histología del sistema
nervioso, fundada en los trabajos de Golgi,
Ramón y Cajal, Kolliker, etc., traduce
ese hecho con estas palabras: «el trayecto
de las fibras de conducción motrices está constituido por dos
neuronas (unidades nerviosas célula-fibrilares) que se encuentran y entran en relación en el nivel de las células llamadas
motrices de los cuernos anteriores». He aquí
la diferencia esencial, en clínica,
entre esos dos
tipos de parálisis: La parálisis peri/ero-espinal es una parálisis «détaillée»,
la parálisis cerebral es una parálisis «en masse»
El tipo de la primera es la parálisis facial en la enferme- dad de Bell, la parálisis en la poliomielitis infantil aguda, etc. Ahora bien, en estas afecciones cada músculo -cada fibra muscular, se podría decir- puede ser paralizado de manera individual y aíslada. Esto sólo depende del sitio y de la extensión de la lesión nerviosa, y no hay regla fija para que uno de los elementos periféricos escape a la parálisis en tanto el otro la sufre de una manera constante.
El tipo de la primera es la parálisis facial en la enferme- dad de Bell, la parálisis en la poliomielitis infantil aguda, etc. Ahora bien, en estas afecciones cada músculo -cada fibra muscular, se podría decir- puede ser paralizado de manera individual y aíslada. Esto sólo depende del sitio y de la extensión de la lesión nerviosa, y no hay regla fija para que uno de los elementos periféricos escape a la parálisis en tanto el otro la sufre de una manera constante.
La parálisis cerebral, por el contrario, es siempre una afección que ataca una amplia zona de la periferia, una extremidad, un segmento de esta, un aparato motor complica- do. Nunca afecta a un músculo individualmente (p. ej., al bíceps del brazo o al tibia! de manera aislada, etc.), y si hay excepciones aparentes a esta regla (v. gr., la ptosis cortícal), es evidente que se trata de músculos que por sí solos cumplen una función de la cual son el instrumento único.
En las parálisis cerebrales de las extremidades se puede señalar que los segmentos periféricos sufren siempre más que los segmentos cercanos al centro; la mano, por ejemplo, está más paralizada que la espalda. No hay, que yo sepa, una parálisis cerebral aislada de la espalda, en que la mano conservara su motilidad, mientras que lo contrario es la regla en las parálisis que no son completas.
En un estudio crítico sobre la afasia, publicado en 1891, he intentado mostrar que la causa de esta diferencia importante entre la parálisis perifero-espinal y la parálisis cerebral se debe buscar en la estructura del sistema nervioso. Cada elemento de la periferia corresponde a un elemento dentro del eje gris, que es, como lo llama Charcot, su terminal nervioso; la periferia es por así decir proyectada sobre la sustancia gris de la médula punto por punto, elemento por elemento. He propuesto denominar parálisis de proyección a la parálisis détaillée perifero-espinal. Pero no ocurre lo mismo con las relaciones entre los elementos de la médula y los de la corteza. El número de las fibras conductoras no bastaría para proporcionar una segunda proyección de la periferia so- bre la corteza. Es preciso suponer que las fibras que van de la médula a la corteza ya no representan cada una un solo elemento periférico, sino más bien un grupo de estos, y, por otra parte, que un elemento periférico puede corresponder a varias fibras conductoras espino-corticales.
Ello se debe a un cambio de ordenamiento producido en el punto de conexión entre los dos segmentos del sistema motor. Por ello sostengo que la reproducción de la periferia en la corteza ya no es una reproducción fiel punto por punto, no es una proyección genuina; es una relación mediante fibras que podernos llamar representativas, y propongo para la parálisis cerebral el nombre de parálisis de representación.2
Desde luego, cuando la parálisis de proyección es total y de gran extensión, ella es también una parálisis en masse, con Jo cual se borra su importante carácter distintivo. Por otra parte, la parálisis cortical, que se distingue entre las parálisis cerebrales por su mayor aptitud para la disocíación, presenta siempre, empero, el carácter de una parálisis por representación.
