Agradecemos a la Colección Psicología Contemporánea de Ediciones Nueva Visión (1978)
Buenos Aires. Por las facilidades para presentar este documento.
SABER Y PODER
Se reúnen aquí una serie de informaciones y
observaciones efectuadas por Serge Leclaire en el transcurso de una Asamblea
General del departamento de Psicoanálisis.
La enseñanza del psicoanálisis
Los problemas planteados por el departamento
de psicoanálisis no pueden disociarse de las cuestiones generales que se
refieren a la enseñanza en la facultad de Vincennes.
Relaciones entre el saber y el poder
No existe paciente que no imagine al
psicoanalista rico en
saber y que no reclame la comprensión del relato que acaba de hacer sobre sus síntomas. Como en el caso
de la medicina, se impone la necesidad de
referirse a un saber. En un
momento u otro del análisis se pasa del saber al poder. Esta
misma identificación la efectúan incluso los estudiantes cuando
consideran a sus profesores solo en tanto poseedores de un saber. En
virtud de los requerimientos de que es objeto, el profesor
trata de cumplir efectivamente ese papel,
Aquí se ubica
el problema fundamental
de la relación
entre el saber y el poder puesto de manifiesto por la
impostura de un lugar que se
procura ocupar. Denunciar esta impostura puede ser objeto de un estudio en
psicoanálisis.
Interpretación de un análisis
Un paciente cuenta que repetidas veces sueña
con automóviles. Unas veces conduce con
desenvoltura un veloz convertible, otras veces un camión cuando no un ómnibus. Mientras
que en algunas ocasiones el manejo es agradable, en otras se producen
desperfectos mecánicos (los frenos dejan de responder) o bien el
paciente está incómodo para alcanzar un volante demasiado alejado.
Tal ejemplo puede dar lugar (como si fueran
las categorías de hoteles o restaurantes) a tres clases de interpretaciones:
Clase I
Escuela A: el automóvil aparece como un
símbolo fálico confirmado por la búsqueda de la velocidad, realización dinámica
de la sexualidad masculina (cf. La clef des songes) .
Escuela B: el primer analista no entendió
nada. El automóvil, como objeto de posesión en el cual se instala el
paciente, no es un símbolo masculino
sino femenino (cf. La clef des songes bis) .
Las posiciones de la escuela A, así como las
de la Escuela B, pueden conducir a conclusiones interesantes que, para no
falsearse, deben ser superadas para acceder a un nivel más profundo del
análisis.
Clase
II
Los diversos automóviles son entendidos como
medios de movilidad, de transporte. El paciente experimenta dificultades de ese tipo (cf. transportes amorosos). Es
posible efectuar aquí equivalencias simbólicas.
Clase III
El nivel de
significación impide profundizar el análisis.
El aporte lacaniano, por la
importancia otorgada al significante, permite extender el análisis a otros
niveles de significaciones. Cuando el paciente habló de coches, empleó
diferentes palabras: bahut, tire, bagnole . . . es
posible efectuar un
juego de significantes con esas palabras: bahut =
meuble, dahut = chasse, tire = stand de tir, corde ... *
* Juego de palabras cuyo significado es el
siguiente:
bahut: arcón, armario antiguo; taxi en
argot. tire: especie de telar de cuerdas; taxi en argot. bagnole: coche
en argot.
luego,
bahut = meuble: taxi y también cofre, etc. =·
mueble;
dahut == chasse: dahut es un animal fantástico
e imaginario, que se propone como objeto de caza a
una persona crédula;
palabra muy poco
usada en francés para la cual en nuestro conocimiento, no hay
equivalente en castellano: de allí: animal = caza.
tire = stand de tir, carde: taxi (tiro
y telar de
cuerdas) = stand
de tiro al blanco, cuerda. [N.
del T.].
Pero este nivel no es del todo satisfactorio,
ya que deja la puerta abierta a ciertas impresiones. Es
preciso renunciar a la fascinación ejercida por las imágenes y constituir una
red, un circuito, una estructura. Habrá que ocuparse en saber cómo hacen su
aparición los vehículos y cómo entran en el sistema, cuáles dispositivos del
coche funcionan y cuáles no (frenos, dirección). Al proceder de tal manera se
llega a un escalonamiento del saber.
Valor de las interpretaciones
¿Qué eficacia puede tener la aplicación de esas interpretaciones que se refieren
a un sistema de ideas
pertenecientes a cierta clase?
¿Y si el paciente conoce ya el sistema de
referencia n3 que le confía el analista? En otras palabras, ¿qué eficacia tiene el
saber?
¿No se trata de una impostura?
En realidad, los pacientes adoran esta
complicidad que pueden mantener con el analista. Así, durante las terapias
largas (cinco, diez años) un mismo saber circula, va creando poco a poco una
pequeña sociedad cerrada en sí misma, similar a la que constituyen los
especialistas de una misma disciplina
cuando discuten entre sí. Al hacer circular este saber es posible interrogarse
acerca de su eficacia o ineficacia. En efecto, la modificación producida es
perfectamente transitoria, la esperanza de una apertura a otros problemas, el
dialogo milagroso se desvanece… y las cosas vuelven a ser como antes.
El SABER Y LA VERDAD
Cuando existe un sistema de saber lo esencial
está excluido. Pero. ¿Cómo se puede acceder a un saber de clase cero que
anularía todos los otros? ¿Y cómo descubrir sus elementos constitutivos en un
tipo de sueño?
Cuando el motor deja de funcionar (el
desperfecto) o bien cuando el vehículo adopta diversas formas (furgoneta,
camión…) aparece algo que no es ya el orden del saber sino de la verdad del
soñante.
Un viejo Lord arruinado se ve obligado a
vender una parte de su propiedad. Como último recurso decide separarse de lo
que más quiere: un agujero que se encuentra en medio del césped. Con el único
criado que le queda, toma dicho agujero y lo pone en una camioneta para ir a
venderlo. Pero el camino que cruza la propiedad está en malas condiciones y a
causa de las sacudidas el agujero cae de la camioneta. Al darse cuenta, el Lord
le dice a su criado –que es quien maneja- que vuelva atrás para colocarlo
nuevamente. El coche retrocede hasta el agujero y cae en él.
En una historia como esta, referida a un medio
de transporte, el dominio de la verdad está estrictamente ligado (fuera de todo
poder y toda impostura) a la eficacia. A partir de cierto momento la índole
sistemática y cerrada del relato revela un agujero en el saber. Este agujero es
“lo que no funciona” en un sistema al cual se hace referencia durante un
tiempo.
