“FREUD”
Pierre-Sylvester Clancier.
Capítulo IV
LOS ESTADIOS DE LA
EVOLUCION LIBIDINAL
Mientras que la mayoría de las personas tienen por
equivalentes las nociones de "consciente" y "psíquico",
Freud, como hemos visto en el segundo capítulo, se vio inducido a ampliar la
noción de psíquico y a admitir la existencia de un psíquico no consciente. De
igual modo, mientras que son muchos los que establecen una identidad entre lo
"sexual" y "lo que se relaciona con la procreación", esto
es, lo "genital", Freud reconoce la existencia de un
"sexual" que no es "genital", que no tiene nada que ver con
la procreación 1.
Uno de los puntos más decisivos de la teoría freudiana es,
en efecto, la modificación mayor que aporta a la noción de sexualidad. El
estudio de las perversiones y a la vez el de la sexualidad infantil permitieron
a Freud formular ideas innovadoras en este terreno, pues por una parte
"todo aquello que se sustrae al fin de procrear o que únicamente sirve
para procurar placer recibe la denominación peyorativa de perverso" 2, y por la otra es más que evidente que, "si
el niño posee una vida sexual, ha de ser sinceramente de naturaleza perversa,
puesto que [ ...] carece de todo aquello que hace de la sexualidad una función
procreadora" 3.
LA SEXUALIDAD INFANTIL
Freud considera los deseos del niño como sexuales. Y al
asombro de sus lectores, que se preguntan si puede haber una sexualidad
infantil, responde: "Nada de eso: el instinto sexual no entra de repente
en los niños al llegar la pubertad, como nos cuenta el Evangelio que el demonio
entró en el cuerpo de los cerdos. El niño posee desde un principio sus instintos
y actividades sexuales; los trae consigo al mundo, y de ellos se forma, a
través de las diversas etapas de una importantísima evolución, la llamada
sexualidad normal del adulto" 4.
Por consiguiente, Freud extiende la denominación de sexual a las
actividades de la primera infancia en busca de goces locales que tal o cual
órgano es capaz de proporcionar 5. Según
él, el instinto sexual del niño parece ser muy complejo y contener diversos
elementos, así como etapas particulares. Damos aquí brevemente sus principales
características antes de encarar con mayores detalles el estudio de los
diferentes estadios de la evolución libidinal. Para ello nos basamos de manera
esencial en los rápidos resúmenes que dio Freud en su Cuarta conferencia de
psicoanálisis, así corno en sus lecciones de Introducción al psicoanálisis. Según
Freud, a los tres años de edad el niño ya posee una vida sexual que es en
muchos aspectos comparable a la del adulto. Sus órganos genitales, por
ejemplo, son susceptibles de erección, lo cual implica a menudo un período de
masturbación. En rigor, lo que separa esencialmente a la sexualidad infantil de
la sexualidad adulta es que aquella, contrariamente a esta, no se halla
sólidamente organizada alrededor de una prioridad acordada a los órganos genitales.
De todos modos, y desde un punto de vista teórico, los estadios del desarrollo
de la libido infantil anteriores a la edad de tres años son los más
interesantes. Recordemos, en honor a la claridad, qué entiende Freud por libido:
"Con esta palabra designamos aquella fuerza en que se manifiesta el
instinto sexual análogamente a como en el hambre se exterioriza el instinto de
absorción de alimentos"6. A todo el
período anterior al tercer año del niño lo califica de "pregenital".
Esto no significa que las "tendencias genitales parciales" sean
entonces las más importantes. Freud habla de tendencias sádicas y anales. La
organización sádico-anal corresponde, según él, a la última fase preliminar que
antecede a aquella en la que se afirma el primado de los órganos genitales7. En esta fase el ano desempeña el papel de zona erógena
privilegiada.
Quiere, pues, decir "que el niño experimenta una sensación
de placer al realizar la eliminación de la orina y de los excrementos y que,
por tanto, tratará de organizar estos actos de manera que la excitación de las
zonas erógenas a ellos correspondientes le procure el mayor placer
posible" 8. Y Freud explica cómo antes
de esta fase la succión del pecho materno representa el origen de la posterior
vida sexual. Para él, el primer objeto del instinto sexual es el pecho de la
madre: "...y cuando después de mamar se queda dormido sobre el pecho de su
madre, presenta una expresión de euforia idéntica a la del adulto después del
orgasmo sexual" 9. Freud relaciona esta
sensación con la zona bucolabial; tanto es así, que califica de fase
"oral" al período del desarrollo de la libido que consiste en
procurarse placer por el acto de chupar. El niño deja muy pronto, claro está,
de poder chupar el pecho materno y se ve por ello conducido a sustituir este
por otro objeto más fácil de obtener. Se tratará de una parte de su cuerpo, muy
a menudo su pulgar o su propia lengua. Por eso Freud habla, a propósito de la
satisfacción oral, de una satisfacción "autoerótica". Debido a
razones tanto lógicas como cronológicas nos proponemos ahora encarar nuestro
estudio de los diferentes estadios de la evolución libidinal por el examen de
la fase oral de la satisfacción sexual.