Las otras diferencias entre las parálisis de proyección y de representación son bien conocidas; cito entre ellas que es inherente a la segunda la nutrición normal y la integridad de la reacción eléctrica [de las partes afectadas]. Aun- que muy importantes en la clínica, estos signos no tienen el alcance teórico que es preciso atribuir al primer carácter diferencial que hemos registrado, a saber: parálisis détaillée o en masse.
Asaz a menudo se ha atribuido a la histeria la facultad de simular las afecciones nerviosas orgánicas más diversas. Se trata de saber si, de una manera más precisa, simula los caracteres de las dos clases de parálisis orgánicas, si hay parálisis histéricas de proyección y parálisis histéricas de representación, corno en la sintomatología orgánica. Aquí se des- taca un primer hecho importante: la histeria nunca simula las parálisis perifero-espinales o de proyección; las parálisis histéricas comparten solamente los caracteres de las parálisis orgánicas de representación. He ahí un hecho interesantísimo, puesto que la parálisis de Bell, la parálisis radial, etc., se incluyen entre las afecciones más comunes del sistema nervioso.
Para evitar toda confusión, es bueno apuntar aquí que yo trato sólo de la parálisis histérica fláccida y no de la contractura histérica. Me parece imposible subsumir bajo las mismas reglas la parálisis y la contractura histéricas. Sólo respecto de las parálisis histéricas fláccidas se puede sostener que nunca afectan a un solo músculo, salvo el caso en que ese músculo sea el instrumento único de una función; que son siempre parálisis en masse, y que en ese aspecto corresponden a la parálisis de representación, o cerebral orgánica. Además, por lo que toca a la nutrición de las partes paralizadas y a sus reacciones eléctricas, la parálisis histérica presenta los mismos caracteres que la parálisis cerebral orgánica.
Si de este modo la
parálisis histérica
se aproxima
a la parálisis cerebral,
y en particular a Ja parálisis
cortical, que presenta una facilidad
mayor para la disociación,
no deja de distinguirse de
ella por algunos
caracteres importantes. En primer lugar, no está sometida a la regla, constante en las
parálisis cerebrales
orgánicas, de que el segmento periférico es siempre más afectado
que el segmento central. En la histeria, la espalda o el muslo pueden estar
más paralizados que la mano o el pie.
Los movimientos pueden llegar
a los dedos mientras
el segmento central
está todavía
absolutamente inerte.
No ofrece la menor
dificultad producir artificialmente una parálisis aislada del muslo,
de la pierna,
etc., y con suma frecuencia
es posible hallar
en la clínica estas parálisis aisladas,
en contradicción con las reglas elementales de la parálisis orgánica
cerebral.
En este aspecto importante, la parálisis histérica es, por así decir, intermedia entre la parálisis de proyección y la parálisis de representación orgánica. Si no posee todos los caracteres de disociación y de aislamiento propios de la primera, tampoco está sujeta, ni mucho menos, a las leyes estrictas que rigen la segunda, la parálisis cerebral. Hechas estas salvedades, se puede sostener que la parálisis histérica es también una parálisis de representación, pero Je una representación especial cuva característica debe ser des- cubierta."
En este aspecto importante, la parálisis histérica es, por así decir, intermedia entre la parálisis de proyección y la parálisis de representación orgánica. Si no posee todos los caracteres de disociación y de aislamiento propios de la primera, tampoco está sujeta, ni mucho menos, a las leyes estrictas que rigen la segunda, la parálisis cerebral. Hechas estas salvedades, se puede sostener que la parálisis histérica es también una parálisis de representación, pero Je una representación especial cuva característica debe ser des- cubierta."
Señalaré de paso que el importante carácter de la parálisis histé- rica de la pierna comprobado por Charcot de acuerdo con Todd, a saber, que el histérico arrastra la pierna como una masa muerta en lugar de ejecutar la circunducción con la cadera que es propia de la hemiplejía ordinaria, se explica fácilmente por el rasgo de la neurosis que he mencionado. En la hemiplejía orgánica, la parte central de la extremidad queda siempre un poco indemne, el enfermo puede agitar la cadera y aprovecha esto para ese movimiento de circunducción que hace adelantar la pierna. En la histeria, la parte central (la cadera) y.; no goza de ese privilegio, la parálisis es tan completa en ella como en la parte periférica, y, en consecuencia, la pierna tiene que ser arrastrada como una masa. [Véase la traducción alemana de las Lecons du mardi (Freud, 1892-94), págs. 251-2, donde Charcot cita a Todcl, 1856, pág. 21. Freud había apuntado esta característica en su muy temprano artículo «Observación de un caso severo de hernianestcsia en un varón histérico» ( 1886d), supra, pág. 32.