En contraposición con el saber, que implica un
bloqueo de la verdad, esta última aparece como una ruptura: es un vacío. La
verdad es una cierta relación con la falta, un aspecto del problema de la
castración. Atento a la eficacia, el horizonte de la verdad no tiene nada que
ver con una verdad constituida. Por consiguiente, debe centrarse la mirada en
el orden de la ruptura que no puede avenirse a ningún sistema.
Conclusión
El eje de lo que debería ser un departamento
de psicoanálisis en la fortaleza de un saber implica que se ubique la dimensión
del engaño y la trampa. Este problema subtiende el psicoanálisis y vale quizá
para todo tipo de ideología.
I.- ACERCA DE LA FUNCIÓN DEL PADRE
La última vez, al mencionar el problema del
sexo y la dificultad que podía existir en pensar con
referencia a él, terminé con la evocación de ciertos tipos de sexuación que
resultaban de cierto modo de
conjunción, "una especie
de sexuación primaria
u original”, la del cuerpo
erógeno, y una sexuación que ofrecía menos dificultades y que
era el sexo del cuerpo anatómico.
Precisamente pensando en modo de relación
entre esos dos órdenes se podía
tratar de pensar
algo relativo al
hecho del sexo. Y lo que se nos
manifestó fue el carácter irrisorio de una representación del hombre en su
virilidad. La fórmula que di al respecto era 1a de un paciente: “La virilidad . . . sólo la encontré en las mujeres".
En el hombre viril, presentado como tal,
siempre hay algo de abusivo o irrisorio.
¿Significa esto que
contrariamente a la
mujer que, precisamente, se ajusta
a la presentabilidad o
representabilidad de la
femineidad, la masculinidad
o la virilidad,
en cambio, no es representable? Este
es uno de los
problemas que vuelvo hoy
a considerar, que
deslindo dejándolo en
suspenso, sin duda una vez más, pero que quisiera
reconsiderar en la
perspectiva edípica. En ella
justamente, la concepción común postula cierto número de
personajes: Papá, Mamá, el niño.
Si nos preguntamos por esta figura de la
virilidad o del hombre en la constelación edípica, advertimos que esta primera
hipótesis, que la representación
del hombre es
irrisoria, se ve
confirmada. Basta con evocar
esa representación clásica
del padre, cuya referencia hoy nos hace sonreír, ya se
trate justamente del famoso padre fuerte, representación de cierto tipo, imagen
abusiva, imagen ridícula, ya de la del padre débil, lastimoso, mirado con
conmiseración, o bien de la del padre ausente, muerto, desaparecido, caso éste
en el que la imagen es más precisa: en esta conjunción el padre o la función
del Padre encontraría su mejor representación, aunque no por cierto
con esa figura
del padre de la que tanto se habla.
Se plantea el problema de superar la imagen
para tratar de captar la función, siempre alterada o desviada desde
el momento en que se pretendiera sostenerla en una imagen o una representación. De modo que así como
para tratar de alcanzar el concepto psicoanalítico del falo fue necesario
superar la representación del pene en el sentido anatómico del término, aquí es
preciso esforzarse por superar toda imagen del padre, de la virilidad, para
acceder a 1a función, como
dice Lacan; del nombre-del-padre. Ya el lenguaje común
está dando cuenta de esta
tentativa, pues mucho más que de una figura del padre, se habla de
instancia de función de polo, que es mucho más abstracto y menos figurativo y
que tiende en efecto, a reducirse una función.
Este problema es teórico. ¿Qué interés
ofrece? En efecto,
el uso abusivo de la referencia edípica era algo
muy actual y que
tenía vigencia en toda una serie de temas: impugnación de la autoridad, del
poder, de la función docente a través de la
cual siempre se encuentra una función paterna.
Quisiera tratar de plantear con mayor rigor el
nivel en el cual se funda el problema que planteo, es decir, tratar de superar
la imagen del padre para alcanzar la función: Es evidente que este nivel es el
psicoanalítico y hasta se podría decir que es el de la práctica psicoanalítica.
El\ punto de vista psicoanalítico, la práctica
psicoanalítica, la acción psicoanalítica, se centran en la organización como
tal, y en el marco del lenguaje que propuse en anteriores oportunidades se
puede decir que la
perspectiva psicoanalítica centrada en la organización libidinal
concierne a algo así como el cuerpo erógeno' ubicado como una suerte de doble,
o de opuesto del cuerpo biológico (he hablado de ectoplasma). La perspectiva
psicoanalítica es justamente la que da preponderancia a este enfoque, que
considera la organización libidinal, es decir, el cuerpo
erógeno, como predominante en la hipótesis de
trabajo, el campo
mismo que se asigna la práctica psicoanalítica.
Se ve sin duda que ese cuerpo erógeno, .ese
doble, reemplazaría actualmente
con ventaja a algo denominado tradicionalmente psiquis, que hay interés en
llamar a ese doble del cuerpo biológico, esa otra vertiente conjunta e
indisolublemente ligada cuerpo erógeno en vez de alma, y de igual modo, que sin
duda al psicoanálisis le interesa hablar de economía libidinal o de problema de
orden libidinal antes que de psicología.
Ahora bien, presidiendo esta
organización libidinal, presidien do
esta constitución del
cuerpo erógeno, tenemos
evidentemente a ]os progenitores, es decir, la
pareja formada por
un individuo más o menos macho y
un individuo más o
menos hembra, pero que biológicamente se caracterizan, uno
como macho y otro como hembra, por cumplir esa función biológica de
reproducción que contribuye a la conservación de la
especie, a la autoconservación de la vida.
Pero si tomamos en cuenta lo que he dicho
sobre el cuerpo, sobre la reproducción de los cuerpos, tenemos que considerar
que
los progenitores están constituidos de la
misma manera, que no funcionan con un alma sino también con un
.cuerpo erógeno, Y que la operación de reproducción
debe considerarse asimismo como la generación en la que participa
su propio cuerpo erógeno, es decir, clínica y prácticamente,
los diferentes modos de organización de cada uno de los padres, sus modos de
defensa, sus modos de represión, sus propias neurosis, sus propias
organizaciones neuróticas, psicóticas, perversas, etc. Esto forma parte de lo
que preside la concepción y luego la generación del cuerpo erógeno del vástago,
así como también las relaciones libidinales entre los progenitores, inclusive
su posición frente al problema de la reproducción y de la generación: defensa,
temor, exaltación de esta función, desconocimiento o exaltación de la función
erógena, es decir, de toda la vertiente libidinal.