LAS ORGANIZACIONES PREGENITALES LA FASE ORAL
Este estadio del desarrollo de la libido corresponde a la
primera organización sexual pregenital. Freud emplea de igual modo el adjetivo
"caníbal" para designarlo. En efecto, durante este período la
actividad sexual está ligada a la absorción de alimentos. En otros términos,
tal cual lo explica Freud, la pulsión sexual queda aquí satisfecha por
apuntalamiento con otra función vital: la de la alimentación, que viene a
satisfacer el hambre. La noción de "apuntalamiento", según la cual
las pulsiones sexuales no son repentinamente autónomas, sino que se apoyan en
las funciones de autoconservación —que les dan una finalidad y un objeto
orgánicos—, es una de las claves de la teoría freudiana de la sexualidad. Fue
adelantada por Freud en 1905, en Tres ensayos sobre teoría sexual, trabajo en
el que su autor presenta como fundamental el vínculo que une a la pulsión
sexual con importantes funciones 'vitales. Este es precisamente el vínculo que
se pone de manifiesto en la actividad oral del lactante. Según Freud,
efectivamente, "el niño de pecho se halla siempre dispuesto a comenzar de
nuevo la absorción de alimentos, y no porque sienta ya el estímulo del hambre,
sino por el acto mismo que la absorción trae consigo"10. Dicho de otro modo, el hecho de chupar, y no
solo la absorción de alimento, le ha procurado al lactante una satisfacción.
La succión del pecho materno no es, pues, reducible a la satisfacción de una
necesidad de nutrición; proporciona al lactante un verdadero placer, y Freud
califica a este de sexual. Pero no fue Freud el primero en señalar la índole
sexual de este acto. Antes de él un pediatra de Budapest, el doctor Lindner,
había reunido cierto número de observaciones que le permitieron afirmar el
carácter sexual de la succión (Jahrbuch für Kinderheilkunde, XIV, 1879).
En un primer momento cuando lo que constituye el objeto de
placer es el pecho, la sexualidad no es aún, por tanto, autónoma. Solo con
posterioridad, cuando el lactante es obligado a renunciar al pecho materno y lo
reemplaza con una parte de su propio cuerpo, la satisfacción sexual se vuelve
autoerótica. No obstante, ambos momentos revelan que la actividad alimentaria y
la actividad sexual tienen el mismo objeto, a saber, "la asimilación del
objeto, modelo de aquello que después desempeñará un importantísimo papel
psíquico como identificación" 11. Freud
introduce la noción de asimilación, ya entrado el año 1915, en la sección VI de
su trabajo sobre la sexualidad infantil, sección posteriormente incluida, por
consiguiente, en sus Tres ensayos. Constituye el primer ejemplar de la
identificación y la introyección. Vale decir que por entonces Freud insiste
más en la relación con el objeto. La asimilación [o incorporación] corresponde
a varias funciones. Primeramente se trata para el lactante de experimentar
placer haciendo penetrar en sí un objeto; en seguida se trata de destruir el
objeto y, por último, de apropiarse de sus cualidades, conservándolo dentro de
sí. Esta última función de la asimilación de las cualidades del objeto hace de
la incorporación el modelo de la identificación y la introyección. Freud habrá
de explicar cómo el proceso de la introyección en una instancia del aparato
psíquico (en el yo, en el ideal del yo, etc.) toma por modelo la incorporación
oral de los objetos. De igual modo, dice Freud, "originariamente, en la
fase primitiva, oral, del individuo no es posible diferenciar la carga de
objeto de la identificación" 12. En
rigor, lo particularmente interesante que hay en la noción de incorporación,
introducida en 1915 por Freud para precisar mejor su concepción de una
organización oral de la libido, es el hecho de insistir en la idea de asimilación
de las cualidades del objeto por canibalismo.
Así, cuando inmediatamente después de Freud el psicoanalista
Karl Abraham subdivide el estadio oral en dos fases —una precoz, de succión
preambivalente, y una posterior, de mordedura ambivalente— describe la segunda
de estas como fase sádico-oral o canibalesca. Según Abraham, esta fase vendría
a corresponder a la aparición de los dientes, en la que las actividades de
morder y devorar implican la destrucción del objeto. Para Melanie Klein el
estadio oral debe considerarse en su conjunto como estadio sádico-oral:
"...la agresividad forma parte de la relación más precoz del niño con el
pecho, aun cuando en este estadio no se expresa habitualmente por la mordedura"
13, En cuanto a Freud, de modo especial en
su estudio antropológico Tótem y tabú concedió suma importancia a las nociones
de canibalismo y devoración, pero nada dijo acerca de la sexualidad infantil en
el estadio sádico-oral.
EL ESTADIO SADICO-ANAL
Freud reserva la calificación de sádico para el período de
organización pregenital que continúa a la fase oral, esto es, el período anal.