II
Para avanzar en
esta dirección me propongo estudiar los otros rasgos distintivos de la parálisis histérica
y
la parálisis cortical, tipo este el más perfecto de parálisis
cerebral orgánica. Ya hemos mencionado
el primero de tales
caracteres distintivos, y es que la parálisis
histérica puede ser mucho
más disociada, más sistematizada,
que la parálisis
cerebral. Los síntomas de la parálisis orgánica
se encuentran como fragmentados en la histeria. De la hemiplejía común orgánica (parálisis de los miembros superior e inferior, y del
facial inferior), la histeria sólo reproduce la parálisis
de los miembros, y aun con gran frecuencia
y con la mayor facilídad disocia la parálisis del brazo de la de la pierna
bajo la forma de monoplejías. Del síndrome
de la afasia orgánica,
reproduce la afasia motriz en el estado
de aislamiento y -cosa inaudita en la afasia orgánica- puede crear una
afasia total (motriz y sensitiva) para determinada
lengua,
sin afectar en nada la facultad
de comprender y articular
otra, como lo he observado en algunos
casos inéditos." Ese mismo poder disociador se manifiesta en las parálisis aisladas de un segmento de miembro con integridad completa
de las otras
partes del mismo miembro, o también en la abolición completa de una función
(abasia, astasia
) con integridad de
otra función ejecutada por los mismos órganos." Esta disociación es tanto más llamativa cuanto más
compleja la función respetada. En la sintomatología
orgánica, cuando hay debilitamiento desigual de varias funciones,
la más afectada
a consecuencia de la parálisis es
siempre la función más compleja, de adquisición
posterior.
La parálisis histérica presenta además otro carácter que es como la rúbrica de la neurosis y que se agrega al primero. En efecto, según le he oído decir a Charcot, la histeria es una enfermedad de manifestaciones excesivas que tiende a producir sus síntomas con la mayor intensidad posible.
La parálisis histérica presenta además otro carácter que es como la rúbrica de la neurosis y que se agrega al primero. En efecto, según le he oído decir a Charcot, la histeria es una enfermedad de manifestaciones excesivas que tiende a producir sus síntomas con la mayor intensidad posible.
Es un carácter que no se muestra solamente en las parálisis, sino también en las contracturas y las anestesias. Bien se sabe a qué grado de distorsión pueden llegar las contracturas histéricas, que casi no tienen parangón en la sintomatología orgánica. También se sabe cuán frecuentes son en la histeria las anestesias absolutas, profundas, de las cuales las lesiones orgánicas sólo pueden reproducir un débil esbozo. Lo mismo vale para las parálisis. A menudo son absolutas en grado ex- tremo; el afásico no profiere una palabra, mientras que el afásico orgánico conserva casi siempre algunas sílabas, el «SÍ» y el «no», un juramento, etc.; el brazo paralizado está absolutamente inerte, etc. Este carácter es demasiado cono- cido para que nos demoremos en él. Por el contrario, se sabe que en la parálisis orgánica la paresia es siempre más frecuente que la parálisis absoluta. La parálisis histérica es, entonces, de una delimitación exacta y de una intensidad excesiva; posee esas dos cualidades a la vez, y en esto reside su mayor contraste con la parálisis cerebral orgánica, en la cual, de una manera constante, estos dos caracteres no están asociados. Existen también monoplejías en la sintomatología orgánica, pero son casi siempre monoplejías a potiori, y no exactamente delimitadas. Si el brazo está paralizado a consecuencia de una lesión cortical orgánica, casi siempre se presenta también una afección concomitante menor del facial y de la pierna, y si esta complicación no aparece en un momento dado, existió no obstante al comienzo de la afección. La monoplejía cortical es siempre, a decir verdad, una hemiplejía de la cual tal o cual parte está más o menos borrada, pero sigue siendo re- conocible. Para ir más lejos, supongamos que la parálisis no haya afectado otra parte que el brazo, y sea así una monoplejía cortical pura; entonces se ve que la parálisis es de una intensidad moderada. Tan pronto como la intensidad de esta monoplejía aumente, se convertirá en una parálisis absoluta, perderá su carácter de monoplejía pura e irá acompañada de perturbaciones motrices en la pierna o la cara. No puede volverse absoluta y permanecer delimitada a la vez.