He evocado aquí rápidamente cuál es
el verdadero problema del complejo de Edipo, pero lo que planteo
hoy es más
simple, más limitado: la función del padre en esta organización, en la
reproducción. Haré también en este caso
una breve evocación
de las opiniones en curso. Si a ustedes les preguntaran cómo se re
presentan la función del padre, pienso que lo primero que se les ocurriría
sería algo más o menos tematizada
a la manera
teatral, es decir, que lo evocado respondería efectivamente a la
tradición del complejo de Edipo,
de la tragedia de Edipo como representación trágica, como representación. Y
ustedes evocarían la función del padre
en esta organización, sobre la base de un
personaje al que proveerían de vestuario, de accesorios (barba más o
menos noble), de toda una serie de actitudes, de prestancia, de modo que
volvemos necesariamente a ese padre irrisorio, teatral, que evocaba hace un
rato. Entonces, cuando se habla de la función del padre, se evoca un personaje
con su vestuario teatral (la espada, la ley en que, como Moisés, se apoya el
padre), con su fuerza o su debilidad.
¿Por qué sucede todo esto? Sin
duda, así como en la
tradición judía está escrito que Dios
no debe representarse
por ninguna imagen, de
igual modo la
desnudez del padre
debe ser velada, y
es por eso
que la función
del padre nos
remite a esos
velos, a esos atributos. Ahora bien,
la referencia a
ese bosquejo dramático o trágico, a ese bosquejo de tipo
teatral, es insuficiente,
no porque ya no nos satisfaga, sino porque en nuestro nivel de
referencia, el de la práctica psicoanalítica, es insuficiente por ser
ineficaz para dirigir una cura.
Si se trata de tomar en consideración lo que
pertenece al orden de la
organización libidinal, si
se tiene el proyecto de
modificar algo los
insolubles conflictos de ésta, si basta con
referirse a esos personajes teatrales,
es indudable que el carácter cada vez
más irrisorio o
abusivo·-(en el sentido
de abuso de confianza) de
ese tipo
de referencia a
un personaje teatral,
asigna a nuestra
propia intervención ese
mismo bosquejo, esos personajes
dramáticos. Cuando se trate de la revelación
de un amor apasionado o
admirativo, de todas las tentativas de identificaciones o de decepciones
referentes a esos motores, esos
sentimientos -sean éstos
odio, rivalidad o
temor-, todo eso
forma parte del depósito
de accesorios, accesorios
psicológicos si se
quiere, que aspiran a una
mayor realidad. Si
se evoca algo
perteneciente al orden de las
vivencias, al orden de un sentimiento,
se cree estar más cerca de la verdad. Pero la verdadera
situación de una
referencia de ese tipo no deja de ser la
de una referencia
a una colección
de accesorios. Entonces,
en ese momento,
si realmente se trata
de volver a
poner en juego
los accesorios de
la colección, de
hacérselos adoptar al
paciente y llevarlo
a participar en el
juego, mejor es decírselo ... pero se apela
al psicodrama, psicodrama de dos, vivido en el nivel de la
declamación.
No obstante, si es cierto que incluso
intervenciones de ese tipo, incluso el hecho de recurrir a los accesorios, al
psicodrama, tiene en ocasiones cierta eficacia, -es lo menos que se puede
decir-, es porque hay allí algo de cierto en lo que atañe a la organización
libidinal y hasta en la manera en que se la aborda. Pero si aún hoy este mecanismo funciona a
veces, ello no nos exime de ver por qué tal accesorio de la colección ha sido
eficaz y, por supuesto, se lo seguirá usando. Por qué el empleo de tal imagen,
de tal representación, de tal
evocación de sentimiento
pudo prosperar, es decir, ¿qué función
cumple realmente ese tipo de accesorios? Pero, en conjunto, recurrir a la
famosa imagen del padre no basta ya y, por lo tanto, es preciso descubrir qué
es lo que está realmente en juego a
través de ella.
La pregunta
que nos formulamos, entonces, se
refiere precisamente al
nivel del cual
parte aquélla.
¿Cuál es la respuesta o la tentativa de
respuesta de Freud a esta pregunta? La verdadera respuesta o el eje de
la respuesta de Freud es, paradójicamente, "Tótem y
Tabú". Y digo que puede parecer paradójico, en el sentido de que si hay
oigo que podría ser alcanzado por mi crítica, es justamente el mito inventado y
reconstruido en "Tótem y Tabú": la horda primitiva, el padre
omnipotente, la rebelión de los hermanos separados de las mujeres, el asesinato
del padre que realmente se cometió en el origen de los tiempos y, para
protegerse de ello, la organización de la sociedad como defensa contra ese
proceso, la prohibición del
incesto. Si nos contentamos con reducir el alcance de una
construcción mítica a un hecho
histórico, se soslaya la respuesta de
Freud. Yo quisiera detenerme un poco en el mito del
asesinato del padre.
Quien no se conforma con la reconstrucción del
asesinato primordial desde la perspectiva histórica o mítica que no plantea la
cuestión del origen, la cuestión del saber,
quien no se conforma con una práctica que viene a
ser una catarsis
psicodramática, quien no se conforma con confundir con un
asesinato real algo que equivaldría a desgarrar la imagen
del padre, entonces, debe plantearse el problema de determinar qué es esa
operación llamada el asesinato del
padre.
Intentaré, en primer lugar, proporcionar
algunos elementos para una respuesta, antes de ofrecer el
posible esbozo ele la misma,
y luego, evocar las
consecuencias prácticas de
tal tipo de
respuesta, o sea, cuál es la operación que está en juego en el así
llamado asesinato del padre.
Primero, con los elementos para pensar esta
respuesta, trataré
de
sugerir algunas constantes de la función del padre:
-El padre es genitor, un aspecto de la función
que no se puede reducir (también puede considerarse el
aspecto de ésta como animal reproductor) o como función de engendramiento del
cuerpo erógeno de un vástago, el cual podría sufrir perturbaciones si el
genitor padeciera una grave psicosis.
-El padre como guardián de la ley -conserva y
protege las leyes, es su garante- es una protección contra el mundo y también,
fundamentalmente, contra la madre.
-El
padre en tanto
es el que
goza -la función
de goce es esencial ya que el
padre goza de la madre, pero
también de todas las mujeres y
tiene la posibilidad de prohibirlas- y el
que posee.
-El padre como iniciador -permite, tiene la
facultad de posibilitar el acceso a este mundo de goce-, como castrador, como
defensor.
Pero, ¿hay que preguntarse también sobre el
asesinato? ¿Qué puede ser el asesinato
de la función del padre?