En sus Tres ensayos sobre teoría sexual habla de una "fase sádico-anal".
Lo que en esta desempeña un papel primordial es la oposición entre activo y
pasivo, anunciando en cierta medida la polaridad sexual con la que tiempo
después habrá de coincidir. El polo activo de esta fase es la "expresión
de un instinto de dominio que degenera fácilmente en crueldad" 14. El polo pasivo corresponde al papel desempeñado
por la zona erógena del ano a raíz de la excreción de las materias fecales.
"La actividad está representada por el instinto de aprehensión, y como
órgano con fin sexual pasivo aparece principalmente la mucosa intestinal
erógena"15. Por consiguiente, Freud
hace corresponder la actividad con el sadismo y la pasividad con el erotismo
anal.
Las dos pulsiones parciales tienen diferentes funciones. La primera
implica ya la presencia de un objeto heteroerótico; la segunda aún está ligada
a una tendencia autoerótica, como en el caso de la fase oral. Así se comprende
que la fase sádico-anal ocupe en el desarrollo de la libido un lugar intermedio
entre la fase oral, por una parte, y, por la otra, la fase genital, "en la
que aún faltan la organización y la subordinación a la función
reproductora" 16. Efectivamente, en esta
fase de la sexualidad infantil, cualquiera que sea la importancia del papel
desempeñado por las propias zonas erógenas del niño, este ya busca otras
personas como objetos sexuales. Freud explica de qué modo puede el niño ser
llevado, por ejemplo, a la crueldad. Según él, el niño todavía no conoce la
piedad; tanto es así, que la visión del dolor ajeno no paraliza en modo alguno
su pulsión de dominio. Pero Freud reconoce que es difícil analizar en,
profundidad esta pulsión. Para él, lo único que puede admitirse es que
"la impulsión cruel proviene del instinto de dominio y aparece en la vida
sexual en una época en la que los genitales no se han atribuido todavía su
posterior papel" '17.
De todos modos, no hay que perder de vista en momento alguno
que el prototipo de la pulsión de dominio, que aparece en la fase sádico-anal,
está dado por la actividad de la defecación. En esta actividad se ve actuar,
en efecto, la pulsión sádica en su bipolaridad esencial, como que el niño
apunta, de manera contradictoria, a destruir el objeto y a controlarlo al
conservarlo de manera posesiva. Es, pues, el control del funcionamiento del
esfínter por el niño, vale decir, el dominio de la evacuación o de la retención
de las heces por este, lo que sirve de modelo a la pulsión sádica por cuyo
intermedio el niño encuentra poco después un objeto sexual en la persona ajena.
Hay otra componente de la fase sádico-anal que también le
permite al niño, paulatinamente, orientarse hacia un objeto sexual externo a él
mismo. Se enraiza en el imperioso deseo de ver y saber que anima al niño en
ese período. Esta pulsión de ver está vinculada a la del exhibicionismo,
paralelamente a la cual se desarrolla. Freud escribe: "El niño carece en
absoluto de pudor y encuentra en determinados años de su vida un inequívoco
placer en desnudar su cuerpo, haciendo resaltar especialmente sus órganos
genitales. La contraparte de esta tendencia, considerada perversa, es la
curiosidad por ver los genitales de otras personas (…). Dado que la ocasión de satisfacer tal
curiosidad no se presenta generalmente más que en el acto de la satisfacción de
las dos necesidades excrementales, conviértense estos niños en voyeurs, esto
es, en interesados espectadores de la expulsión de la orina o de los
excrementos verificada por otra persona" 18.
Tales son las principales tendencias que según Freud
caracterizan este período de la sexualidad infantil. Karl Abraham, quien, como
hemos visto, llegó incluso a distinguir dos fases dentro de la fase oral,
procede asimismo a un pormenorizado estudio de la fase sádico-anal. A partir de
1924 Abraham propone una subdivisión dentro de la fase sádico-anal. Cada nueva
fase correspondería a un modo diferente de comportamiento con respecto al
objeto. Para el niño trataríase tan pronto de expulsar el objeto y destruirlo,
y tan pronto de retenerlo y poseerlo. En los comienzos del estadio anal el
erotismo estaría ligado a la evacuación anal, y la pulsión sádica lo estaría a
la destrucción de las heces; consiguientemente, el erotismo anal estaría
ligado, en cambio, a la retención de las materias fecales, y la pulsión sádica
lo estaría a su control posesivo. El paso de la primera fase a la segunda
señalaría, según Abraham, una verdadera evolución hacia el amor de objeto. La
prueba de ello la suministran ciertas psicosis, que corresponden a una regresión
más allá de la segunda fase sádico-anal, en tanto que las regresiones
simplemente neuróticas correspondientes a este estadio de organización
pregenital no superan la segunda fase, ya ligada al amor de objeto.