Esto es algo que la parálisis histérica, por el contrario, puede muy bien realizar, como lo muestra la clínica cotidiana. Por ejemplo, afecta al brazo de una manera exclusiva, pero no hay ni huellas en la pierna o la cara. Además, en el nivel del brazo es todo lo fuerte que puede serlo una parálisis, y ello marca una diferencia notable con la parálisis orgánica, diferencia que da mucho que pensar.
Desde luego, hay casos de parálisis histérica en que la intensidad no es excesiva y en que la disociación no ofrece nada notable. A estos se los reconoce por medio de otros caracteres; pero son casos que no llevan el sello típico de la neurosis y que, al no poder anoticiarnos nada acerca de su naturaleza, no presentan interés alguno desde el punto de vista que aquí nos ocupa.
Agreguemos algunas consideraciones de importancia secundaría, que hasta llegan a
rebasar un poco los límites de nuestro tema.
Señalaré, primero, que las parálisis histéricas se acompañan de perturbaciones de la sensibilidad mucho más a menudo que las parálisis orgánicas. En general, ellas son más profundas y frecuentes en la neurosis que en la sintomatología orgánica. Nada más común que la anestesia o la analgesia histérica. Recuérdese, en cambio, con cuánta tenacidad persiste la sensibilidad en caso de lesión nerviosa. Si se secciona un nervio periférico, la anestesia será menor en extensión y en intensidad de lo que se prevería. Si una lesión inflamatoria ataca los nervios espinales o los centros de la médula, se descubrirá siempre que la motilidad es afectada en primer lugar y que la sensibilidad permanece .indemne o solamente se debilita, pues siempre persiste alguna parte de los elementos nerviosos que no es destruida por completo. En caso de lesión cerebral, son conocidas la frecuencia y du- ración de la hemiplejía motriz, mientras que la hemianestesia concomitante es indistinta, fugaz, y no en todos los casos se presenta. Sólo algunas localizaciones totalmente especia- les son capaces de producir una afección de la sensibilidad intensa y duradera (encrucijada sensitiva), y aun este hecho no está exento de duda.
Este comportamiento de la sensibilidad, diferente en las lesiones orgánicas y en la histeria, nos resulta hoy inexplicable. He ahí, al parecer, un problema cuya solución nos aclararía la naturaleza íntima de las cosas.
Otro punto que me parece digno de ser apuntado es que algunas formas de parálisis cerebral no se encuentran en la histeria, lo mismo que sucede con las parálisis perifero-espinales de proyección. Es preciso citar en primer término la parálisis del facial inferior, manifestación esta la más frecuente de una afección orgánica del cerebro y, si se me permite pasar por un momento a las parálisis sensoriales, la hemianopsia lateral homónima. Sé que es casi arriesgar una apuesta pretender afirmar que tal o cual síntoma no se encuentra en la histeria, cuando las investigaciones de Charcot y sus discípulos descubren en ella, se diría que cotidianamente, síntomas nuevos hasta entonces insospechados. Pero me veo precisado a tomar las cosas como hoy están. La parálisis facial histérica es muy cuestionada por Charcot y, de creer a quienes son partidarios de ella, es un fenómeno de gran rareza. La hemíanopsia no se ha visto todavía en la histeria, y yo pienso que nunca se la verá.