Al renunciar a la perspectiva
teatral queda algo
perteneciente al orden de la violencia, de una ruptura radical, de
una organización que no solo es vital,
sino libidinal, ruptura decisiva o irreversible, y también la dimensión del
goce, con su correlato de culpabilidad, sanción y castigo.
Pero, una vez más, ¿qué puede ser el asesinato
de una función? Es aquí donde debo esbozar una respuesta.
Ya he hablado de la cuestión del
engendramiento, del cuerpo erógeno. Desde el punto ele vista más abstracto,
estructuralmente, la función paterna está situada entre la singularidad del
cuerpo erógeno y la universalidad de la ley.
Hablo del cuerpo erógeno como ele algo
singular, individual, particular
-es lo que tenemos
que considerar en el
análisis, este es el punto de
partida, la singularidad de un cuerpo erógeno, el secreto de
una fantasía, de
la organización Libidinal-
pero que, al mismo tiempo, se une
con la universalidad de ciertas fantasías previas a la existencia de ciertos
individuos (fantasías de seducción ele castración e incluso el
asesinato).
Pero, de modo más preciso, definí el cuerpo
erógeno como un conjunto finito caracterizado por el tipo de relación que
tenía con el elemento que lo
designaba como conjunto, con el Uno que podía caracterizarlo como un conjunto
-se puede decir, abusivamente, con el nombre de su propio conjunto- y dije que
la erogeneidad estaba ligada precisamente al hecho de que esta relación
del conjunto con su propia unidad
podía pensarse como una relación positiva o como una relación negativa, o más
rigurosamente aun, como una relación con un Uno o una relación con un cero, y
evidentemente es lo mismo, excepto el sexo, el sexo del cuerpo erógeno. Ya he
definido:
La serie erógena +, tipo clínico: obsesivo.
La serie erógena -, relación privilegiada con
el cero, tipo clínico: histérico.
Pero, de todos modos, lo que caracteriza a la
erogeneidad es la polarización de esta relación del Uno con el conjunto, ya en
positivo, ya en negativo.
¿Y lo universal de la ley?
Sin considerar el aparato legislador o
legalista que se des prende de la ley
en el sentido edípico del término, en el sentido libidinal del término, la ley
es la disposición del
conjunto de letras, del conjunto
de significantes, de la totalidad de significantes existentes, de la totalidad,
incluso supuesta, de lugares erógenos, pero este conjunto se caracteriza por la
ausencia de una letra, la letra que
también designa e] conjunto
de la ley.
Esto es lo que Lacan tematiza
como el gran Otro, es justamente este
Uno que nunca puede encontrar su lugar
en el gran
Otro, pero que hace que el gran Otro esté tachado,
etcétera.
Pero vemos que, tanto en el ámbito de la
singularidad del cuerpo erógeno
como en el de la
universalidad de la ley,
es problemática la relación del
conjunto con el Uno que lo caracteriza
como conjunto.
La función paterna es la que asegura
concretamente la articulación entre
ese universal y ese singular, la que asegura la escisión
entre cuerpo erógeno y el cuerpo biológico, la escisión, es decir, cierto modo
de articulación, a partir de una misma superficie, de un mismo conjunto
continuo de puntos en el que todos los puntos de esta superficie entran
simultáneamente ya en un sistema biológico, ya en un sistema erógeno –señalemos
que no entran uno por uno, sino a la vez-
Lo que corresponde, pues, al asesinato del
padre, es una manera de tomar para sí
algo de esta fórmula de apertura.
Por lo tanto, la función paterna puede
caracterizarse como lo que garantiza la escisión
entre el cuerpo biológico y el cuerpo erógeno, lo que engendra el cuerpo
erógeno, lo que asegura la articulación de lo singular de la unidad erógena con
la universalidad del discurso -con otras palabras, lo que permite que una
fantasía de Jugar a una organización libidinal, una fantasía que sea la
fantasía original y universal, sino que entre de cierta manera y constituya la
organización libidinal del sujeto- para hacer de ella una fantasía que es sin
duda la fantasía singular que preside la organización libidinal del individuo.
Cuando
intentamos hablar de
la función paterna,
nos vemos obligados a postular
que ésta garantiza
algo perteneciente al orden de la escisión, de la falta, al orden
de la apertura,
al orden del acceso a la erogeneidad, es decir, del
acceso al inconsciente o al goce o,
recíprocamente, de lo prohibido.
A título
ilustrativo vamos a
considerar al padre
que, justamente se
encuentra en una
situación difícil respecto
a la ley, y tomamos como ejemplo tipo
el caso del padre
paranoico: él es la ley, su
problema es que tiene una
garantía absoluta en el
ámbito de la ley. Pero, en el ámbito
de los niños,
¿Qué brinda un padre paranoico?
Esos niños, que tienen dificultades para acceder al cuerpo erógeno, deberán
pasar por una serie de desvíos, porque
la función paternal
será tomada al
pie de la letra y todas las formas de la función estarán
obturadas. Ese padre ofrece la seudogarantía de una plenitud, cierra todo acceso
a cualquier deseo. Afortunadamente, el
niño suele defenderse
de él por medio del circuito materno,
etc., o reintroduciendo la
escisión, la falla.
Lo que quería mostrar aquí, en cambio, es
que la garantía por parte del padre consiste más bien en
asegurar que no habrá cierre, es decir, una garantía que ofrece el padre, o de
una de las funciones esenciales del padre, algo puede aprehenderse, es
justamente la garantía de que no habrá cierre en esa perspectiva.
Llego ahora al tema que me propuse dilucidar,
la operación "asesinato del padre".
Se puede decir que, descriptivamente, es una
forma de asunción de esta función de
apertura, de no obturación, constantemente renovada ele esa escisión siempre
renovada entre el cuerpo erógeno y el cuerpo biológico.
¿El otro, entonces, se ve desposeído de ella?
No necesariamente, ya que el proceso no pasa forzosamente por la destrucción de
la organización libidinal del otro. Estructuralmente, se trata del paso de una
superficie a otra, es decir, de una operación específica del tipo proyección-abstracción:
1.-proyección sobre una superficie concebida
como el continuo de los puntos de la superficie del cuerpo, es decir, el cuerpo
mismo;
2.-abstracción, como el hecho de sacar fuera
de, desprender de la superficie
lo que podría estar marcado en ella, es decir, la huella o la borradura de la
huella sobre la superficie.
Este paso de una superficie a otra, digamos
del cuerpo erógeno del padre o de los padres,
es una operación
totalmente específica, una
proyección-abstracción, en la medida en
que mantiene la
función de apertura. La operación "asesinato del padre" es
cierta forma de asunción de esa función
de apertura.