Por último, para captar de manera aun más precisa, en su
relación con el objeto, esta organización pregenital, conviene recordar que
Freud dejó bien en evidencia los valores simbólicos de don y rechazo que se
vinculan a la actividad de la defecación. A este respecto, Freud deslindó el
vínculo que existe entre los excrementos, los regalos y el dinero, que
definirían, según la importancia que se les concediese, una tendencia anal.
LAS INVESTIGACIONES SEXUALES DEL NIÑO Y EL ESTADIO FÁLICO
Con posterioridad al conjunto de las actividades del estadio anal,
es decir, durante un período que cae entre el tercero y el quinto año de vida
del niño, Freud describe "los primeros indicios de la actividad denominada
instinto de saber (Wisstrieb) o instinto de investigación"; la actividad
de la pulsión de saber "corresponde por un lado a la sublimación de la
necesidad de dominio, y por otro actúa con la energía del placer de
contemplación" 19. La pulsión de saber
mantiene estrechas relaciones con la vida sexual. En efecto, durante este
período el niño concede suma importancia a los problemas sexuales. Freud llega
incluso a reconocer que tales son los problemas que despiertan la inteligencia
del niño. Es una verdadera necesidad práctica, que lleva al niño a efectuar
averiguaciones sexuales; por ejemplo, cuando pesa sobre él la amenaza del nacimiento
de un hermano o una hermana, que puede provocar una disminución de los cuidados
y del amor que sus padres le dedican. Así, lo que más perturba al niño de esta
edad es el enigma del origen de los niños. Para Freud, "bajo un disfraz
fácilmente penetrable, es también este el problema cuya solución propone la
esfinge tebana" 20.
En cambio, el problema de la diferencia de sexos preocupa
muy poco al niño de esta edad. Por lo demás los chiquilines siguen
convencidos, según Freud, de que toda persona posee el mismo aparato genital
que el de ellos. Es, incluso, un rasgo característico de los muchachos de esta
edad defender tercamente esa convicción frente a las observaciones,
contradictorias no obstante, que no tardan en hacer. El abandono de tal
convicción proviene en ellos, muy a menudo por lo demás, de importantes luchas
interiores, de luchas que corresponden a lo que Freud denomina complejo de
castración. Los varones se ven llevados, en efecto, a imaginar que la mujer
debe de haber tenido en otro tiempo un pene, del que se la ha privado por castración.
"La niña no crea una teoría parecida al ver que los órganos genitales del
niño son diferentes de los suyos. Lo que hace es sucumbir a la envidia del pene,
que culmina en el deseo, muy importante por sus consecuencias, de ser también
un muchacho" 21, escribe Freud.
Para volver al problema considerado tan importante por los
niños de esta edad, es decir, al del origen de los hijos, Freud enumera las
diversas soluciones anatómicas que imaginan los chicos, quienes suponen que el
nacimiento se lleva a cabo por el pecho de la madre, o bien por su vientre
después de una incisión, o incluso por su ombligo, Otras suposiciones consisten
en creer que los hijos salen del intestino de la madre después de haber
absorbido esta algún alimento especial. Freud muestra con claridad cómo todas
estas suposiciones van acompañadas de una mala concepción de las relaciones
sexuales, aun cuando los niños hayan podido sorprender a sus padres en pleno
acto sexual. Esos niños no han podido "menos que considerar el acto sexual
como una especie de maltrato o de abuso de poder" 22.
En otros términos, le han dado una significación sádica. De ahí que tanto
ellos como los demás niños continúen formulándose la pregunta de saber en qué
consiste la relación sexual, "y buscan la solución del misterio en una
comunidad facilitada por la función de expulsar la orina o los
excrementos" 23.
Freud destaca, pues, el fracaso de las investigaciones
sexuales del niño durante todo el período anterior a la pubertad. Pero esto no
quiere decir, ni con mucho, que haya que considerar todo ese período como el de
las organizaciones únicamente pregenitales. Freud reserva esta denominación,
según acabamos de verlo, para el estadio oral y el estadio anal.
El período que sucede al estadio anal corresponde a una
organización de la sexualidad bastante cercana a la del adulto. Freud califica
a este período de estadio fálico, pues corresponde a una organización de la
libido infantil en torno del primado del falo. Ya entrevimos esto a propósito
de las nociones de "complejo de castración" y "envidia del
pene". En 1923 Freud introdujo en el desarrollo de la sexualidad infantil
una tercera fase, que interviene después de las dos organizaciones pregenitales
representadas por el estadio oral y el estadio anal. Y escribe a este
respecto: "Posteriormente (1925) he modificado esta descripción,
interpolando en la evolución infantil, y después de los dos estadios de organización
pregenital, una tercera fase, que puede ya denominarse genital y que muestra ya
un objeto sexual y una cierta convergencia de las tendencias sexuales hacia
dicho objeto, pero que aún se diferencia de la organización definitiva de la
madurez sexual en un punto esencial. No conoce, en efecto, sino un aparato genital
—el masculino—, razón por la cual hemos dado a esta fase el nombre de
organización fálica" 24.