Ahora bien, ¿a qué se debe que las parálisis histéricas, no obstante simular ceñidamente las parálisis corticales, diverjan de ellas por los rasgos distintivos que he tratado de enumerar, y a qué carácter general de la representación especial será preciso referirlas? La respuesta a esta cuestión contendría una buena parte, e importante, de la teoría de la neurosis.
III
No hay la menor duda acerca de las condiciones que dominan la sintomatología de la parálisis cerebral. Son los hechos de la anatomía -la construcción del sistema nervioso, la distribución de sus vasos- y la relación entre estas dos series de hechos y las circunstancias de la lesión. Hemos dicho que el menor número de las fibras que van de la médula a 1a corteza por comparación al número de las fibras que van de la periferia a Ja médula es Ja base de la diferencia entre la parálisis de proyección y la de representación. De igual modo, cada detalle clínico de la parálisis de representación puede hallar su explicación en un detalle de la estructura cerebral y, viceversa, podemos deducir la construcción del cerebro a partir de los caracteres clínicos de las parálisis. Creemos en un perfecto paralelismo entre esas dos series.
Así, si no existe una gran facilidad de disociación para la parálisis cerebral común, es porque las fibras motrices de conducción están demasiado próximas entre sí en un largo tramo de su trayecto intracerebral para que puedan ser lesionadas aisladamente. Si la parálisis cortical muestra más tendencia a las monoplejías, es porque el diámetro de los haces conductores: braquial, crural, etc., va creciendo hasta 1a corteza. Si de todas las parálisis corticales la de la mano es la más compleja, ello se debe, creemos, al hecho de que Ja relación cruzada entre el hemisferio y la periferia es más exclusiva para la mano que para cualquier otra parte del cuerpo. Si el segmento dista! de una extremidad sufre más la parálisis que el segmento proximal, suponemos que las fibras representativas del segmento distal son mucho más numerosas que las del segmento proximal, de suerte que la influencia cortical se vuelve más importante para el primero de lo que lo es para el segundo. Si lesiones algo extensas de la corteza no alcanzan a producir monoplcjías puras, inferimos que los centros motores sobre la corteza no están separados netamente entre sí por territorios neutros, o que existen acciones a distancia ( Fernwirkungen) que anularían el efecto de una separación exacta de los centros.
Análogamente, si en la afasia orgánica hay siempre una mezcla de perturbaciones de diversas funciones, ello es así porque ramas de la misma arteria nutren a todos los centros del lenguaje o, si se acepta la opinión enunciada en mi estudio crítico sobre la afasia," porque no se trata de centros separados, sino de un territorio continuo de asociación. En todos los casos existe una razón derivada de la anatomía.
Las notables asociaciones que tan a menudo se observan en la clínica de las parálisis corticales (afasia motriz y hemiplejía derecha, alexia y hemianopsia derecha) se explican por la vecindad entre los centros lesionados. Aun la hemianopsia, síntoma asaz curioso y extraño para el espíritu no científico, no se comprende sino por el entrecruzamiento de las fibras del nervio óptico dentro del quiasma; es su expresión clínica, como todos los detalles de las parálisis cerebrales son la expresión clínica de un hecho anatómico.
Puesto que sólo puede haber una sola anatomía cerebral verdadera, y puesto que ella se expresa en los caracteres clínicos de las parálisis cerebrales, es evidentemente imposible que esta anatomía pueda explicar los rasgos distintivos de la parálisis histérica. Por esta razón no es lícito extraer, respecto de la anatomía cerebral, conclusiones basadas sobre la sintomatología de estas parálisis.
Para obtener esta difícil explicación es preciso atender por cierto a la naturaleza de la lesión. En las parálisis orgánicas, la naturaleza de la lesión desempeña un papel secundario; más bien son su extensión y su localización las que, en las condiciones estructurales dadas del sistema nervioso, producen los caracteres de la parálisis orgánica que hemos registrado. ¿Cuál podría ser la naturaleza de la lesión en la parálisis histérica, que por sí sola domina la situación, con independencia de la localización, de la extensión de la lesión y de la anatomía del sistema nervioso?