Todo esto se tematiza, habitualmente, como
nacimiento de la subjetividad, ingreso al mundo
del deseo, realización o
asunción de la castración, términos todos que tienden a describir lo que
allí sucede en el momento de la
instauración de una subjetividad o más exactamente de la especificación de una
organización libidinal, es decir, de una fantasía.
¿Cuáles son las consecuencias prácticas?
En el ejemplo tipo de la fantasía, "pegan
a un niño", no se encontrará un medio de interpretar o de determinar lo
que esto significa, partiendo de variaciones
sobre las representaciones de los golpes o de la escena, con una
sustitución indefinida de los personajes, sino en el nivel de las impasses
repetitivas de la relación, y simplemente en el de la relación misma o de las
relaciones que están en juego en esa trama, pero de
ningún modo en el
ámbito de los personajes o de los accesorios. Con otras palabras, tomando como base
las organizaciones de las fantasías, una perspectiva tal como la que
propongo permite poner
el acento sobre la interpretación, sobre el manejo
interpretativo, no sobre el teatro (personajes y sustitución de máscaras); lo
que deberá destacarse es entonces, la especificidad de las relaciones en su
impasse repetitiva.
Pues este mecanismo se repite siempre del
mismo modo y el mejor ejemplo es la escena sádica, en el sentido de las escenas
que se describen en Sade (el final de las 120 jornadas).
Hay una
determinada cantidad de personajes que cumplen una determinada
cantidad de funciones y una determinada cantidad de operaciones, y se ha
trazado un esquema del modo exacto en. que deben describirse las jornadas
restantes, las que no fueron
es criptas con criterio
dramático, sino según
un o den muy preciso, ya que no hay ninguna elección.
Es una especie de
catalogo de las operaciones posibles,
pero en cualquier escena de Sade se puede tratar de poner de manifiesto la
función lógica que las subtiende. Allí están el relato, la disposición de los
personajes y la puesta en escena, así como el
circuito de las miradas,
los diversos tipos de cópula con todas sus modalidades perversas, los modos de efracción,
de goce y de ruptura.
Todo esto está descripto con criterio
funcional y la puesta en escena responde al propósito de poner de manifiesto
las diferentes especificidades de las posiciones. Sade aspira realmente a
representar todas las disposiciones posibles para que cualquier lector caiga en la trampa sea cual fuere el
secreto de su fantasía.
Se comprenderá que, incluso en este nivel,
está en juego verdaderamente lo que yo procuro elucidar, las relaciones
lógicas.
II.-ACERCA DE LA FUNCIÓN DE LA MADRE
Algunas preguntas acerca
del cuerpo er6geno
La
primera pregunta que voy
a formularme hoy
es la siguiente:
¿Cómo se puede integrar en la concepción del
cuerpo erógeno, cómo se puede explicar una perspectiva psicoanalítica
importante como la de los estadios de la organización, la de la evolución
libidinal en estadios (estadio anal, estadio genital)? En primer lugar intentaré responder a esta
pregunta, desarrollar a lo que me permita retomar mi perspectiva referente al
cuerpo erógeno.
Cuando propuse mi concepción sobre el cuerpo
erógeno, in diqué que éste podía concebirse a partir de la superficie del
cuerpo, del cuerpo concebido como superficie, esa superficie que comprende
también, vuelvo a señalarlo, los puntos que, tal como fueron localizados,
figuran dentro del cuerpo. En su momento volveremos a la ilusión o fantasía de
esfericidad. Por lo tanto, desde cualquier punto de la superficie del
cuerpo se pueden
distinguir, en suma, dos órdenes.
Por una parte, cualquier punto de la
superficie del cuerpo entra en un conjunto orgánico: incluso un punto de la
piel, incluso una célula, forman parte de un
conjunto orgánico y
entran en cierto orden que
denominé orden biológico. No es difícil concebir este orden ya que se lo conoce
bien y
está bien descrito
conforme a un criterio anátomo-fisiológico.
Pero, por otra parte, he insistido, basándome
en las premisas freudianas más
fundamentales, en que cualquier
punto del cuerpo, o cualquier
punto de la superficie del cuerpo, puede ser
un lugar de excitación de tipo
sexual, es decir, convertirse virtualmente en una zona erógena.
Partiendo de este postulado procuraré
describir cómo se produce esta operación que convierte un punto del cuerpo en
zona erógena y, sobre todo, mediante diversas imágenes: intentaré ilustrar,
hacerles comprender lo que puede ser un conjunto del cuerpo erógeno, que, en
suma, sería homólogo del cuerpo biológico o estaría acoplado a él. Por eso me
he referido al ectoplasma, ese
conjunto verdaderamente abstracto
de la superficie
del cuerpo. Si lo menciono no es
porque quiera ocuparme de esta
cuestión; sino a título ilustrativo, simplemente para recordarles desde qué nivel se planteaba la pregunta.
Si bien mis apreciaciones acerca de ese
conjunto erógeno son evidentemente sugestivas, no dejan de plantear, sin
embargo, algunas dificultades, en especial, que el conjunto erógeno se
caracteriza en cierto modo por el hecho de que todos los puntos o todos los elementos que Jo constituyen están
relacionados entre sí -hay una red una
cantidad de relaciones entre los elementos que constituyen cuerpo erógeno-,
pero, al
parecer, la relación que existe
entre esos elementos, no está, a grandes rasgos, jerarquizada. Se trata, entonces, de un
conjunto no jerarquizado por
lo menos que no lo está como el cuerpo
biológico. Y decimos que lo que esta jerarquizado porque, en suma, cualquier
punto o cualquier término del conjunto erógeno tiene en cierto modo la misma función
-puede ser considerado como un lugar de excitabilidad sexual-
Y la excitabilidad sexual o la índole sexual
de la excitabilidad, es decir, el carácter erógeno, en sí, no
se diferencia en
un punto o en
otro. Por tal motivo propuse una imagen cuando les dije que contrariamente a la
idea que tenemos comúnmente de la zona
erógena, de que es como una puerta que comunica el interior del cuerpo
con el exterior, y que, entonces, se vuelve particularmente erogeneizada, yo
proponía para contrastar y destapar lo que quería
poner de manifiesto, que la zona erógena constituye en realidad una
puerta, una apertura al inconsciente, una apertura estrictamente equivalente en
calidad, en la medida en que de acceso a
ese orden que es en el límite el orden del goce, pero en modo alguno el
de la supervivencia.