Según Karl
Abraham, esta fase parece tener, por lo demás, una raíz biológica, en el sentido
de que en el embrión no hay, al Parecer, diferenciación sexual. Resulta
importante señalar que la idea de una predominancia del órgano del macho Ya
existe en Freud mucho antes de su texto de 1923 titulado "La organización
genital infantil". En la primera edición (1905) de sus Tres ensayos sobre
teoría sexual Freud adelanta algunas ideas que prefiguran su tesis de la fase fálica.
Por una parte afirma que en la edad infantil la diferencia sexual no es tan
manifiesta como habrá de serlo después de la pubertad y que, "con
referencia a las manifestaciones sexuales autoeróticas y masturbatorias,
podría decirse que la sexualidad de las niñas tiene un absoluto carácter
masculino". Luego añade que "en la niña la zona erógena directiva es
el clítoris, localización homóloga a la de la zona erógena directiva masculina
en el glande". Y por otra parte generaliza el alcance de estos análisis,
cuando escribe que, "si fuera posible atribuir un contenido más preciso a
los conceptos 'masculino' y 'femenino', se podría también sentar la afirmación
de que la libido es regularmente de naturaleza masculina, aparezca en el hombre
o en la mujer independientemente de su objeto, sea este el hombre o la mujer 25. Por lo demás, en el análisis que hace Freud
de Juanito, en el que deslinda la noción de complejo de castración, pone en evidencia
la alternativa para el muchacho de haber sido castrado o de poseer un falo. Por
último, en un artículo de 1908 titulado "Teorías sexuales de los
niños", Freud puso en claro la noción de envidia del pene en la niña y la
frustración que ella implica.
Con posterioridad al artículo de 1923, al de 1924 titulado
"El final del complejo de Edipo" y al relativo a "Algunas
consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos", de
1925, es dable definir la frase fálica, según Freud, de la siguiente manera.
Dentro de la perspectiva genética, la oposición "pasivo - activo",
que caracteriza a las dos tendencias del estadio anal, es reemplazada por la
bipolaridad que existe entre castrado y fálico. Así, con motivo de esta fase,
el retroceso del complejo de Edipo está ligado para el muchacho a la amenaza de
castración. En el caso de la niña, Freud afirma que se puede igualmente hablar
de una organización fálica; esta se manifiesta por la envidia del pene que
anima a la niña cuando descubre la diferencia entre los sexos. La niña se
siente castrada con respecto al muchacho y desea poseer, como este, un pene.
Ese sentimiento de frustración va acompañado por un violento resentimiento
para con la madre y por un descrédito de esta. La niña desea tener un hijo,
pues este puede servir de equivalente simbólico del pene.
EL PERIODO DE LATENCIA
Según Freud, a partir del quinto o sexto año la evolución de
la sexualidad se detiene hasta el momento de la pubertad. Período de latencia,
llama Freud a este período señalado por la disminución de las actividades sexuales
del niño. No habla de estadio, pues no se encuentra una nueva organización de
la sexualidad infantil antes de la pubertad. Durante este período se asiste a
una represión de los primeros objetos sexuales elegidos por el niño entre los
dos y los cinco años: "Sus fines sexuales han experimentado una atenuación
y representan entonces lo que podríamos denominar corriente de ternura de la
vida sexual. Solo la investigación psicoanalítica puede mostrar que detrás de
esa ternura, ese respeto y esa consideración se esconden las antiguas
corrientes sexuales de los instintos parciales infantiles ahora
inutilizables" 26.
El periodo de
latencia comienza con la declinación del complejo de Edipo; aplaza la madurez
sexual y permite lanar el tiempo, necesario para "alzar, al lado de otros
diques sexuales, los que han de oponerse a la tendencia al incesto".
Según Freud, durante este período el niño puede imbuirse de "aquellos
preceptos morales que excluyen de la elección de objeto a las personas queridas
durante la niñez y a los parientes consanguíneos" 27.
Así pues, en el curso del período de latencia se elaboran las fuerzas psíquicas
que consecuentemente se opondrán a las pulsiones sexuales y canalizarán su
progresión. Estas fuerzas corresponden, según Freud, al asco y al pudor; son
las aspiraciones morales y estéticas. "Ante los niños nacidos en una sociedad
civilizada experimentamos la sensación de que estos diques son una obra de la
educación, lo cual no deja de ser, en gran parte, cierto. Pero en realidad esta
evolución se halla orgánicamente condicionada y fijada por la herencia y puede
producirse sin auxilio ninguno de la educación" 28,
escribe Freud, para interrogarse luego sobre la manera en que se constituyen
esas fuerzas capaces de limitar las tendencias sexuales. Y entonces define el
proceso que desvía a las fuerzas sexuales de su finalidad, durante el período
de latencia, como un "mecanismo de sublimación". Es un proceso que le
permite al niño emplear las antiguas fuerzas sexuales en nuevos fines.