Charcot nos ha enseñado que muy a menudo ella es una lesión cortical, pero puramente dinámica
o funcional. He ahí una tesis cuyo lado negativo se comprende
bien: equivale a afirmar que en la autopsia no se hallarán cambios tisulares apreciables. Pero
desde un punto de vista
rnás positivo, su interpretación no está en modo
libre de equivocaros.
En efecto, ¿qué es una lesión dinámica? Estoy bien seguro de que muchos de los que leen las obras de Charcot
creen que la lesión
dinámica
es una lesión de
la que ya no
se encuentra la huella
en el cadáver, como un edema,
una anemia, una hiperemia
activa. Pero, aunque no persistan
necesaria- mente tras la muerte, aunque sean leves y
fugaces, esas son
genuinas lesiones
orgánicas. Es necesario
que las parálisis producidas por las lesiones de este orden compartan en un todo
los caracteres
de la parálisis orgánica. El edema, la
anemia, no podrían producir la disociación
y la intensidad de
las parálisis
histéricas, como tampoco
pueden hacerlo la
hemorragia y el ablandamiento. La única
diferencia sería que la parálisis por el edema, por la constricción
vascular, etc.,
debe ser menos duradera que la parálisis
por destrucción
del tejido nervioso. Todas las otras condiciones
les son comunes, y la anatomía
del sistema
nervioso determinará las pro- piedades
de la parálisis tanto en el caso
de anemia fugaz cuanto
en el caso
de anemia permanente
y definitiva.
No creo que estas
puntualizaciones sean enteramente
gratuitas. Si uno lee que «debe existir una lesión histérica» en tal o cual centro,
el mismo cuya
lesión orgánica
produciría el síndrome orgánico correspondiente; y si uno recuerda que está habituado
a localizar la lesión histérica dinámica de la misma manera que la lesión orgánica,
se ve llevado a creer que bajo la
expresión «lesión dinámica» se esconde la idea de una lesión como el edema o la anemia, que, en verdad, son afecciones
orgánicas pasajeras. Yo afirmo, por el contrario, que la lesión de las parálisis
histéricas debe ser por completo independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto que la histeria se comporta en sus parálisis y
otras manifestaciones como si
la anatomía no existiera,
o como si no tuviera noticia alguna de ella.7
Buen número de los
caracteres de las parálisis histéricas justifican en verdad esta afirmación. La
histeria es ignorante de la distribución de los nervios, y por ello no
simula las parálisis periferoespinales o de proyección; no tiene noticia del quiasma de los nervios ópticos, y en consecuencia no produce la hemianopsia. Toma los
órganos en el sentido vulgar, popular, del nombre que llevan: la pierna es la pierna, hasta la inserción de
la cadera; el brazo es la extremidad superior tal como
se dibuja bajo los vestidos. No hay razón
para reunir parálisis del brazo
y
parálisis de la cara.
La histérica que no sabe hablar carece de
motivo para olvidar su comprensión de la lengua,
puesto que afasia motriz y sordera verbal no tienen
ningún
parentesco según la
noción popular, etc. Yo no puedo menos
que adherir plenamente en
este punto a las concepciones que
Janet
ha formulado
en los últimos números
de Archives de Neurologie; las parálisis
histéricas constituyen la prueba de ello, lo mismo que las anestesias
y los
síntomas psíquicos.
IV
IV
Intentaré, por último, desarrollar
cómo podría ser la lesión que es causa de las parálisis histéricas. No afirmo que mostraré cómo es
de hecho; se trata solamente de indicar la línea de pensamiento que puede conducir a una
concepción que no contradiga las propiedades
de la parálisis
histérica, en lo que ella difiere de la parálisis orgánica cerebral.
Tomaré la expresión «lesión funcional o dinámica» en su
sentido propio de «alteración de función
o de dinamismo», alteración de una propiedad
funcional. Una alteración
así sería, por ejemplo, una disminución de la excitabilidad
o de una cualidad fisiológica que en el estado normal permanece constante o varía dentro de límites determinados.
Pero, se me dirá,
no otra cosa es la alteración funcional; no es más que otro aspecto
de la alteración orgánica. Supongamos que el tejido nervioso se encuentre en un estado de anemia pasajera: su excitabilidad se verá disminuida por esta circunstancia. No
se puede evitar considerar las lesiones
orgánicas mediante ese expediente.