En resumen, en
este conjunto que es el cuerpo
erógeno, cualquier punto tiene
la misma función. En
este conjunto o esta
red tal carácter no es en absoluto específico, en el sentido de que si
tomamos otro tipo de conjunto, podemos
considerar también que en la medida en que todos los elementos
forman parte de una
misma organización, también
todos tienen una
misma función o un mismo carácter
y que es eso precisamente lo que los constituye como integrantes de ese conjunto;
pero lo importante es que el acento está puesto sobre el predominio
de la equivalencia de funciones, es decir, que el conjunto erógeno se
caracteriza sobre todo por la equivalencia
funcional de los
diferentes puntos, por lo menos por esta supuesta equivalencia
de la función de los diferentes puntos.
¿Cómo caracterizar a este conjunto no
jerarquizado? Recientemente, en otro contexto, en el discurso de un paciente
que se refería a algo que no era nada más que ese orden
erógeno, ese cuerpo erógeno, él me proponía el término
“dispersión”. Me describía ese cuerpo erógeno diciendo que era disperso y hasta
anárquico, y la palabra provenía también de una suerte de estado anhista
[anhiste], es decir de algo que justamente, no está constituido por células.
Podemos agregar otro punto
-que volveremos a tratar- y es que este conjunto (cuerpo
erógeno) requiere realmente que se lo conciba tal como yo propongo: parece que
este orden, este cuerpo erógeno, implica algo absolutamente fundamental, a
saber, que no admite una unidad -la unidad es siempre algo que reúne, que
concentra cierto orden, cierta jerarquía-, y
todo hace pensar que este
conjunto (cuerpo erógeno), en el fondo, en sí, no conoce, no admite algo que
pertenece al orden del Uno totalizante, del Uno que reúne, de un proceso de
globalización, algo que congrega en un todo único.
A mi parecer el cuerpo erógeno es precisamente
un orden que escapa totalmente a esta dimensión de la unidad totalizante, es
decir, de la unidad concentradora en el sentido de una individualidad;
aquí, por supuesto, se encontraría lo que todos tienden a esquivar: el carácter
casi no-individual del orden
inconsciente como tal, que no excluye, y ese es el problema que hoy
planteo, cierto proceso de singularización.
Pero, ¿cómo se produce tal singularización, cómo
se la puede explicar, ya que, por otro lado, también estamos
frente a un
cuerpo erógeno bien especificado, con sus caracteres particulares muy
definidos? ¿Cómo explicar, pues, la singularidad de un con junto de este tipo?
Por consiguiente, para concretar y
proporcionarles aun otras claves, digamos que este conjunto
llamado cuerpo erógeno,
que no conoce el Uno totalizante, tampoco conoce lo que se acostumbra
considerar bajo el registro
de la coherencia.
Se trata más
bien de algo incoherente en el
sentido en que se entiende habitualmente, es decir, algo que no puede ser
concentrado por una unidad totalizante. Por lo tanto, nos hallarnos frente
a esa
especie de estado tipo o cuerpo
erógeno, ese estado límite y ese estado de dispersión, precisamente, al que se
refería mi paciente de la semana pasada,
El se refería a ese carácter inquietante y
extraño a la vez, encontraba allí la famosa "extrañeza inquietante"
en el nivel del cuerpo erógeno, lo cual no debe sorprendernos, en la medida en que
propuse la imagen del ectoplasma.
En otro nivel,
para que se
comprenda bien cuál
es la trama en una forma derivada, en esa especie de no coherencia, nos
encontramos en el nivel de lo que Freud describió
como el tipo mismo de la sexualidad infantil,
es decir, de ese
cuerpo erógeno tal como se manifiesta, iba a decir, sin estar sometido aún en
modo alguno a todos esos procesos organizados de defensa, de totalización, de
coherencia, etc., y precisamente ese
carácter de perversidad polimorfa parece ser típico de la llamada
sexualidad infantil. Pienso haber sido lo suficientemente explícito para que
·sea posible ubicar correctamente el problema, a saber, cómo se puede
singularizar una organización de ese tipo, tan incoherente y que, al fin de
cuentas, no debe dejar de serlo.
¿Cómo determinar esa red en el registro de la
singularidad?
¡Pregunta paradójica! ¿Cómo es posible
organizar lo no-orgánico? Pues lo que define al cuerpo erógeno es su distinción
respecto al organismo.
¿Cómo se puede reconocer una estructura en un
estado anhista, mejor dicho, sin células? He aquí la respuesta, que por otra
parte esbocé la vez pasada:
Cuando teóricamente planteé el problema del
cuerpo erógeno, dije que al parecer este se organizaba y estructuraba realmente
en torno a un término faltante;
pero hay que
preguntarse cuál era ese término que faltaba, ya que,
justamente, la organización no era jerarquizada, pero era difícil entrever un
término faltante, .y solo hacía esta referencia por analogía con los tipos que
conocemos, es decir, por ejemplo, el problema
de la letra que
podría simbolizar el conjunto de
letras y no estaría incluida en él, ese problema que nunca se logra comprender
muy bien pero que se procura reducir haciendo un corte en alguna parte. En el
lenguaje lacaniano ese problema es el del significante del gran Otro, el gran
Otro está concebido como el tesoro de los significantes, como archivo del orden
significante, pero no hay significante del gran Otro; por lo menos, si se piensa
aprehender un significante del gran Otro,
se entra en cierto tipo de proceso psicótico,
Dejemos a un lado
esta cuestión del término faltante que volveremos a considerar en otro momento
y bajo otro aspecto. Hablemos más bien del término centrante, es decir, el que va a centrar este asunto.
Tengo mis reservas con respecto
al término "centrado" -doy en seguida la respuesta que encontré la
vez pasada, que lo que
centra o parece centrar la
organización erógena es con seguridad uno de los puntos de la superficie
del cuerpo, y que ese término se localiza corno una zona donde,
en realidad, predomina una función
orgánica-; puesto que en cualquier punto de la superficie del cuerpo se puede
considerar tanto su participación en el
orden orgánico como su participación en el orden erógeno, no es difícil
concebir que cualquier punto del conjunto erógeno puede tener y necesariamente
tiene una función orgánica. Ahora bien, el centrado es producido por la zona en
que predomina una función orgánica, en que esta función orgánica está
particularmente solicitada. Aquí encontramos los tipos de referencias clásicas,
es decir, las puertas del cuerpo en el sentido tradicional del término. La boca
es una de las zonas de centrado en la medida en que, en los primeros años de la
vida de un bebé, es una zona orgánica activa y la función orgánica predomina en
ella. Se puede considerar lo que ocurre con esta función orgánica y con la producción
de cierta satisfacción por intermedio de esa función
orgánica, satisfacción de una necesidad que en ningún momento explica qué es lo
que, perteneciendo al orden del deseo,
es decir
al orden que
permite acceder al goce, puede
instaurarse verdaderamente.