Así,
durante el período de latencia las tendencias sexuales continúan existiendo,
pero son de alguna manera desviadas y se orientan hacia otros fines. A
propósito de la naturaleza del mecanismo de sublimación, Freud formula la
siguiente hipótesis: por una parte la sexualidad no tiene, durante el período
de latencia, uso apropiado, a falta de las funciones de procreación, y por otra
parte parece ser perversa, esto es, llevada a dar privilegio a excitaciones
sexuales localizadas en tal o cual zona erógena. Según Freud, precisamente
estas excitaciones sexuales provocadas hacen entrar en juego a contrafuerzas o
reacciones que, a fin de reprimir eficazmente tan desagradables sensaciones,
"erigirán los diques psíquicos ya citados (repugnancia, pudor,
moral)" 29.
Durante este período de la infancia la sublimación de las
pulsiones sexuales se realiza, pues, "por formación reaccional", cosa
que no siempre ocurre, precisa Freud, en un estadio posterior del desarrollo de
la libido. Efectivamente, la formación reaccional y la sublimación deben
considerarse, según él, como dos procesos distintos. Ello quiere decir que hay
casos en los que, con posterioridad a la pubertad y ya en la edad adulta, se
realizan sublimaciones de acuerdo con mecanismos más sencillos. De todos
modos, el campo de las actividades sublimadas sigue estando bastante mal
circunscripto en la teoría freudiana.
Y además Freud tiende a hacer resaltar el carácter hipotético
de sus puntos de vista relativos al período de latencia, con lo que termina
por decir que la transformación de la sexualidad infantil, tal cual la ha
descrito, "representa un ideal educativo del que casi siempre se desvía el
desarrollo del individuo en algún punto, y con frecuencia en muchos
puntos", para añadir por fin: "En la mayoría de los casos logra
abrirse camino un fragmento de la vida sexual que ha escapado a la sublimación,
o se conserva una actividad sexual a través de todo el período de latencia
hasta el impetuoso florecimiento del instinto sexual en la pubertad" 30. Precisamente este florecimiento de la pulsión
sexual a partir de la pubertad y bajo el primado de la zona genital es lo que vamos
a estudiar ahora.
EL ESTADIO GENITAL
Freud se aplica a describir, de modo muy especial en sus Tres
ensayos sobre teoría sexual, las transformaciones que en la pubertad deben
conducir la vida sexual del niño "a su forma definitiva y normal".
Con tal motivo recuerda de qué modo la pulsión sexual había seguido siendo,
antes de la pubertad, esencialmente autoerótica, ya que "hasta ese momento
actuaba a partir de instintos aislados y de zonas erógenas que,
independientemente unas de otras, buscaban como único fin sexual determinado
placer" 31. Ahora bien, con la pubertad
aparece una nueva finalidad sexual hacia la que se orientan todas las pulsiones
parciales de los estadios precedentes, en tanto que las diversas zonas
erógenas se someten al primado de la zona genital. En otros términos, según
Freud "reservamos el nombre de genital para la organización sexual
definitiva, que se constituye después de la pubertad" 32.
Durante las fases precedentes —oral, anal y
fálica— los fines sexuales siguen siendo parciales, e inadecuados los objetos.
A partir, pues, de la noción de objeto se articula la de organización de la
libido en diferentes fases del desarrollo, y el niño pasa del autoerotismo al
objeto heterosexual. Por otra parte a partir de las nociones de placer
preliminar y placer final, de placer de órgano y placer de función, puede Freud
mostrar la correspondencia que existe entre modos específicos de actividad
sexual y los diferentes estadios libidinales.
Para Freud, el instinto sexual del niño durante las fases
pregenitales, es decir, entre el segundo y el quinto año, emana de fuentes
diversas. Ante todo es, por supuesto, un instinto independiente de la función
de reproducción; le procura al niño diversos tipos de sensaciones agradables a
las que Freud califica de placeres sexuales. Pero no se trata aún de un placer de
función. Solo en la pubertad, cuando el placer sexual se halle ligado a la
función de reproducción, se lo podrá designar de ese modo. Para el muchacho, el
placer sexual se vincula a la excitación de ciertas zonas erógenas, tales como
"la boca, el ano, la abertura del meato y también la piel y otras
superficies sensibles" 33. Por eso habla Freud de "placer de
órgano". Dentro de este tipo de placer, la excitación de una zona erógena
particular lo proporciona por si sola sin hallarse ligada a la satisfacción de
las demás zonas y sin corresponder a la realización de una función. Freud
precisa que las excitaciones "surgidas de todas estas fuentes no parecen
actuar todavía de manera conjunta, sino que cada una persigue su fin
especial", y esto lo lleva a pensar, como hemos visto, que "en la
infancia el instinto sexual no está, por tanto, centrado, y es, al principio,
autoerótico, careciendo de objeto"34.
La libido no es aún "objetal", como habrá de serlo en principio,
plenamente, después de la pubertad, sino simplemente "narcisista" 35.