Procuraré mostrar
que puede existir
una alteración funcional sin lesión orgánica concomitante, al menos sin lesión
grosera palpable, aun mediando el análisis
más delicado. En otros términos,
daré un ejemplo
apropiado de una alteración funcional primitiva; para ello
no pido más que se me permita pasar al terreno de la psicología, ineludible cuando uno se ocupa de la histeria.
Afirmo, con Janet,
que es la concepción trivial, popular, de los órganos y del cuerpo en general la que está en juego en las parálisis histéricas, así como en las anestesias,
etc. Esta concepción no
se funda en
un conocimiento ahondado de la anatomía nerviosa, sino en nuestras
percepciones táctiles y, sobre todo, visuales. Sí es ella la que
determina los caracteres de la parálisis
histérica, es evidente que esta última
debe mostrarse ignorante e independiente
de toda noción sobre la anatomía del sistema nervioso. La lesión de la parálisís histérica será, entonces, una alteración
de la concepción {representación}; de la
idea de brazo,
por ejemplo. Pero,
¿de qué índole
es esta alteración para producir la parálisis?
Considerada psicológicamente, la parálisis
del brazo consiste en el hecho
de que la concepción del brazo no puede entrar en asociación
con las otras ideas que constituyen al yo del cual el cuerpo del individuo forma una parte importante. La lesión sería entonces la abolición de la accesibilidad asociativa de la concepción del brazo. Este se
comporta como si no existiera
para el juego
de las asociaciones.
Es indudable que si las condiciones materiales correspondientes a la concepción del brazo están profundamente alteradas, también se habrá
perdido esa concepción; pero he
de mostrar que puede ser inasequible sin estar
destruida y sin que esté dañado su sustrato material
(el tejido
nervioso
de la pertinente región
cortical).
Empezaré con ejemplos
tomados de la vida social. Cuentan la cómica historia de
un súbdito real que no quería lavar su mano porque su soberano la había tocado.
El nexo de esta mano con la idea del rey parece tan importante para la vida psíquica del individuo, que él se
rehúsa a hacer entrar esa
mano en otras relaciones. A la misma impulsión obedecemos si rompemos el vaso en
que bebimos a la salud de los recién casados; cuando las tribus salvajes antiguas
quemaban, junto con el cadáver del jefe muerto, su caballo, sus armas y sus mujeres, obedecían
a esta idea: nadie debía tocarlas luego de él. El motivo de
todas estas acciones
es harto claro. El valor afectivo [cf. pág. 209, n. 13]
que atribuimos a la primera asociación de un objeto repugna hacerlo entrar en
asociación nueva con otro objeto y,
a consecuencia de ello, vuelve inaccesible
a la asociación la idea de
ese [primer] objeto.8
No es una simple comparación; el fenómeno es casi idéntico en el campo de la
psicología de las concepciones. Si la concepción del brazo
está envuelta en una asociación
de gran valor afectivo, será inaccesible al libre juego de las otras
asociaciones. El brazo estará paralizado
en proporción a la persistencia de este valor
afectivo o a su disminución por medíos psíquicos apropiados. He ahí la solución
del problema que nos hemos planteado,
pues en todos
los
casos de parálisis histérica uno halla
que el órgano paralizado o la acción abolida
están envueltos en una asociarán subconciente * provista de un gran valor afectivo, y se puede mostrar que el brazo se libera tan pronto como
ese valor ajectico se borra. Por tanto,
la concepción del brazo existe
en el sus- trato material,
pero no es accesible
para las asociaciones e impulsiones concientes
porque toda su
afinidad asociativa, por así decir, está saturada en una asociación subconciente
con el recuerdo del suceso,
del trauma,
productor de esa
parálisis."?
Fue Charcot el primero que nos
enseñó que es preciso dirigirse a la psicología para dar con
la explicación de la neurosís histérica.
Breuer y yo hemos seguido su ejemplo en una comunicación preliminar «Sobre el
mecanismo psíquico de fenómenos
histéricos»." En ella demostramos que los síntomas permanentes de la
histeria llamada «no traumática»
se explican (salvo los estigmas) por el mismo mecanismo que Charcot reconoció en las parálisis
traumáticas.