En la medida en que empleé el término
centrante, debo hacer dos observaciones: esta especie de
centrado que se
realiza debido al predominio de
una función orgánica en un punto del conjunto erógeno, hay que reconocer que es
algo semejante a una transgresión, algo que puede asimilarse a un golpe de
fuerza.
Pues además, centrar un orden erógeno a partir
de una función orgánica constituye un abuso.
Se podría alegar
que ese centrado no corresponde
en modo alguno a un centrado en el sentido
en que se lo entiende habitualmente, en
el sentido de
un círculo -si es que
hay centrado-, ese
centrado es necesariamente excéntrico. Es una especie de focalización
siempre abusiva que es absolutamente ilegítima. También se podría decir que ese
centrado se opera alrededor de algo que funcionaría como
un cuerpo extraño, tanto en el conjunto orgánico en que el elemento erógeno
puede funcionar como elemento totalmente extraño, como en el conjunto erógeno
en que la función orgánica viene a ser una especie de des centrado, un cuerpo
extraño contra el cual se entabla
ya un proceso de lucha.
Por otra parte, en la medida en que se hab.la
de un centrado, aunque sea excéntrico o descentrado, se hace intervenir una
dimensión que es nuevan1ente esta especie de globalización o de reunión en torno
a un término,
y esta misma
idea de centrado
o focalización es totalmente heterogénea, totalmente ajena al desorden,
al polimorfismo, a la no-jerarquía que he descrito como característica del
orden erógeno. Este proceder es tan abusivo
como si de golpe dividiéramos el conjunto de
espectadores de una sala de cine en unidades jerarquizadas de
tipo militar destinadas a llevar a cabo una operación militar. Es, ni
más ni menos, lo que sucede desde el momento en que se centra,
en que se focaliza algo del orden erógeno. En el fondo, tenemos que hacernos
una pregunta: qué significa esa preocupación nuestra, en cierto modo legítima,
por lograr la globalización o totalización,
la reunión bajo la autoridad de una unidad cualquiera.
Esta preocupación de globalización o de
totalización es, sin duda, heterogénea al cuerpo erógeno propiamente dicho. Más
bien es algo que participa
de cierto tipo· de fantasía, fantasía de cuerpo global, de cuerpo
unitario, fantasía de unidad, ya que en realidad la unidad no tiene ningún privilegio. ¿Por qué nos parece
siempre tan necesario reunir bajo un concepto unitario todo lo que
tenemos que considerar? Es indudable que tanto el orden erógeno como el
inconsciente se niegan a aceptar tal imposición y que nosotros cedemos sin
embargo toda vez que tratamos de constituir ya sea una teoría del inconsciente,
ya un sistema del inconsciente. No nos cansamos de afirmar que ese sistema
no debe ser
cerrado, pero no
obstante cedemos a la compulsión
de reunir unitariamente.
Para dar una imagen que permita situar el
problema de ese centrado abusivo del cuerpo erógeno, bastará con retomar la
imagen del ectoplasma, es decir, que hay un ombligo del ectoplasma que en este momento se
encuentra conectado directamente con la superficie y dicho ombligo es
precisamente el punto en que prevalece la función orgánica. Por supuesto, es
totalmente aberrante, puesto que, en rigor, el ectoplasma debería estar
totalmente se parado de la superficie; no obstante, con mucha frecuencia se
encontrará en la fantasía del
doble, de la
sombra, la fantasía
de un hilo que sigue enrollándose indefinidamente y que no se corta
nunca. También se la encuentra desde el momento en que se dice que el cordón umbilical nunca se corta.
Sería un poco largo, sobre la base de este
razonamiento, volver a considerar la cuestión del sexo
que planteé anteriormente. En esa ocasión procuré
explicar lo que
podía ser el
sexo a nivel del cuerpo erógeno, lo cual, por una parte,
parecía evidente, mientras que, por otra, no lo parecía en modo alguno, puesto
que también en esta cuestión nos enfrentábamos con el mismo
problema: por qué, a nivel del cuerpo erógeno, habría un punto privilegiado,
puesto que todos tienen la misma función, uno sería macho
y el otro hembra, y además afirmé
que no era posible concebir el problema del sexo en función de la anatomía y
la fisiología solamente, ya que el problema del sexo no se
planteaba así. En aquel momento propuse la solución siguiente: dije que el sexo
del cuerpo erógeno está constituido por el carácter positivo o negativo del
conjunto de la relación del conjunto erógeno con el término faltante, con el
término que lo globaliza, y describí entonces la serie femenina con las
características del tipo erógeno histérico y la masculina con las del tipo
erógeno obsesivo.
Creo, sencillamente, que lo que voy a proponer
hoy permite acotar el problema de la sexualización del cuerpo erógeno, en la
medida en que el carácter positivo o negativo de la relación
puede inscribirse, esta
vez, en el cordón umbilical,
considerando que se trata seguramente de una relación positiva de atracción o
de llamado o de una relación negativa de rechazo o de tentativa
de corte en el sitio de esta
zona en que predomina la función
orgánica, y que es el signo de esta relación, ya sea que rechace este abuso,
esta violencia de una especie de organización de algo no-orgánico o por el
contrario que lo solicite; aquí es donde vemos de una manera todavía
más concreta y más localizable
clínicamente lo que ocurre con el sexo. Lo llamaré primordial por oposición al
sexo anatómico sin dejar
de llamar la atención sobre lo que expresé la vez pasada, que la
cuestión del sexo propiamente dicho, del sexo en el sentido psicoanalítico del
término, solo puede concebirse como la relación o la conjugación del sexo
erógeno y del sexo anatómico,
conjugación que está sujeta a toda una serie de avatares, algunos de
cuyos tipos tuve oportunidad de señalar.
Observación incidental sobre la noción de relación
objetal
Este término, si bien no es muy freudiano,
al menos hizo fortuna en la terminología analítica.
¿Qué es, a qué se
refiere? También en este caso la
imagen del ombligo del ectoplasma puede ser aclaratoria.
En este momento nos bastará con considerar
este apéndice umbilical como una especie de trompa, en todos los sentidos del
término, ya sea como el apéndice del tipo del sexo, ya como el apéndice que sirve
para observar, o
mejor aún, en la ambigüedad misma del término trompa, justamente
como lo que es absolutamente falaz (trompeur) * en cuanto a una posible organización
del orden erógeno. Según
la zona en
que desemboca este
apéndice, esta trompa del ectoplasma, tendremos diferentes objetos, ya del
tipo anal, ya del tipo oral, y esto permitirá
una fácil localización de lo que es la relación objetal
en psicoanálisis.