No obstante, Freud matiza resueltamente este aserto, pues
para él muy pronto aparecen en el niño, junto a las actividades autoeróticas,
esos "componentes instintivos del placer sexual, o, como acostumbramos
decir, de la libido, que presuponen una persona exterior al sujeto" 36. El niño encuentra entonces en uno de sus
padres su primer objeto de amor, en el que se concentra toda su sensualidad.
Pero la represión que se efectúa durante el período de latencia lleva al niño a
renunciar a la mayoría de sus fines sexuales infantiles y acarrea en él un
cambio de actitud para con sus padres.
Desde luego, sigue apegado a ellos, pero
sus tendencias primitivas han sido ya canalizadas, y entonces solo siente por
ellos sentimientos de ternura. En rigor, durante el período de latencia las
tendencias sensuales anteriores persisten, pero solo en el inconsciente del
niño. De ahí que la edad de la pubertad sea de capital importancia para el
florecimiento de la libido. En efecto, en tanto surgen con ellas nuevas
tendencias, todas ellas muy vivas y orientadas, además, hacia fines sexuales
directos, "la normalidad de la vida sexual se produce por la concordancia
de las dos corrientes dirigidas sobre el objeto sexual y el fin sexual, a
saber, la corriente de ternura y la de sensualidad" 37.
Las eventuales neurosis que puedan surgir en este período del
desarrollo sexual del individuo podrán, pues, comprenderse en función de la
situación del individuo con respecto al objeto sexual, esto es, en función de
la mayor o menor importancia que haya concedido a una u otra de esas
corrientes. En los casos desfavorables, por ejemplo, las tendencias sensuales
permanecerán absolutamente separadas de la persistente corriente de ternura.
Se obtiene entonces, según Freud, un cuadro cuyos dos aspectos han sido
gustosamente idealizados por algunas corrientes literarias. El hombre consagra
un culto quimérico a mujeres que le merecen sumo respeto, pero que no le
inspiran el menor sentimiento amoroso, él solo se siente excitado en presencia
de otras mujeres, a las que no "ama" y apenas estima, cuando no las
desprecia 38.
Por lo demás, Freud definió la pubertad tal cual lo hemos
destacado, por la aparición de una nueva finalidad sexual. Según él, "dado
que el nuevo fin sexual determina funciones diferentes para cada uno de los
sexos, las evoluciones sexuales respectivas divergirán considerablemente"
39. Considera que la del varón es la más
lógica y, por consiguiente, la más fácil de interpretar. Por eso, en sus Tres
ensayos sobre teoría sexual estudia principalmente la evolución sexual del
varón durante la fase genital. A partir de la situación de la finalidad sexual,
que en el varón consiste después de la pubertad en la emisión de los productos
genitales, Freud analiza nuevamente la noción de placer sexual y comprueba que
"el nuevo fin sexual (…) no es totalmente distinto del antiguo fin, que
se proponía tan solo la consecución del placer, pues precisamente a este acto
final del proceso sexual se enlaza un máximo placer" 40.
No obstante, gracias a este proceso "se
subordinan los diversos instintos a la primacía de la zona genital, con lo que
toda la vida sexual entra al servicio de la procreación, y la satisfacción de
los instintos queda reducida a la preparación y favorecimiento del acto sexual
propiamente dicho" 41. Freud establece
entonces una distinción entre el placer debido a la excitación de las zonas
erógenas y el que corresponde a la eyaculación de los productos genitales. Al
primero lo califica de "placer de órgano", y al segundo de
"placer final". Para él, "el placer preliminar es el mismo que
ya hubieron de provocar, aunque en menor escala, los instintos sexuales
infantiles" 42. Se trata, por tanto, de
un placer de órgano que en este caso se subordina a un placer de función, vale decir,
al de la reproducción. "El placer final es nuevo y por lo tanto se halla
ligado probablemente a condiciones que no han aparecido hasta la pubertad. La
fórmula para la nueva función de las zonas erógenas sería la siguiente: son
utilizadas para hacer posible la aparición de mayor placer de satisfacción por
medio del placer preliminar que producen y que se iguala al que producían en la
vida infantil" 43.
Recordemos que precisamente en este nivel se comprende la
noción de perversión. Ocurre, en efecto, que las tendencias sensuales parciales
no se subordinan en su totalidad al primado de la zona genital. Una tendencia
que ha seguido siendo independiente constituye lo que Freud denomina perversión
y reemplaza a la finalidad sexual normal por su propia finalidad. Puede
suceder, por ejemplo, que el autoerotismo no haya sido resuelto, por completo,
o bien que la equivalencia primera de los dos sexos en su condición de objetos
sexuales permanezca como tal, lo que entrañará en el adulto una ambivalencia
sexual y hasta una total homosexualidad. Según Freud, "esta serie de
perturbaciones corresponde a las inhibiciones directas del desarrollo de la
función sexual y comprende las perversiones y el nada raro infantilismo general
de la vida sexual" 44.