Pero también ofrecernos la razón por la cual esos síntomas persisten y pueden ser curados mediante un procedimiento especial de psicoterapia hipnótica. Cada suceso, cada impresión psíquica están provistos de cierto valor afectivo ( Affekt· betrag {monto de afecto}) ,13 del que el yo se libra por la vía de una reacción motriz o por un trabajo psíquico asociativo. Si el individuo no puede o no quiere tramitar el excedente, el recuerdo de esta impresión adquiere la importancia de un trauma y deviene la causa de síntomas permanentes de his- teria. La imposibilidad de la eliminación es notoria cuando la impresión permanece en el subconciente.
Anna O |
Pero también ofrecernos la razón por la cual esos síntomas persisten y pueden ser curados mediante un procedimiento especial de psicoterapia hipnótica. Cada suceso, cada impresión psíquica están provistos de cierto valor afectivo ( Affekt· betrag {monto de afecto}) ,13 del que el yo se libra por la vía de una reacción motriz o por un trabajo psíquico asociativo. Si el individuo no puede o no quiere tramitar el excedente, el recuerdo de esta impresión adquiere la importancia de un trauma y deviene la causa de síntomas permanentes de his- teria. La imposibilidad de la eliminación es notoria cuando la impresión permanece en el subconciente.
En resumen, pienso
que concuerda
bien con nuestra visión
general sobre la histeria, tal como hemos podido formarla siguiendo las enseñanzas de Charcot, que la lesión en las parálisis histéricas
no consista en otra cosa que en la
inaccesibilidad de la concepción
del órgano o de la función para las asociaciones del yo concíente, que esta alteración puramente funcional (con integridad de la concepción misma) esté causada por la fijación 12" de dicha
concepción en una asociación subconcíente* con el recuerdo
del trauma, y que esta
concepción no devenga libre y accesible hasta que el valor afectivo del trauma psíquico
no haya sido eliminado por la reacción motriz adecuada
o por el trabajo
psíquico conciente.
Peto aun si no opera ese mecanismo, aun si para la parálisis histérica hace falta
siempre una idea autosugcstiva directa, como en los casos
traumáticos de Charcot, habremos logrado
demostrar de qué naturaleza
debería ser la lesión, o más bien la alteración,
en la parálisis
histérica, para explicar sus diferencias con la parálisis
orgánica cerebral.
NOTAS
* [Una de las escasísimas ocasiones (y tal vez la más antigua) en que se presenta la palabra en los escritos de Freud. Para más datos, véase una nota mía en Estudios sobre la histeria ( 1895d), AE, 2, pág. 68.)
1 [En el resumen de este trabajo en alemán, hecho por Freud en el sumario de sus primeros escritos científicos ( 1897b), AE, 3, pág. 241, dejó sin traducir los dos términos franceses.]
2 Cf. La concepción de las afasias (189lb).
3 [Uno de ellos era, sin ,luda, el de Anna O., tratado por Brcucr. y que posteriormente sería incluido en Estudios sobre : la histeria (1895d), AE, 2, págs. 50-1.)
5 [Esta afirmación, como muchas otras del artículo, ya aparece en «Histeria» ( 1888b), supra, págs. 51-2, confirmando que su autoría debe atribuirse a Freud.
6 Freud, 189lb.
7 [Se hallará una enunciación muy semejante en «Histeria» (1888b).
8 [Freud apeló a este hecho para explicar uno de los puntos de la teoría de la formación del sueño; véase La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, Pg. 555.
10 Hemos llamado a esta teoría «Das Abreagieren der Reizzuiodcbse» f «Ia abreacción de los aumentos de estímulo»}11
11 Breuer y Freud, 1893.
12 [En el historial clínico de la señora Emmy von N. (íbíd., AE,2 pág. 108), Freud menciona, en apoyo de la presente teoría, su síntoma de anorexia.]
13 [Cf. una nota mía en «La etiología de la histeria» (1896c), AE, 3, págs. 192-3. ' '
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