* Trompe:
trompa y conjugación
del infinitivo tromper: engañar (N.del T.]
Respuesta a una pregunta
Cuando intenté mostrar en qué consistía la
función del Padre, apoyándome en el ejemplo del asesinato del Padre, se me
criticó que abstraía la función del Padre de su contexto edípico. Tal crítica
podía estar perfectamente fundada, con una excepción, dado que me había
referido al contexto edípico .en un ejemplo muy preciso, el caso del padre
paranoico que se identifica con la ley, y había dicho que en ese caso se
comprueba que el niño se .encuentra muy particularmente expuesto a la madre. Como
el padre no asume su función de protector
respecto del deseo materno,
el niño se halla expuesto,
prácticamente indefenso, a algo así como la devoración materna, pues el padre
deja de constituir una protección contra esta amenaza.
Voy a tratar de
hablarles de la función de la madre.
Existen esas expresiones de devoración ... ese mito absolutamente
irreductible de retorno al seno
materno, ya que el cuerpo de la
madre es el lugar de un llamado
irresistible. La pregunta se plantea de la misma manera que respecto del padre:
¿cómo pensar la función Madre en la estructura edípica?
Vamos a proceder en tres tiempos sucesivos. En
los primeros tiempos, realizaremos una especie de gestión negativa, en suma,
tratar de ubicar aquello de lo que es
preciso deshacerse para captar lo que ocurre verdaderamente con
la función Madre.
Primero
se debe superar
una especie de
generalidad masiva: que la
relación con la madre se caracteriza por la insistencia del '"' proyecto
de dominar la
relación natural, la
cual, muy temprano, pasa de
la etapa en
que es protectora
y tranquilizante a
otra en que es devoradora e inquietante.
Esta relación natural
es precisa mente la que surge de
todo el conjunto orgánico, es decir, que efectivamente el niño sale del cuerpo
de la madre. En suma, la relación natural nos da las dos imágenes de
la madre
fecunda y nutricia, hace aparecer cierto número de
representaciones que son las de un
continente, y ese movimiento
de "salido fuera de", "nacido de", ese
movimiento de relleno (nutrido por).
Se imponen en seguida dos observaciones
referentes a esta relación natural. Primero, en esta concepción solo se
toma en cuenta el conjunto orgánico. El niño
aparece realmente como
producto de una función orgánica.
La importancia asignada a la función orgánica o al producto de la función
orgánica gana de mano a algo que es mucho más importante, el propio cuerpo
erógeno. Para re st1mirlo con una frase muy fuerte y muy común, lo que ocurre
con el niño concebido según esa
perspectiva del cuerpo
orgánico es que "sale por
donde entró".
La segunda observación es la siguiente:
tenemos nuevamente la imagen del cuerpo
como continente; el niño es expulsado de cierto continente y a su vez se
convierte en un continente o un nuevo vaso virtual que debe nutrirse,
llenarse. Es decir que en torno a este problema de la relación con la madre
vemos desarrollarse de manera totalmente electiva, ser solicitado, el conjunto
de fantasías que denominé fantasía de esfericidad.
La realidad orgánica subtiende a esa
fantasía, pero por qué se ha de privilegiar tanto a esa fantasía, ya que aun
según la perspectiva de un enfoque biológico u orgánico de las cosas no es
absolutamente necesario considerarlas como un conjunto esférico. En realidad,
la representación esferizante subtiende a todos esos términos de absorción y
excreción. La dimensión de destrucción se concibe aquí según un tipo oral.
Se trata de dominar esta relación natural, y
toda 1a cuestión de la relación con la
madre y de la elucidación de la función materna consiste, pues, en un primer
tiempo, en dominar esta relación natural y todas las consecuencias de esta
relación en el ámbito de la fantasía. Volvemos a encontrar un problema que
evoqué al principio, el de la separación respecto del cuerpo de la madre, sepa
ración que siempre es pensada como corte del cordón. Pero se produce a nivel
del cuerpo erógeno. El sentido exacto de la sepa ración respecto de la madre
debemos buscarlo en la alteridad del cuerpo erógeno. Las equivalencias del
corte del cordón, quizá la salida "fuera de", la fecundación,
el momento de
la pubertad de la madre ... pero el corte solo puede operarse por la
intervención de la función Padre.
Voy a considerar lo que implica la intervención de la función Padre en lo que se
refiere a la madre.
El objeto -el cuerpo del niño- no colma el
campo de la organización libidinal de la madre. Pues si esto acontece, nos
encontramos ante una relación erógena que viene a superponerse a la relación
orgánica: el niño es catectizado como objeto libidinal principal. Lo cual
·quiere decir que para que la función Padre inter venga, el niño no debe
colmar la organización libidinal de la
madre y debe producirse o confirmarse
algo perteneciente al
orden de una desconexión: el
padre, como cuerpo erógeno, debería seguir siendo el principal punto de catexia
de la economía libidinal de la madre. Lo que quiero que se comprenda bien es
que el corte se produce por medio de
una operación de desconexión que asegura la intervención de la función
Padre.
¿Qué ocurre con la catexia libidinal de otro
cuerpo? Toda relación entre dos cuerpos es erógena. Pero el contacto entre dos
cuerpos, por más mediatizado que sea, ¿cómo pone en funcionamiento esta famosa
erogeneidad?
En el sistema erógeno, el cuerpo del otro
ocupa el lugar ofrecido por la zona erógena abusivamente dominante. Lo ocupa
como objeto (objeto a) pero el objeto con su engaño pone en funcionamiento el
sistema erógeno. Solicita al sistema erógeno como tal, justamente porque aquí
concierne a ese punto en que el sistema erógeno está abusivamente centrado.
Tentativa de definir la función Madre
Para que el cuerpo del niño pueda convertirse
en cuerpo erógeno
es preciso, por ejemplo, que no se lo atiborre con una sobrealimentación
orgánica, dicho de otro modo,
es preciso que se le dé la comida por partida doble, es decir, ni como falo oral exclusivo, ni exclusivamente
como sobrealimentación. La madre es la que logra asegurar esa justa
dosificación, esa partida doble, en lo cotidiano.
La función Madre no es nada más que un cuerpo
(ni continente, ni esférico) orgánico y
erógeno a la vez. "Asegura" concretamente la yuxtaposición de las
funciones contradictorias: debe ser plenamente esa superficie que es el cuerpo;
dicho de otro modo, es preciso, en suma, que la
Madre sea mucho más
la Tierra que sostiene sin fallar que el Mar que engloba
y traga (espacio marino).
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