En conclusión, aparece, pues, con claridad, que todas estas
consideraciones sobre la sexualidad infantil y el desarrollo psicosexual del
individuo no apartaron a Freud de las preocupaciones mayores del psicoanálisis,
o sea, el estudio de las neurosis y las perversiones y su consiguiente
tratamiento. Así es; Freud pone de relieve por una parte que "las
manifestaciones infantiles de la sexualidad no determinan tan solo las
desviaciones, sino también la estructura normal de la vida sexual del
adulto" 45, y por la otra que, "si
queréis, podéis describir exclusivamente el tratamiento psicoanalítico como una
segunda educación dirigida al vencimiento de los restos de la infancia"
NOTAS
1 Cl. Freud 'Desarrollo de la libido y organizaciones
sexuales', "Teoría sexual", Introducción al psicoanálisis, en ob,
cit., t. IX, págs. 316-326.
2 Freud, "Teoría sexual", introducción al
psicoanálisis, en ob. cit„ t. II, pág. 314.
3 Idem, ibídem.
4 Freud, Esquema del psicoanálisis, 1910, en ob. cit., t. II,
pág. 142
5 Freud, Introducción al psicoanálisis, en ob. cit., cf. págs.
312-325
6 Idem, ibídem.
7 Idem, ibídem.
8 Idem, pág. 313. 9 Idem, pág. 312.
10 Idem, ibídem.
11 Freud, "La sexualidad infantil", Una teoría sexual,
en ob. cit., t. I, pág. 801.
12 Freud, El "yo" y el "ello", en ob. cit.,
t. II, pág. 16, A este respecto nos parece interesante reproducir la nota que
agrega Freud al pie de su comparación: "La creencia de los primitivos de
que las cualidades del animal ingerido como alimento se transmiten al individuo
y las prohibiciones basadas en esta creencia constituyen un interesantísimo
paralelo de la sustitución de la elección del objeto por la identificación.
Esta creencia se halla también integrada, seguramente, entre los fundamentos
del canibalismo, y actúa en toda la serie de Las costumbres que va desde la comida totémica
hasta la comunión. Las consecuencias que aquí se atribuyen a la apropiación oral
del objeto surgen luego, realmente, en la selección sexual del objeto Ulterior.
13 M. Klein, "Sorne theoretical conclusions regarding
the enmotional life of the infant", 1952, en Developments, 206, N° 2.
14 Freud, Introducción al psicoanálisis, en ob. cit., t. II,
pág. 320
15 Freud, "La sexualidad infantil", Una teoría
sexual, en ob. t.I, pág. 801.
16 Idem,
17 Idem, pág. 799.
18 Idem, pág. 798.
19 Idem, pág. 799.
20 Idem, págs. 799-800.
21 Idem, pág. 800. Nuestro es el subrayado de la expresión
"envidia del pene", que hace juego con la de "complejo de
castración", también subrayada precedentemente.
22 Idem. Ibídem.
23 Idem,
24 Idem, nota pág. 802.
25 Respecto de todas estas citas, cf. Freud,
'Diferenciaciones de los sexos', "Metamorfosis de la pubertad", Una teoría
sexual, en ob. cit., t. I, págs. 811-812.
26 una teoría..., en ob. cit., t. I, pág. 802.
27 Idem, pág. 814.
28 Idem, pág. 791,
29 Idem, pág. 792.
30 Idem, pág. 792.
31 Freud, "La metamorfosis de la pubertad", en ob.
cit., t. I, Pág. 805.
32 Freud, Nuevas aportaciones al psicoanálisis, en ob. cit.,
t. II, Pág. 925.
33 Freud, Esquema del psicoanálisis, 1910, en ob. cit., t.
/I, pág. 143.
34 Freud, Una teoría sexual, en ob. cit., t. 1, pág. 794.
35 Se dice que la libido es objetal cuando, sustrayéndose de
la propia persona del sujeto, se carga sobre objetos exteriores, es decir sobre
otras personas,
36 Freud, Esquema del psicoanálisis, en ob. cit., t. II, pág.
143.
37 Freud, Una teoría. . ., en ob. cit., t. 1, pág. 806.
38 Cf. Freud, "Aportaciones a la psicología de la vida
erótica", Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de las neurosis, en ob.
cit.,
t. 1, págs. 969-971.
39 "La metamorfosis de la pubertad", en ob. cit„ t.
I, págs. 805-806.
40 Idem, pág. 806.
41 Freud, "Psicoanálisis", Esquema del
psicoanálisis, 1910, en ob. cit., t. II, pág. 143.
42 "La metamorfosis...", en ob. cit., t. I, pág.
807.
43 Idem, ibídem.
44 "Psicoanálisis', Esquema. . ., en ob. cit., t. II,
pág. 144.
45 "La metamorfosis...", en ob. cit., t. 1, pág.
808.
46 "psicoanálisis", Esquema..., en ob. cit., t. II,
pág. 145.